Las medidas contra el cólera en Haití son inefectivas
Según un informe emitido por investigadores estadounidenses y haitianos, han fracasado las medidas para lidiar con el brote de cólera en Haití, que se ha cobrado la vida de unas 3.600 personas, a pesar de los miles de millones de dólares de la ayuda prometida por la comunidad internacional.
En el país caribeño, más de un tercio de los casi 2 millones de personas que se quedaron sin hogar tras el devastador terremoto de enero de 2010 sigue viviendo en campamentos, sin acceso al agua potable. La mayoría de estas personas tampoco tiene acceso al baño.
Dado que el cólera se extiende a través del contacto con heces infectadas, no es nada asombroso que la epidemia haya permanecido en tales condiciones. Los investigadores advierten que el brote aún no ha alcanzado su culminación, así que habrá más muertes, si el problema no es tratado apropiada y rápidamente.
El informe de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, basado en una investigación por sociólogos haitianos, también consideró el trabajo de organizaciones no gubernamentales que distribuyen ayuda humanitaria. Se señala que algunas ONG carecen de la contabilidad de la gente a la que sirven, están mal coordinadas y tienen demasiados altos gerentes.
Además, según el informe, algunas ONG están más bien interesadas en atraer la mayor cantidad posible de fondos, antes que en resolver los problemas declarados.
En tanto, la epidemia de cólera no es sólo un problema de Haití, sino que también ha llagado a República Dominicana, que comparte frontera con este país y ya ha registrado más de 200 infectados.
Decenas de casos de cólera han sido diagnosticados en Venezuela y Estados Unidos, muchos procedentes de una amplia boda que se celebró en República Dominicana. A su vez, hay contaminados en otros países latinoamericanos.
Los investigadores opinan que la comunidad internacional y el gobierno haitiano fracasaron en tratar las principales precondiciones de la epidemia: la pobreza y el desempleo.
Según el informe, se debía haber usado la huída de la gente de Puerto Príncipe justo tras el terremoto, que dejó más de 230.000 muertos. Ésa fue la oportunidad para crear nuevos puestos de trabajo en zonas rurales y rectificar los errores del pasado, que habían hecho disparar la población urbana a través del éxodo rural, como resultado de la política neoliberal de los 80.