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'La ruta de la muerte' boliviana atrae a los aventureros de todo el mundo

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Sumergida en un sinnúmero de pasajeros, bultos y equipajes, la estación de autobuses de Villa Fátima, ubicada en La Paz, es el punto de partida de todas las rutas que llevan hacia la región de los Yungas o el Beni. A la vez, es el punto de partida de un viaje de tres horas por un camino que algun

Sumergida en un sinnúmero de pasajeros, bultos y equipajes, la estación de autobuses de Villa Fátima, ubicada en La Paz, es el punto de partida de todas las rutas que llevan hacia la región de los Yungas o el Beni. A la vez, es el punto de partida de un viaje de tres horas por un camino que algunos consideran “mortal”.

El Camino a los Yungas, también conocido como 'Camino de la Muerte', en la región andina de Bolivia tiene fama de ser una de las carreteras más peligrosas del mundo.

La vía, de una longitud de aproximadamente 80 kilómetros de extensión, que une la ciudad de La Paz y la región de Los Yungas ubicada hacia el noreste de la capital, es legendaria por su peligro extremo y el número de muertes en accidentes de tráfico que ha provocado. Según las estadísticas, cada año en el Camino de la Muerte se registran unos 209 accidentes y 96 víctimas mortales.

La ruta fue construida por los prisioneros paraguayos durante la Guerra del Chaco (la guerra entre Bolivia y Paraguay por el control de la región del Chaco Boreal) en la década de 1930. Es una de las pocas rutas que conectan la selva amazónica del norte del país, con la urbe Paceña.

La anchura de la carretera, que apenas alcanza los tres metros en algunos tramos, las pendientes y la ausencia de guardarraíles, convierten el Camino a los Yungas en extremadamente peligroso. Además, en la zona a menudo llueve y hay niebla, lo que dificulta notablemente la visibilidad, y las piedras sueltas caen desde las montañas.

Sin embargo, precisamente debido a su peligrosidad, que pone en riesgo la vida de cada transeunte o cada pasajero de vehículos, este lugar atrae a los turistas de todo el mundo y a los locales. Ellos dicen que la adrenalina de la ascensión hasta una altura de 4.300 metros sobre el nivel del mar y el pasar al lado de los abismos de unos 800 metros en vertical, es incomparable con nada. Consideran esa sensación como una forma de adicción.

A partir de los años noventa, en la region empezó a desarrollarse el turismo deportivo. Entre los participantes en estos viajes se considera que el riesgo que implica el recorrido por un camino flanqueado por profundos precipicios se compensa por las espectaculares vistas que ofrece el trayecto. Los itinerarios, mitad montañosos y mitad tropicales, con desniveles importantes y un reino dominado por una vegetación frondosa, atraen a los amantes de la aventura en bicicleta de montaña. Rica en emociones, "la ruta de la muerte", cuyos precipicios no admiten errores de conducción, les ofrece impresiones inolvidables para toda la vida.

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