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Latinoamérica le empieza a sacar el jugo a la economía naranja

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Las industrias culturales han despuntado en una región rica en patrimonio pero expoliada por los países industrializados. El arsenal para penetrar en un mercado tan competitivo, que genera 2,25 billones de dólares anuales, está hecho de arte, cooperación y creatividad.
Latinoamérica le empieza a sacar el jugo a la economía naranja

Imagine cuánto es el PIB del Reino Unido, sepa que son unos 2,67 millones y entérese que una cantidad similar producen anualmente las industrias culturales del mundo.

Según el primer mapa mundial de las industrias culturales y creativas, publicado a finales del año pasado por la Confederación Internacional de Autores y Sociedades de Compositores (Cisac), en 2013 el sector generó ingresos por el orden de los 2,25 billones de dólares y le dio empleo a unas 29 millones de personas, lo que equivaldría a casi toda la población de un país como Venezuela. ¿Qué papel juega América Latina en ese jugoso negocio, también llamado "economía naranja"?

Para Octavio Arbeláez, presidente de la Asociación para el Desarrollo de la Industria de la Música en Iberoamérica (Adimi) y la Red de Festivales de Artes Escénicas de Europa y América Latina, la región ha empezado a comprender que en la sociedad de la información y el conocimiento las industrias culturales juegan un rol fundamental.

"Como bien lo indica Martín Hopenhayn, este sector se está convirtiendo en el sector estratégico de la competitividad, el empleo, la construcción de consensos, el modo de hacer política y la circulación de la información y los conocimientos", sostiene Arbeláez, en entrevista a RT. De acuerdo al estudio del Cisac, en América Latina y el Caribe las industrias culturales generaron unos ingresos de 124.000 millones de dólares, equivalentes al 6% del total mundial (es decir, tres veces el PIB de Panamá), y emplearon a 1,9 millones de personas.

Mercado en ciernes

La mayor ventaja de la región, de acuerdo al mapa de la industria, es su patrimonio cultural y natural, así como la fama de sus escritores y el innegable crecimiento de los conglomerados multimedia en países como Brasil, Argentina y México.

Sin embargo, Arbeláez apunta que el interés de los gobiernos en desarrollar el sector es relativamente nuevo porque "anteriormente no le daban la debida importancia al momento de elaborar sus políticas culturales y comerciales".

Los datos así lo confirman. Si se compara el desarrollo de las industrias culturales en Latinoamérica y el Caribe con las regiones como Asia Pacífico, que produce 743.000 millones de dólares anuales; Europa, que contabiliza 709.000 millones; o Norteamérica, con 620.000 millones, es evidente que hay un desequilibrio.

Las asimetrías han tratado de resolverse mediante "la identificación de un sector vivo y vibrante que protagoniza la filiación entre cultura, emprendimiento, innovación y creación, de la que participan activamente países como Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Costa Rica y México especialmente", detalla el presidente de Adimi.

¿Qué han hecho de especial esos países? Crear una política de internacionalización de su oferta de bienes y servicios culturales, especialmente en el campo de las artes escénicas y musicales, explica Arbeláez, quien también destaca la irrupción de los mercados latinoamericanos como un mecanismo que ha puesto en órbita la oferta artística de la región "con lo que se percibe un terreno abonado para la integración sur/sur".

Los retos

La televisión, la publicidad, las artes visuales, los libros, el cine y las artes escénicas en Latinoamérica son los que más ingresos generan como industrias culturales, revela el estudio de la Cisac.

Por el lado del empleo, las áreas que más demandan talento humano son las artes visuales (376.000 puestos), la arquitectura (316.000), la industria editorial (308.000), la publicidad (273.000), las artes escénicas (197.000) y la música (150.000).

La supremacía de la televisión, que cada día produce más para exportar a otros públicos, es seguida en al región por una industria cinematográfica que ha doblado los puestos de trabajo ofrecidos en los últimos 15 años. Pero el gran potencial está en la música y el baile, indican las estadísticas de la Cisac, y Arbeláez coincide. No obstante, no todas las uvas están maduras.

El mayor escollo para que despunte la industria latinoamericana está en el origen, en cómo ocurrieron los procesos de desarrollo. Mientras en los países ricos "dependieron fuertemente de la protección del comercio y de los subsidios, que por lo general no observaron las leyes de patentes ni los llamados derechos de propiedad intelectual y que sólo defendieron el libre comercio cuando les reportaba ventajas económicas", en el llamado Tercer Mundo "se aplicó una política de colonización, saqueo, esclavitud y desindustrialización deliberada", precisa el también director de Circulart, el mercado cultural para la música latinoamericana.

Lo más irónico, dice Arbeláez, es que los países ricos quieren ahora que las naciones en desarrollo adopten las políticas que ellos evitaron. ¿El resultado? "Un monopolio en la creación y circulación de los contenidos culturales, y la posterior defensa de los mismos en los tratados internacionales, con ventajas oprobiosas", sostiene.

Las potencialidades

Pero América Latina insiste. Según el estudio de las industrias culturales, ha habido un cambio sustancial: cada vez se produce más para exportar contenidos. Las telenovelas y el cine en Argentina, México, Brasil, Colombia y Venezuela son los que están a la vanguardia y China es el principal comprador.

En el ámbito musical, Colombia ha sabido ganarse el sitial de aclamación internacional, mientras Chile saca ventaja como destino recurrente para recibir financiamiento internacional al cine, lo que le ha permitido medirse de tú-a-tú con Argentina y Brasil. Los mercados de arte, liderados por México, también despiertan las apetencias de coleccionistas que buscan obras en naciones como Venezuela y Cuba. 

Para la Cisac, esa comportamiento "demuestra la aceptación cada vez mayor y la comprensión de la producción del arte en la región". 

La clave para que el fenómeno alcance dimensiones más amplias es la cooperación, advierte la Cisac. Por eso, las convulsiones políticas de la región apuntan al debilitamiento de las industrias de cada país y al congelamiento de iniciativas como el Mercosur Cultural, un mecanismo que abarca una red de 400 instituciones y personas que trabajan por consolidar sistemas de información cultural de sus miembros, a saber: Brasil, Argentina, Venezuela, Paraguay y Uruguay.

Pero Arbeláez va más allá y dice que, en paralelo, hay que superar "la teoría estándar del comercio y de todas sus trampas, en lo que concierne a las industrias culturales". Y, claro, la principal concha de banana está en el proceso de liberalización del mercado.

Nazareth Balbás

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