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Se exponen en Moscú los tesoros, símbolo del poder de los sultanes otomanos

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"Al rey lo hace su séquito", dice una de las leyes de la actuación teatral. Pero no sólo esto. Lo que consideramos ahora obras de arte, los tesoros de los sultanes del Imperio Otomano, en los siglos XVI y XVII (1299-1923) se tenían por símbolos del poder. Al Kremlin de Moscú llegaron 100 de las
Se exponen en Moscú los tesoros, símbolo del poder de los sultanes otomanos

"Al rey lo hace su séquito", dice una de las leyes de la actuación teatral. Pero no sólo esto. Lo que consideramos ahora obras de arte, los tesoros de los sultanes del Imperio Otomano, en los siglos XVI y XVII  (1299-1923) se tenían por símbolos del poder. Al Kremlin de Moscú llegaron 100 de las 120.000 muestras que se guardan en el palacio Topkapi de Estambul, Turquía. La singular herencia del imperio más grande en la historia de la humanidad, que durante cuatro siglos fue el centro del mundo islámico, y su cultura, representan los siglos de su mayor apogeo.

 

Bajo el término “tesoro” se exponen las antiguas armas de batalla y de gala (empleadas para los desfiles), manuscritos y miniaturas, la caligrafía árabe escrita por los maestros de Turquía e Irán, los preciosos vestidos de los sultanes, sus mujeres e hijos y muchos otros objetos que ilustran la historia y tradiciones del imperio en su época de mayor florecimiento y la vida en la corte del monarca.

Ente los símbolos de poder de los dirigentes del Reino Osman están los airones preciosos de cristal de roca: adornos con plumas de pájaro para un turbante que se consideraba un objeto que transmitía fuerza a su poseedor y lo protegía de los malos espíritus. Otro símbolo son los colgantes para el trono que muestran la potencia y poder del dirigente.

 

Pero el poder del sultán venía indicado sobre todo por sus armas. En la exposición se puede ver un casco de gala del siglo XVI incrustado con piedras preciosas e inscripciones grabadas en oro. El casco, que pertenecía al sultán Süleyman I, conocido como Solimán el Magnífico, está hecho completamente de oro.

 

Además se puede admirar un bastón de mando dorado con esmeraldas que nunca entró en batalla pero hacía clara alusión al importante cargo que ostentaba su poseedor. Otra seña de la pertenencia al clan es el sello en las armas.

 

 

En general, los ejemplos más valiosos de la colección del palacio Topkapi son los objetos entregados como ofrenda a los sultanes. Los sables que pertenecían a diferentes sultanes del Imperio Otomano son de una singular importancia gracias a su rica y refinada decoración.

 

Además de las armas se pueden apreciar los estandartes 'alems' que representaba al monarca durante las marchas militares y batallas. Por lo general, lo llevaban y colocaban detrás del dirigente.

El 'matara' era uno de los símbolos más importantes del poder de los sultanes. Es un jarro precioso para agua potable que durante las fiestas llevaba uno de sus allegados. Esta acción simbolizaba la continuidad de la cultura de sus antecesores.

 

Transcaucasia, Visantia, África del Norte… Durante su florecimiento el Imperio Otomano se manifestaba como un conglomerado de culturas. Al palacio traían porcelana de China, pero sus incrustaciones eran realizadas posteriormente por las manos de los maestros árabes. La colección de esta porcelana es única en su género y cuenta con más de 12.000 piezas entre las que también pueden encontrarse algunas únicas, que datan de la época entre los siglos XIII al XVII, y ejemplos  que llevan inscripciones en árabe elaboradas especialmente en China para los otomanos.

 

En el territorio del palacio de Topkapi se ubicaban unos talleres mundialmente conocidos. Trabajaban en ellos los mejores maestros de diferentes países pertenecientes al Imperio Otomano: turcos, griegos, georgianos, persas, húngaros, italianos e incluso rusos. Producían libros, encuadernaciones, armas, tejidos y joyería. Cada monarca, además, disfrutaba con alguna de estas artes o tenía habilidad en alguna artesanía. Así Abdul Hamid II era un reconocido carpintero y autor de los muebles más finos del palacio; Süleyman I dedicaba su tiempo al tallado de joyería y Ahmed III era calígrafo.

Los objetos del harén del sultán recuerdan las 300 habitaciones del palacio donde vivían los monarcas, con sus madres, hijos, esposas y concubinas. Una parte de este se dedicaba al 'centro de educación', donde se enseñaba gramática, literatura, música, bordado, costura y cocina.

 

El retrato de Roxelana, la esposa de Solimán el Magnífico, recuerda a los visitantes su papel en el Imperio Osman. Los investigadores del Oeste reconocen sus raíces rusas, pero sus homólogos rusos afirman que la hicieron prisionera y la llevaron al palacio otomano como concubina durante las marchas militares de los turcos hacia Ucrania. Gracias a su belleza y sus habilidades, no sólo se ganó el amor del sultán y se hizo su esposa legal, sino que desempeñó un papel importante en los asuntos políticos del país.

Las fotos del artículo provienen de RIA Novosti/Vladímir Viatkin

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