El canal internacional
de noticias en español
más visto en el mundo
Actualidad

La vida en la retaguardia

Publicado:
La catástrofe militar de 1941, y la ocupación nazi de las más importantes regiones económicamente desarrolladas en el sur y oeste del país, obligaron al Gobierno de la URSS a tomar medidas urgentes para reestructurar y reorientar la economía, evacuando al mismo tiempo el mayor potencial industria
La vida en la retaguardia

La catástrofe militar de 1941, y la ocupación nazi de las más importantes regiones económicamente desarrolladas en el sur y oeste del país, obligaron al Gobierno de la URSS a tomar medidas urgentes para reestructurar y reorientar la economía, evacuando al mismo tiempo el mayor potencial industrial y parte de la población a la retaguardia. Debido a que los jefes del país no esperaban que tuvieran que sobrellevar una guerra en su territorio, habían considerado razonable aglomerar el 80% de las plantas de guerra en las regiones del oeste.

A pesar de la confusión que se apoderó de los líderes políticos, dos días después desde el ataque de las tropas alemanas contra la URSS, el 24 de junio, fueron iniciadas las medidas de preservación de la industria amenazada. Aquel día fue establecido el Consejo de Evacuación, llamado a ejecutar la retirada de la población, así como de los recursos industriales y alimenticios.

El traslado de la industria hacia el este del territorio se realizó en dos etapas: el verano-otoño de 1941 y el verano-otoño de 1942. En la primera etapa el Consejo tuvo que cambiar constantemente los planes debido al curso de las hostilidades, imposibles de controlar por el Ejército Rojo. Así, la operación de la evacuación de Bielorrusia se detuvo forzosamente ya en agosto puesto que la república fue totalmente ocupada por el Wehrmacht. En la región de Leningrado el sitio puso fin a la evacuación a principios de septiembre de 1941. Las plantas que continuaron su trabajo en la parte oeste del país empezaron a sufrir problemas de suministros de materias primas y equipamiento hacia finales de 1941.

Se evacuaban plantas enteras. Las desmontaban en el último momento cuando ya era evidente que habría que retroceder, a menudo bajo fuego enemigo, y se las cargaba en trenes para llevarlas a miles de kilómetros. En el nuevo lugar se las montaba de nuevo, replanteándose en muchas ocasiones el objetivo mismo de la fábrica. Los obreros evacuados trabajaban entre 13 a 14 horas diarias y se veían obligados a albergarse en barracas y vivir en condiciones durísimas.

Según los resultados de la primera etapa de evacuación, en 4 a 5 meses las autoridades lograron trasladar a otras regiones cerca de 1530 plantas importantes. En 1941 evacuaron cerca de 7 millones de personas del teatro de la guerra y de las áreas cercanas; en 1942 a 4 millones más.

Al encontrarse en el sitio nuevo los ciudadanos soviéticos evacuados, en su gran mayoría, mujeres, comenzaban a trabajar en fábricas y plantas que suministraban todo lo necesario para el frente, desde misiles hasta botas. Actividades especiales de movilización contribuyeron a que tres millones de graduados de escuelas rurales formaran parte de estas factorías y obras de construcción.

Gracias a toda esta gente, en 1942 la industria soviética dio un salto gigantesco y fue totalmente reorientada para abastecer el Ejército. Esta serie de actividades de evacuación fueron de tal envergadura y tan exitosas que no tuvieron igual en el mundo. Desde principios de 1942,  tanto las ciencias técnicas, como la industria soviéticas empezaron a acelerar su desarrollo. La URSS consiguió alcanzar un nivel completamente diferente en cantidad de armamento producido (2.100 aviones y 2.000 carros de combate al mes),  y lo más importante,  en su calidad: el tanque T-34 y el avión de ataque Il-2  recibieron características técnicas completamente distintas de las de sus antecesores, lo que cambió la trayectoría de la guerra.

Los trabajadores de la retaguardia fueron ante todo millones de mujeres, viejos y adolescentes. Todos los hombres que podían levantar un fusil se fueron al frente; atrás quedaron los enfermos o minusválidos. Ellos debían reemplazar a millones de obreros y koljosianos que se fueron a la guerra. A menudo tenían que recapacitarse profesionalmente: esto también fue bien pensado, ya que en la retaguardia y en la evacuación abrieron decenas de escuelas profesionales por las que pasaron centenares de miles de ciudadanos soviéticos.

El trabajo en el campo fue uno de los más duros en aquella época. El Ejército Rojo incautó casi todos los caballos para el frente, dejando a las economías privadas sin su principal fuerza animal. Para arar su huerto, el principal medio de supervivencia, las mujeres y viejos tenían que hacerlo a mano después de un turno en un koljós (donde muy a menudo no tenían suficiente maquinaria agrícola) u otro trabajo. En la campaña de siembra se acostaban a las 12 y se levantaban a las 3 de la madrugada.

Una campesina recuerda que “trabajaban sin días de descanso, sin paga”: “Habría sido por el ambiente general de aquel tiempo. No se podía vivir de otra manera. Los niños empezaban a trabajar a los 12 años en el koljós y trabajaban como adultos, desde las 7 hasta que no se viera nada en la oscuridad… El huerto era de gran ayuda, nos salvaba, especialmente si teníamos una vaca. Yo sembraba patatas, pepinos, cebolla. Tenía un terreno de 4000 metros cuadrados, que no se podía tener más. Pagábamos el impuesto con patatas y las secábamos para enviar al frente”.

Además del trabajo en las fábricas y koljoses, la gente debía participar en los trabajos sociales: ayudar a construir fortificaciones, carreteras, escavar trincheras, cortar leña. A pesar de la baja remuneración, los de la retaguardia solían entregar parte de sus salarios para la construcción de carros y aviones. Es famoso el tanque T-60 “Maliutka” (El Pequeño) que participó en la batalla de Stalingrado, construido con las donaciones de los escolares y menores de Omsk .

Los agotados trabajadores de la retaguardia regularmente donaban sangre para los soldados heridos, arriesgando su propia salud. Para una persona de nuestros días es difícil imaginar que tal abnegación fuera normal para el ciudadano soviético de aquellos años durísimos, pero los recuerdos de quienes los vivieron testimonian que así fue.

Se dice que la guerra no tiene cara femenina, pero las mujeres soviéticas participaron de forma muy activa en las operaciones militares y en el trabajo en la retaguardia. Durante la Gran Guerra el porcentaje de mujeres en la economía nacional aumentó de 37% a 53%. Las mujeres llegaron a ser la mayor parte de la plantilla de las fábricas y dominaron nuevas profesiones, haciendo casi todo el abanico de labores en la industria, en la construcción y el transporte.

Foto: RIA Novosti / Archivo

comentarios
RT en Español en vivo - TELEVISIÓN GRATIS 24/7