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Brasil entrará en el nuevo año liderado por su nueva presidenta

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Dilma Rousseff, la presidenta electa de Brasil, tiene mucho que hacer desde este momento por su país. En su primer discurso prometió continuar con la política de su predecesor, Inacio Lula da Silva, y aseguró que los principales objetivos de la nueva administración serán la lucha contra la desigual

Dilma Rousseff, la presidenta electa de Brasil, tiene mucho que hacer desde este momento por su país. En su primer discurso prometió continuar con la política de su predecesor, Inacio Lula da Silva, y aseguró que los principales objetivos de la nueva administración serán la lucha contra la desigualdad social y la pobreza.

Dilma Rousseff comenzó una serie de reuniones con su equipo para terminar de definir el elenco político que la acompañará en su gestión de gobierno.

Inmediatamente después de su victoria reconoció que en los próximos cuatro años tiene por delante enormes desafíos en un país que aún posee decenas de millones de personas viviendo por debajo del umbral de la pobreza: “No podemos descansar mientras haya brasileños que pasen hambre, mientras haya familias que viven en las calles y jóvenes abandonados a su propia suerte”.

Los analistas políticos consideran que la futura jefa de Estado deberá sortear varias dificultades en su gestión. Según el analista político Murillo de Aragao, “el primer desafío es gobernar sin la popularidad y el carisma de Lula. Ella no llega a la presidencia con la misma popularidad que tuvo él. El segundo desafío es armar una coalición política que le dé apoyo y después montar un equipo económico que sea fiable para que se mantengan las buenas expectativas económicas de Brasil. Y por último, trabajar en una agenda legislativa que va a ser compleja dados los retos que tenemos por delante”.

Las otras tareas difíciles son de carácter social. La tercera parte de la población que participó en las elecciones no completó la educación elemental y unos cuarenta millones de personas subsisten gracias a un popular programa de asistencia económica llamado Bolsa Familia.

La cuestión de la seguridad también es una cuenta pendiente. Bandas de delincuentes y narcotraficantes siguen ejerciendo el control sobre la mayoría de los barrios pobres y favelas del país. Sólo en 15 de las 700 que hay en Río de Janeiro la policía federal logró instalar unidades de control. En las restantes todavía no hay presencia policial estable.

Los expertos estiman que si bien en sus ocho años de gobierno Lula logró poner al país en el camino del crecimiento, aún queda mucho por hacer para que Brasil se convierta en un estado desarrollado. El ex presidente, según declaran los analistas, “no tendrá un papel ejecutivo [a partir de ahora]. Tendrá un papel inspirador en el gobierno. Será una especie de 'Mandela' cuya inspiración va a ser importante. Va a tener una posición discreta, de ayuda y será siempre un 'marco', ya que él es una especie de mito vivo”.

Por lo pronto, este fin de semana Dilma Rousseff se sumará a la comitiva del presidente Lula da Silva que realizará una gira internacional por África y luego viajará a Corea del Sur, donde participará en el encuentro del G20.

La líder llega al gobierno con el apoyo del 56% de la población brasileña, pero deberá convivir con una oposición que necesita recuperar su espacio político después de ocho años de liderazgo de Lula.

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