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¿Qué se siente al pasar 70 días en cama para ganar 18.000 dólares?

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El participante de un experimento de la NASA ha relatado cómo fue su experiencia de permanecer tres meses tumbado en una cama. De la "fase de luna de miel" acabó pasando a un estado de aislamiento antisocial, ansiedad y aburrimiento.
¿Qué se siente al pasar 70 días en cama para ganar 18.000 dólares?

Andrew Iwanicki fue uno de 54 voluntarios elegidos para participar en el proyecto CFT 70 de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de EE.UU. (NASA), cuyo principal objetivo era estudiar cómo las condiciones de los vuelos espaciales afectan al cuerpo humano.

Andrew tuvo que pasar un total de 10 semanas en la cama un centro de investigación en Houston, y también someterse a una serie de pruebas, por todo lo cual recibiría una retribución de 18.000 dólares.

Por muy tentador que parezca la oferta laboral de la NASA, el final del experimento no resultó tan fácil, según reveló el participante en un artículo que escribió para el portal Vice.

Lea más: Cobrar por reposar: la NASA ofrece 12.000 dólares por permanecer acostado 70 días

Fase de "luna de miel"

Andrew cuenta que a lo largo del proyecto pasó por varias fases completamente distintas. La primera de ellas la califica de la "fase de luna de miel" ya que, a pesar de las constantes pruebas y visitas de los investigadores, "fue uno de los periodos más relajantes" de su vida de adulto.

"Era libre de hacer lo que me apeteciera, siempre que no implicara abandonar la cama", recuerda Iwanicki. Así, podía "tomar algún tentempié o echar una siesta", pasar todo el día leyendo o "jugando a StarCraft", hablar durante horas por teléfono o simplemente "reflexionar sobre el pasado, planificar el futuro y disfrutar de la tranquilidad del momento".

"Rutina monótona"

Sin embargo, luego llegó una etapa totalmente diferente, "un contraste total con respecto al periodo anterior", cuando la vida del 'afortunado' se convirtió en una "rutina monótona".

"Los días estaban marcados por las comidas, el ejercicio, las lecturas de las constantes vitales y alguna que otra prueba aislada, pero la mayor parte de mi tiempo estaba vacía", cuenta el voluntario.

"A borde de una crisis mental"

"En la cuarta semana percibí un cambio psicológico significativo. Me había acostumbrado a mi estado de aislamiento antisocial", prosigue Iwanicki, explicando que empezó a escribir menos correos a sus amigos y evitar las conversaciones con los trabajadores del centro, e inclusó redujo las llamadas a su familia, ya que "sentía que no tenía mucho que contar".

"En ocasiones tenía la certeza de estar al borde de una crisis mental", confiesa el participante del proyecto.

Una de las pocas interacciones reales con otras personas fue la visita de su novia. Sin embargo, tampoco resultó ser lo que ambos esperaban: la enfermera les informó de que la visitante no podría ni sentarse en la cama y "ni siquiera tenía permitido tocar la cama 'por razones de seguridad'".

La recta final

Durante las siguientes semanas, que "transcurrieron sin detalles dignos de mención", Andrew empezó a "perder la noción de los días" e intentaba "evitar contar el tiempo" que le quedaba para irse a casa.

Sin embargo, cuando se acercó a la recta final, empezó a pensar "en todo lo que había sacado de aquellos 70 días", gracias a lo cual en las últimas semanas del proyecto se encontraba "con buen estado de ánimo" y se sentía saludable.

"Había leído cientos de páginas, meditado con regularidad, había redescubierto mi pasión por los videojuegos y que era un hacha en Fantasy Football. Y, sobre todo, iba a engrosar mi cuenta bancaria con un buen pellizco: casi 18.000 dólares", explica el joven.

En cuanto a su estado físico, al levantarse por primera vez en 70 días estuvo a punto de desmayarse y no logró permanecer en pie ni 15 minutos (luego le confesaron que otros prticipantes tampoco lo habían logrado). No obstante, "después de varios días de paseos y ejercicios de rehabilitación", recuperó sus capacidades.

"Con 18.000 dólares más en mi cuenta, ningún compromiso a la vista y libre de las ataduras de cualquier protocolo federal o estatal, me sentía mejor que nunca. No me arrepentía de nada", relata Andrew.

"En la terminal del aeropuerto pedí un bloody mary y, casi sin darme cuenta, me puse a buscar nuevos anuncios de estudios de investigación. Había uno en el que a los participantes se les inoculaba una nueva cepa del virus de la gripe. La duración era de diez días y la retribución, de 4.000 dólares... ¿Por qué no repetir?", se pregunta.

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