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Sokushinbutsu, o el proceso de convertirte en momia

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Sokushinbutsu, o el proceso de convertirte en momia

A lo largo de la historia muchas culturas han tratado de honrar a sus muertos momificándolos, ya sea por la creencia en la vida después de la muerte, o como un simple acto ceremonial. Es algo que aprendimos en el colegio, y prácticamente ya no nos llama la atención, puesto que siempre hemos visto o leído acerca de las mediáticas momias del antiguo Egipto, o las de América precolombina.

Lo realmente extraordinario es saber que en Asia, entre los antiguos budistas, hubo miembros dispuestos a auto momificarse en vida conscientes de que lo hacían, y lo que es aún más extraordinario, en un largo proceso en el que no intervenía nadie más que ellos mismos.

El Shugendo era una antigua religión japonesa basada en el budismo, que perseguía la comprensión y equilibrio entre el hombre y la naturaleza. Estos monjes se asentaron al norte del Japón, concretamente en la provincia de Yamagata alrededor del siglo XV, y desarrollaron una forma de momificación que se lleva a cabo en vida.

Se han encontrado más de una docena de estas momias diseminadas en esa zona del archipiélago, realizadas mediante un proceso conocidocomo Sokushinbutsu, que literalmente significa “convertirse en buda estando vivo”.

Este ritual era un privilegio reservado para pocos monjes, en el cual los afortunados elegidos trataban de preservar su cuerpo mediante un largo y doloroso proceso de autodisciplina, que convertía su piel y músculos en un armazón sin grasa y carente de movimiento, mientras ellos estaban aún completamente vivos.

Los aspirantes a momias vivientes, debían seguir rigurosamente durante mil días (tres años) una dieta especial a base de frutos secos y semillas, mientras participaban en un régimen de actividad física y entrenamiento riguroso, que acababa por eliminar la grasa corporal de su cuerpo. Esta etapa era crucial, ya que si el monje la había realizado correctamente, era el pasaporte hacia una momificación exitosa.

Cuando habían eliminado toda la grasa, podían pasar a la siguiente etapa, la cual duraba otros mil días, en la cual la dieta se volvía aún más estricta, ya que solamente podía ingerir cortezas y raíces de pino. Los monjes que se encontraban en esta segunda etapa eran prácticamente hueso y pellejo, ya que su organismo carecía de grasa y casi totalmente de agua. La mayor parte del tiempo se dedicaban a la oración y al canto de mantras. En este deplorable estado físico los monjes bebían un té venenoso hecho con la savia de un árbol llamado Urushi, que contiene urushiol, el mismo principio activo de la hiedra venenosa. Cada vez que ingerían aquel té, éste les inducía al vómito, los hacía sudar y orinar continuamente, lo que aceleraba aún más la pérdida de los pocos líquidos corporales que les quedaban.

Por último, en la etapa final, el aspirante a momia se encerraba en posición de loto en una tumba de piedra vertical, apenas un poco más grande que su cuerpo, donde no podía moverse. Esta tumba estaba generalmente a 3 m bajo tierra, y la única conexión que le quedaba con el mundo exterior era un largo tubo de bambú que le suministraba aire y una pequeña campana, la cual debía tocar diariamente para hacer saber a su congregación que aún seguía vivo. Cuando la campana dejaba de sonar, se retiraba el bambú y la tumba era sellada. A partir de ese momento los monjes esperaban otros mil días para desenterrarlo, y si el proceso había sido realizado correctamente, el cadáver debía mantenerse incorrupto y sin deterioro alguno.

Cuando la momificación había sido exitosa y no presentaba signos de descomposición, el cadáver era colocado en un santuario donde era reverenciado como si se tratase de un dios, ya que se había acercado al estatus de buda. Luego las momias eran trasladadas al templo de Kaikoji en la misma provincia, donde recibían el cuidado y limpieza de generaciones de monjes. En este templo se encontraron dos momias muy bien preservadas, que según los registros de los monjes fueron enterradas en 1755 y 1822. Curiosamente se encuentran en posición orientada hacia la montaña sagrada DewaSanzan, lugar desde donde las llevaron.

Cabe señalar que fueron cientos de monjes los que intentaron auto momificase, pero al tratarse de un proceso tan complejo, no todos lo consiguieron, es por eso que hasta la fecha se han descubierto sólo 16 momias. Los monjes que fallaban en su intento de transformarse en Sokushinbutsu, eran enterrados en una tumba común y corriente, eso sí con los honores y el respeto que se habían ganado por haberlo intentado.

Este increíble y doloroso proceso de momificación fue prohibido en 1909, durante el mandato del Emperador Meiji, un gobierno que mantuvo una fuerte campaña nacional a favor de los sintoístas, la religión autóctona de Japón.

Estas momias siempre habían sido un secreto a voces en su país, y tampoco nadie había intentado negar su existencia, eso sí, hasta mediados del siglo pasado muy pocas personas sabían de ellas. Fueron estudiadas por primera vez en la década de 1960, cuando científicos de la Universidad Waseda de Tokio, decidieron investigar acerca de los rumores que por siglos corrieron acerca de estas momias. Cuando llegaron a ellas y se percataron de que los órganos internos de las momias se encontraban intactos, se quedaron estupefactos, era una prueba de que no habían sido manipuladas post mortem.

Un blog de actualidad, historia y curiosidades desde la Mitad del Mundo, Ecuador creado por el autor de Sentado frente al Mundo .

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