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Cocaleros de Bolivia preocupados por su futuro

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El conflicto en torno al cultivo de coca en las sierras andinas ha dejado incalculables víctimas y pérdidas en los países productores de esta planta en las últimas décadas. Desde hace siglos, cientos de campesinos han cultivado hoja de coca en sus humildes plantaciones, a las que se suele de

El conflicto en torno al cultivo de coca en las sierras andinas ha dejado incalculables víctimas y pérdidas en los países productores de esta planta en las últimas décadas.

Desde hace siglos, cientos de campesinos han cultivado hoja de coca en sus humildes plantaciones, a las que se suele denominar 'catos', ubicadas en lo más alto de las montañas. Allí la coca fue considerada una planta sagrada, que se usaba para rituales religiosos y para adivinar el futuro. El mate de coca, que levanta el ánimo y es rico en vitaminas, fibras, proteínas y hierro, era tradicional en la zona.
 
Pero desde hace tiempo, la creencia popular de que la hoja de coca no hace daño ha empezado a rechazarse. La ola de narcotráfico estigmatizó a la planta y provocó una discusión global sobre su cultivo. En muchos lugares del mundo coca es sinónimo de cocaína y un símbolo claro de la producción de drogas y narcotráfico. Para los campesinos de Bolivia, Ecuador y Perú es un producto natural con un importante valor cultural, industrial y farmacéutico.

En Bolivia la producción de la hoja es legal y la mayoría de la gente en varias zonas rurales se dedica a su cultivo que resulta ser su única fuente de sustento. De generación en generación las familias indígenas elaboraban cremas y ungüentos, cuidando celosamente las recetas y ahora se les hace difícil seguir con su tarea por más que mantengan un mercado legal de productos tradicionales. Su actividad fue mancillada por el tráfico de drogas y la efectividad de la hoja como medicina puesta en duda, a pesar de que el producto sigue teniendo una gran popularidad entre parte de la población del país.

Algunos farmacéuticos sostienen que no se puede justificar el cultivo de coca como necesario para mantener un mercado interno y tradicional, ya que es evidente que la mayor parte de la producción está destinada al narcotráfico. Además, afirman que las propiedades curativas de la planta son bastante dudosas, cosa con la cual no están de acuerdo ni los productores de bálsamos medicinales a base de coca, ni sus clientes, ni el Gobierno de Bolivia. El presidente del país, Evo Morales, afirma que la hoja de coca no hace daño, como sí ocurre con su derivado químico: la cocaína.

Una de sus metas pendientes es lograr la despenalización de la hoja de coca a escala internacional. La estrategia gubernamental prevé aumentar la extensión legal de cultivos de 12.000 a 20.000 hectáreas y desarrollar un mercado de productos legales derivados de la coca.

A pesar de las medidas estatales, el futuro de los cocaleros es incierto: la tierra no es adecuada para otro cultivo que no sea la hoja de coca y la ganancia que les reporta su 'cato' no cubre las necesidades de las familias.

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