¿Por qué el 'huracán del siglo' Patricia no ha causado daños proporcionales a su tremenda fuerza?
El huracán Patricia era una bestia sin precedentes: se manifestó en vientos sostenidos de hasta 400 kilómetros por hora en el mar y alcanzó la quinta categoría (la máxima) en solo 24 horas (un aumento tan rápido de intensidad solo ha sido visto en el huracán Linda de 1997). "El Centro Nacional de Huracanes calificó la tormenta de 'potencialmente catastrófica'. Todo el mundo estaba preparado para lo peor", cuenta el columnista Daniel Oberhaus en el portal Motherboard.
Para aquellos que perdieron sus hogares, los daños causados por Patricia esta lejos de ser despreciables. Sin embargo, ¿cómo evitó México el daño generalizado de la infraestructura y la pérdida de vidas humanas que se esperaba cuando tocara tierra? "En este sentido, Patricia pudo haber sido la tormenta 'perfecta'", apunta Oberhaus.
Cuando llegó a la orilla, Patricia perdió rápidamente su intensidad y sus vientos descendieron hasta los 260 kilómetros por hora (siendo todavía un huracán de categoría 5). "Esto es suficiente para causar mucho daño, pero un cambio de último minuto en las direcciones causó que la tormenta aterrizase en una zona bastante despoblada de Jalisco", indica el columnista.
"La franja de estos vientos catastróficos era angosta. Si el núcleo se hubiera localizado en un área densamente poblada, como Puerto Vallarta o Mazatlán, el daño resultante y las posibles víctimas mortales habrían sido catastróficas", afirma un portavoz del Centro Nacional de Huracanes al portal.
Según explica Oberhaus, cuando la tormenta se desplazaba hacia el interior, se enfrentó con un sistema de baja presión que se extiende desde el norte hasta el oeste del país. Esto debilitó aún más la tormenta y la envió hacia el noreste en dirección a las montañas costeras. A medida que continuó moviéndose en esta dirección atravesando varias áreas en gran parte deshabitadas, se fue reduciendo su intensidad hasta que el sábado por la tarde fue declarado borrasca tropical.
"No podríamos haber sido más afortunados", afirma Pier Luigi Vidale, profesor de ciencia del sistema climático de la Universidad británica de Reading.