La reconquista de los dibujos animados rusos
Durante la época soviética, los dibujos animados eran un instrumento útil para transmitir mensajes políticos y valores familiares que se querían inculcar en la sociedad.
“Nos gusta mucho la animación soviética y siempre la vemos. Es buena y enseña a los niños a ser sensibles, sencillos y a amar. Los dibujos animados soviéticos enraizaron valores en mi vida, en mi alma, sobre lo que es bueno y lo que es malo”, destaca la madre de familia Natalia Mashkovich.
En la Unión Soviética los dibujos animados eran más bien un arte que una industria. Tras la caída de la URSS, la inestabilidad política y económica provocó prácticamente la desaparición de este género, que no estaba preparado para la economía de mercado.
“La animación soviética era de autor, era hermosa, era aclamada y no existían series como las tienen los dibujos animados extranjeros. Era absolutamente diferente, porque no tenía presión por parte de los productores y el mercado como ahora”, afirma el productor ejecutivo de ‘Belka & Strelka’, Vadim Sotskov.
Hoy en día, las condiciones económicas tampoco son mejores, pero se mantiene la misma creatividad y los autores, aunque con pocos recursos, buscan modernizarse para ganar parte del mercado mundial, liderado por Estados Unidos y Japón.
“Los dibujos animados hechos en la Rusia actual son muy diferentes a los que son producidos en países de Occidente, incluso a los de la época soviética, pero cautivan a las nuevas generaciones”.
Pese a no contar con suficientes recursos económicos y tecnológicos, los estudios rusos intentan crear nuevos héroes, historias y personajes a partir de la vasta riqueza cultural y literaria con la que cuenta el país.
Eventos históricos importantes sirven de inspiración para ser llevados a la pantalla, como la llegada al espacio de las perritas ‘Belka y Strelka’.
Dicho acontecimiento es el punto de partida de la cinta homónima, que marca la incursión rusa en la animación 3D con buenos resultados, al conseguir cerca de cuatro millones de dólares de taquilla en su país de origen y un millón en Polonia.
Ahora, América Latina y Asia son mercados potenciales para las cintas rusas. ”Estamos muy interesados en el mercado sudamericano. Brasil ya compró la película y estamos en conversaciones con los países de la región para venderla”, destaca Sotskov.
Los realizadores se muestran optimistas ante los retos del mercado, que permitirá darle una segunda oportunidad a las animaciones rusas y su magnífica tradición, que les permitirá abrirse paso en el futuro.