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Muere el alemán salvador de la ciudad francesa de Burdeos

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A la edad de 91 años, en Francia, su país adoptivo, falleció Heinz Stahlschmidt, el ex suboficial de la Marina de Guerra del Tercer Reich, quien hizo una de las más famosas hazañas de la Segunda Guerra Mundial. Stahlschmidt era un marinero alemán común y corriente, pero había algo que le distingu

A la edad de 91 años, en Francia, su país adoptivo, falleció Heinz Stahlschmidt, el ex suboficial de la Marina de Guerra del Tercer Reich, quien hizo una de las más famosas hazañas de la Segunda Guerra Mundial. Stahlschmidt era un marinero alemán común y corriente, pero había algo que le distinguía de la mayoría de los soldados del Tercer Reich: su conciencia, que finalmente lo guió para desobedecer las siniestras órdenes de su comando.

Hijo de un plomero, como muchos jóvenes alemanes se enroló en las Wehrmacht, las fuerzas armadas de la Alemania nazi, cuando estalló la guerra. Sobrevivió a tres hundimientos de sus naves militares en combates marinos y después fue designado para cumplir su servicio en la ciudad francesa de Burdeos -ocupada por los nazis-, que fue (y sigue siendo gracias a él) el puerto más importante de Francia y además la capital de la industria vinícola del país.

En agosto de 1944, los aliados tras sangriento pero exitoso desembarco en Normandía, ya estaban acosando a los nazis. El día 19 de agosto llegó a Burdeos la siguiente orden desde Berlín: derribar todas las estructuras del puerto (que se extendían a lo largo de siete kilómetros) antes de abandonar la ciudad. La fecha fijada fue el 26 de agosto.

Stahlschmidt, a quien iba dirigida la orden, la ejecutó pero en vez de volar todo el puerto lo hizo sólo con un búnker repleto de  los mecanismos y explosivos necesarios para cumplir su misión. Posteriormente, en una entrevista el soldado alemán explicó que ya que provenía de una familia de protestantes, sólo actuó de acuerdo con los principios cristianos que le inculcaron, así que no podía aceptar que Burdeos fuera destruido justo cuando la guerra estaba ya virtualmente perdida por Alemania. Confesó también que se arrepentía mucho de haber ocasionado muertes de un número indeterminado de seres humanos varios como resultado de la gigantesca explosión.

Después de su acción, Stahlschmidt se entregó a los militantes de la Resistencia francesa y les contó lo que acababa de hacer. La Resistencia lo protegió de las represalias de la Gestapo, la tenebrosa policía secreta de la Alemania Nazi, y de las de la policía francesa oficial en aquel entonces subdita  a los nazis. En 1947, Heinz Stahlschmidt se convirtió en un ciudadano francés. Vivió toda su vida con el nombre “afrancesado” de Henri Salmide, se casó con una mujer de Burdeos y vivió en esa ciudad durante el resto de su vida, trabajando en un equipo de bomberos en el mismo puerto que había salvado. Sólo una vez, en el crepúsculo de la vida en el 2001, visitó su lugar de nacimiento, la ciudad de  Dortmundt, al oeste de Alemania, pero prefirió pasar sus días entre las presonas que reconocían su valentía y humanismo.

En efecto, en Francia Heinz Stahlschmidt fue reconocido como un héroe, y fue condecorado por el máximo galardón de la Legión de Honor. Los historiadres contaron que salvó la vida de unos 4.000 personas al rechazar hacer saltar el puerto, sin mencionar la infraestructura imprescindible para la restauración de Francia de posguerra. La gratitud de los franceses se demostó también en lo que se solía denominar a Stahlschmidt como “Choltitz de Burdeos”. Así igualaron la acción del alemán a la del comandante militar de Paris Dietrich von Choltitz quien también rechazó cumplir el órden de Hitler de destruir la capital francesa antes que se capitule a las fuerzas aliadas.

Cabe recordar las hazañas de los liberadores de la Segunda Guerra Mundial, cuando incluso en la lucha encarnizada por muchas ciudades europeas, no se dejaba de guardarlas de la destrucción. Una de las más famosas fue la operación de la liberación de la capital checa, Praga, donde se ubicaba el último foco de los nazis (se consideraba como el segundo Berlín). Había que adelantar a separadas tropas alemanes para prevenir que ellas se juntaran en la urbe y  la destruyeran, unidades de tanques rusos efectuaron una marcha impetuosa en la noche histórica cuando todo el mundo celebraba la Victoria sobre la Alemania nazi. Cubrieron más de 100 kilómetros de valles y montañas en combate, rompiendo la defensa alemana, y por la noche el 9 de mayo de 1945 liberaron a Praga.

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