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Chris Stewart: un mensaje necesario en tiempos de crisis

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Chris Stewart vuelve con sus inyecciones de optimismo vital en un tiempo en el que, quizás más que nunca, se necesitan mensajes como los suyos para no caer en el desánimo.
Chris Stewart: un mensaje necesario en tiempos de crisis

Chris Stewart vuelve con sus inyecciones de optimismo vital en un tiempo en el que, quizás más que nunca, se necesitan mensajes como los suyos para no caer en el desánimo.

Abandonando su querida Alpujarra, que tantos éxitos literarios le ha dado, Chris Stewart presentó recientemente al público hispanohablante su tercera novela traducida al español (cuarta en total), titulada ‘Tres maneras de volcar un barco’. En ella, describe sus peripecias como patrón de una embarcación recreativa en las aguas del Mediterráneo, aunque, esta vez, lejos de España.

Stewart, que siempre es capaz de imprimir un contagioso optimismo y un sentido del humor envidiable en sus libros, todos basados en sus propias aventuras (y desventuras) vitales, cuenta en su nueva novela sus experiencias tras aceptar la oferta de una amiga de convertirse en el patrón de un barco de recreo que su familia tenía en las islas griegas. El autor, haciendo gala de su espíritu intrépido, no se planteó rechazar la oferta, pese a que jamás había navegado, algo que, junto con el título, da una idea de por donde puede ir el desarrollo de la historia.

El escritor alcanzó la fama, especialmente en Inglaterra y España, gracias a sus dos primeras novelas (‘Entre limones’ y ‘El loro en el limonero’) en las que narra cómo un inglés, que participó en la primera formación del popular grupo musical Genesis cuando sólo era un adolescente, acaba viviendo en una pequeña finca inaccesible, en La Alpujarra granadina, junto con su mujer, su hija (nacida allí) y un número variable de animales. Sobre su etapa adolescente como batería de Genesis en sus inicios (con Peter Gabriel en el grupo), Stewart comenta en declaraciones a EFE que le echaron por “ser un batería fatal cuando tenía 16 años”, con lo que se perdió “una carrera espectacular e interesante en el mundo del rock”. Pese a todo, siguió siempre su camino, alejado de todo lo que fuera convencional, trabajando, entre otras muchas cosas y otros muchos sitios, como esquilador de ovejas en Suecia, en un circo por el Reino Unido y, finalmente, como agricultor y ganadero en La Alpujarra, donde decidió instalarse ya hace 20 años (aunque desde allí siguió haciendo viajes a los países escandinavos para esquilar ovejas, cuando la situación económica no era suficientemente favorable en España).

El relato de sus dos primeros libros, repleto de estereotipos sobre la España rural y también sobre el carácter británico, todo ello tratado con un cariño incuestionable, cayó en gracia primero entre el público inglés y más adelante entre el español. En total, lleva vendidos un millón de libros de sus tres novelas sobre el tema en el Reino Unido, mientras que en España ya han llegado a 400.000 las copias comercializadas, en este caso de los dos libros traducidos, ya que el tercero sólo cuenta con edición inglesa. Pese a todo, Stewart dice, empleando jerga española, no haberse hecho rico, ni tampoco desear que sea así: “No estoy lo ‘forrado’ que debería como consecuencia de las ventas de libros, porque hemos vendido un millón de libros. Y estamos bastante cómodos ya, pero no soy un ‘súper ídolo’, ni tampoco tengo el menor anhelo de serlo”.

Lo que caracteriza a Stewart por encima de cualquier otra cosa y más allá de un fino sentido del humor inglés, es la permanente tendencia a observar todo desde el ángulo más positivo posible, algo que logra transmitir en sus novelas. Incluso las situaciones más dramáticas o potencialmente más peligrosas (y también las más aburridas) suelen mostrarse con una simpatía y una fuerza vital que hacen de su lectura una verdadera lección de optimismo. Todo ello con una peculiar concepción de la vida que él ha demostrado saber llevar a cabo, emprendiendo aventuras de todo tipo, como la de irse a vivir a los 40 años y tras haber recorrido una parte considerable del planeta, a un viejo caserón en la sierra de Granada del que, después de comprarlo, descubrió que podría quedar sumergido por las aguas de una presa cuya construcción estaba prevista ya antes de realizarse la transacción. Incluso de eso es capaz de reírse en sus libros. No se sabe si también lo consiguió en la realidad, pero, oyéndole hablar, podría creerse que sí. “Para mí la vida ha sido y sigue siendo un viaje en busca de la belleza, del amor, de la poesía”, resume el escritor. En otros casos, podría llegarse a pensar que todo esto es pura retórica. Basta introducirse en uno de sus libros, para que el lector comprenda que, en el suyo, esta es la verdad. Una verdad que quizás debería seguirse más a menudo para alcanzar la felicidad sin necesidad de dejarse llevar por los imperativos sociales y culturales que arrastran, cada vez con más intensidad, hacia el consumismo desenfrenado y el vacío espiritual y existencial. Pero, si Stewart lo consiguió, ¿por qué no va a ser capaz todo el mundo? Quizás el secreto esté, simplemente, en intentarlo.

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