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Kamikaze de la Segunda Guerra Mundial lleva vida de campesino en Rusia

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El día 2 de septiembre se cumplen 65 años de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial. La fecha tiene la misma importancia para los rusos y los japoneses. En la región de Kalmukia, al sur de Rusia, vive un piloto kamikaze japonés que sobrevivió a la guerra por paradojas del destino.
Kamikaze de la Segunda Guerra Mundial lleva vida de campesino en Rusia

El día 2 de septiembre se cumplen 65 años de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial. La fecha tiene la misma importancia para los rusos y los japoneses. En la región de Kalmukia, al sur de Rusia, vive un piloto kamikaze japonés que sobrevivió a la guerra por paradojas del destino. 

A sus 90 años, Esiteru Nikagav tuvo que encontrarse varias veces cara a cara con la muerte pero, hasta ahora, ha logrado esquivarla. La primera vez ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial. Esiteru se sumó al ejército japonés y allí entrenó a parte de los pilotos mundialmente conocidos como kamikazes. “Nuestros oficiales nos decían: si te quedas sin bombas o sin gasolina, simplemente estrella tu avión contra el enemigo”, dice Esiteru. 

Los estadounidenses derribaron su avión pero logró sobrevivir. Sin embargo, según el código de honor del kamikaze, debía hacerse el harakiri. “Yo me hice el harakiri. Pero ahora me doy cuenta de lo loco que estaba”, confesa Esiteru, que abrió su abdomen de arriba a abajo. Un médico ruso le ayudó a escapar de la muerte. De lo que no le pudo salvar fue de convertirse en prisionero de guerra del ejército soviético tras la rendición de Japón.

Al principio no evitó que los guardias le golpearan, pero poco a poco, la situación mejoró. “A pesar de que yo y mis compañeros japoneses no sabíamos hablar ruso, lentamente nos fuimos adaptando”, dice Esiteru, quien pasó cuatro años como prisionero y finalmente decidió quedarse en la Unión Soviética y empezar una vida nueva.

Hoy lleva más de medio siglo en este país. Ha trabajado de carpintero en Siberia, de constructor y más tarde de pescador. A pesar de su edad no cesa en cuidar su huerto dejando claro que, por ahora, la muerte no entra en sus planes.

Sus amigos le llaman, de forma cariñosa, el “tío Sasha”, tienen una gran opinión de él y le respetan mucho. “Le conocemos desde nuestra niñez. Él es un hombre muy bueno que no ha parado de trabajar durante toda su vida”, dice su vecino Batir Manshiyev.

La historia del tío Sasha está llena de paradojas. Sin embargo, en sus últimos años el guión de su vida se escribe desde la tranquilidad... y con el sueño de morir en estas tierras que considera su segunda patria.

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