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La Casa Blanca desprestigiada con la permanencia de Mubarak

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Ninguno de los líderes mundiales ha conseguido desprestigiar tanto a la diplomacia, los servicios secretos y la palabra del propio mandatario de Estados Unidos, como el presidente Hosni Mubarak de Egipto. Lo logró con el único hecho de haber seguido ejerciendo sus poderes constitucionales del jef
La Casa Blanca desprestigiada con la permanencia de Mubarak

Ninguno de los líderes mundiales ha conseguido desprestigiar tanto a la diplomacia, los servicios secretos y la palabra del propio mandatario de Estados Unidos, como el presidente Hosni Mubarak de Egipto. Lo logró con el único hecho de haber seguido ejerciendo sus poderes constitucionales del jefe de Estado, al tiempo que le pidieron que abdicara y al tiempo que incluso la CIA estuvo segura de que así lo haría.

Cuatro horas antes de que Mubarak pronunciara su discurso televisado para la nación en el que restablecía el statu quo, el director de la Agencia Central de Inteligencia, León Panetta, aseguró al Congreso de EE. UU. que existía “alta apariencia” de que esta misma noche el líder egipcio renunciara a su cargo. Explicó que sus fuentes “inteligentes” le indicaban la decisión eventual de que abandonaría el poder para satisfacer las demandas de la calle. La aparición de algunos jefes militares egipcios en la televisión nacional para anunciar su intervención en la resolución de los problemas del país, fue interpretada por Panetta como un signo seguro de que el que el mandato de casi 30 años estaba perdiendo autoridad.

Panetta no precisó si fundamentaba su juicio principal en la información que tenía de sus agentes, o la ignoraba cuando sacó esa conclusión que ha evidenciado su falsedad tan pronto.

A la misma hora que el 'faraón' reafirmaba su disposición a seguir controlando la preparación del Estado hacia las elecciones legítimas de su sucesor, convocadas para el próximo septiembre, el embajador egipcio en Estados Unidos desconcertó a la élite política de esa nación con su aserción de que Suleimán era el “presidente de hecho”. La frase del propio mandatario de que cedía parte de sus funciones al vicepresidente Omar Suleimán resultó ser mal interpretada.

Dos horas más tarde Obama, quien ya había indicado a su homólogo africano lo que le sería oportuno hacer, pasó a interferir directamente en los asuntos internos de Egipto. “El Gobierno egipcio —dijo contundente— debe exponer un proyecto viable y concreto que lleve a Egipto hacia la democracia, pero todavía no ha aprovechado esa oportunidad”. En continuación opinó que la “transición de autoridad” [que no había] planteada por el presidente egipcio “no está claro todavía si es inmediata, significativa o suficiente”.

“Demasiados egipcios se muestran poco convencidos de que el Gobierno haya sido serio acerca de una transición genuina a la democracia, y de su responsabilidad de hablar claramente al pueblo egipcio y al mundo”, denunció Obama. Indicó además que la transición “debe mostrar inmediatamente un cambio político irreversible” a través de “un camino negociado hacia la democracia” que incluya a “la oposición y la sociedad civil”. Agregó que el estado de emergencia (que era vigente en Egipto a lo largo de todos los años con Mubarak en el poder, más o menos tranquilos) debe ser levantado.

Un conocido periodista norteamericano y exfuncionario de la Agencia Nacional de Seguridad, Wayne Madsen, criticó en su comentario al canal RT así los propios intentos de la Administración Obama de influir sobre el desarrollo de la situación en El Cairo, como cierta impotencia de aquellos intentos:

“Hemos oído hoy las palabras del director de la CIA, León Panetta, quien anunció que hasta él mismo pensaba que Mubarak dimitiría. ¡Y eso que se trata del jefe de la CIA! —exclamó el experto—. Sabemos que esta estructura prácticamente controla al vicepresidente Omar Suleimán. Él es su candidato. Si el director de la CIA no tiene ni idea de qué pasa en Egipto, yo no tendría ninguna confianza en la Administración estadounidense”.

“No podemos acusar a Mubarak —prosiguió Madsen— ya que escucha a demasiados funcionarios estadounidenses a la vez. Si tuviera una llamada de Obama diciendo: —Mira, veo lo que pasa en las calles, he dado un discurso sobre lo que pasa en Oriente Medio, voy a poner en acción todas mis palabras, ha llegado la hora de que te vayas—, quizá lo hiciera. Pero Obama no lo ha hecho todavía”.

Para colmo, Washington corre el riesgo de perder, sin su 'aliado', el mínimo control sobre un Estado bastante desarrollado para poder desestabilizar todo un proceso de paz en Oriente Medio. Así, el denominado 'Movimiento 6 de Abril', el cual convocó la primera manifestación masiva en Egipto el 25 de enero, este mismo jueves exigió la renuncia del recién nombrado vicepresidente, por quien apuesta la diplomacia y según ya se sabe los servicios especiales norteamericanos. Los supuestos radicales (que todavía se han representado de manera impersonal) denunciaron que rechazaban el diálogo iniciado por él como representante del régimen, a causa de que sólo es una manera de mantener en el poder a las mismas personas.

Y en cuanto al protegido por Europa y premio Nobel de la Paz, Mohamed el-Baradei, sus compañeros de viaje ya expresaron que sus relaciones con el veterano diplomático, llegado al país en plena crisis, son buenas pero no tanto para que eso signifique que él vaya a ser el nuevo presidente. Parece muy emblemático que el propio el-Baradei, quien hace dos semanas plenamente coqueteaba con los manifestantes en esta nueva situación, accedió a invocar al Ejército egipcio. Opinando el jueves que la situación en la nación está a punto de explotar y solo una intervención militar puede salvar la situación.

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