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Saint-Exupéry: un cuento poético en medio de la ira de la II Guerra Mundial

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¿Cómo se puede crear una obra poéticamente maravillosa bajo el estrés de la II Guerra Mundial? Se cumplen 110 años desde el nacimiento del autor de ‘El Principito’, Antoine de Saint-Exupéry, y sus propias obras ayudan a encontrar la respuesta a esta pregunta. Durante el choque con lo nuevo h

¿Cómo se puede crear una obra poéticamente maravillosa bajo el estrés de la II Guerra Mundial? Se cumplen 110 años desde el nacimiento del autor de ‘El Principito’, Antoine de Saint-Exupéry, y sus propias obras ayudan a encontrar la respuesta a esta pregunta.

Durante el choque con lo nuevo hay que saber inventar, crear, para adaptarse, y los niños lo pueden hacer como nadie. En un mundo que cambia muy rápidamente ser este tipo de niño es imprescindible, porque “las personas adultas no comprenden nada por sí mismas y es agotador para nosotros, los niños, darles siempre y siempre explicaciones”. El autor de estas famosas frases cumpliría hoy 110 años. Antoine de Saint-Exupéry iniciaba su poético cuento ‘El Principito’ explicando el hecho de que la gente pierde la capacidad de ver el mundo abiertamente. Y lo ilustra con un fragmento de su niñez, cuando un joven le mostró el dibujo de un sombrero. Se trata de un sombrero desde el punto de vista de un adulto, pero en realidad es una serpiente boa que se ha tragado a un elefante.

¿Por qué la gente pierde esta visión abierta de la vida? Según los sicólogos, la vida se endurece cuando uno madura y adquiere un gran número de prejuicios y clichés. Y cuando en la vida aparecen el estrés y el miedo a lo que pueda pasar, la gente empieza a mostrar indiferencia los unos por los otros, algo que también queda reflejado en esa obra de Saint-Exupéry.

Pero en un estado de ánimo negativo, invadido por el miedo y el estrés, una persona piensa profundamente, pero también de forma más 'estrecha'. Esto ayuda durante un tiroteo, pero es muy perjudicial durante un trabajo cerebral u otra tarea creativa. Las emociones positivas, el confort, la confianza y el amor, nos llevan a un estado de percepción muy amplio de la realidad, en el que encontrarmos soluciones originales con más facilidad, destaca el sicólogo cognitivo Don Norman, clásico e ideólogo del diseño moderno.

El piloto de guerra, conocía perfectamente el lado más oscuro y duro de la vida. Pero esto no le enfureció. Una fábula aparentemente infantil, 'El Principito', publicada en el ardor de la Segunda Guerra Mundial, en 1943, y que ilustró él mismo, bastó para darlo a conocer mundialmente. ‘Piloto de guerra’ fue publicado el año anterior. Y sus obras se convirtieron en un himno al humanismo. ‘Tierra de hombres’ vio la luz tras un accidente de avión que sufrió Exupéry en Guatemala. Entonces, las condiciones, a decir verdad, no debían de ser muy cómodas para la creación y menos para una creación aceptable para un público que esperaba mucho de él. ¿Es el caso de Saint-Exupéry una excepción a la regla psicológica o sólo su capacidad de seguir siendo un niño hasta detrás de los mandos de un avión?

Su vida como escritor estuvo ligada a la aviación, su gran pasión. Ingresó en las Fuerzas Aéreas francesas en 1921 y en 1926 se hizo piloto comercial al tiempo que publicó su primer libro, 'El aviador'. El destino le llevó a vivir dos guerras. Durante la Guerra Civil en España (1936-1939) escribía los reportajes desde Madrid. Durante la II Guerra Mundial se incorporó de nuevo a las Fuerzas Aéreas y participó activamente en la lucha contra los nazis; posteriormente se adhirió a las tropas de la Francia Libre.

En 1944, durante una misión por el sur de Francia, su avión desapareció y nunca fue encontrado. El cadáver de Saint-Exupéry tampoco fue hallado, lo que envolvió su desaparición en un halo de misterio. Nadie sabe si llegó a vivir la victoria contra el fascismo. Pero para él, ese término es muy relativo. Él mismo fue un ejemplo de la victoria del espíritu y, a pesar de lo que dicen lo psicólogos sobre la necesidad de las condiciones de comodidad para la creación, demostró que esté donde esté el ser humano, el amor en su corazón es el pretexto para crear una obra, una catedral o incluso una nación.

“Derrota, victoria... no sé valerme de estos conceptos. Hay victorias que exaltan, hay otras que envilecen. Hay derrotas que asesinan, hay otras que despiertan. No se puede enunciar la vida a través de estados, sino a través de marchas. La única victoria de la que no puedo dudar es la que se aloja en el poder de las semillas. Una vez plantada a lo largo y a lo ancho de las tierras negras, la semilla ya ha triunfado. Pero hay que esperar tiempo para asistir a su triunfo como trigo".

"Lo que había esta mañana no era más que un ejército desquiciado y una multitud amontonada. Pero una multitud caótica, una vez que constituye una sola conciencia en la que se anuda, deja de ser caótica. Si en una cantera hay un hombre perdido, sólo aparentemente las piedras constituyen un caos, pues allí está el hombre, aunque sea uno solo, para pensar la catedral. No me preocupa el limo esparcido, si contiene una semilla. La semilla lo absorberá para construir".

"Todo el que accede a la contemplación se convierte en semilla. Todo el que descubre una evidencia, solicita la atención de los demás para mostrársela. Todo el que inventa, predica inmediatamente su invención. No sé cómo se expresará o actuará un Hochedé. Pero me importa poco. Desparramará su fe tranquila en torno a él. Entreveo mejor el principio de las victorias. El que se asegura un puesto de sacristán o de sillero en una catedral construida, está vencido. Pero quien lleva en el corazón una catedral que hay que construir, ese es un vencedor. La victoria es el fruto del amor. El amor sólo reconoce el rostro que hay que modelar. Únicamente el amor lleva a él. La inteligencia sólo tiene valor al servicio del amor".

"El escultor está grávido del peso de su obra. Importa poco si no sabe cómo la realizará. Golpe a golpe de pulgar, de error en error, de contradicción en contradicción, irá, a través de la arcilla, en línea recta a la creación. Ni la inteligencia ni el juicio son creadores. Si el escultor sólo es ciencia e inteligencia, sus manos carecerán de genio”. (‘Piloto de Guerra’ Antoine de Saint-Exupéry)



 

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