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El proyecto Alcatraz: una alternativa para los delincuentes venezolanos

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El proyecto de un empresario venezolano permite volver al buen camino a los que de otra forma terminarían en prisión o asesinados en la calle. Más de 300 delincuentes han pasado por su programa social y han logrado una vida con la cual ni siquiera podían soñar.
El proyecto Alcatraz: una alternativa para los delincuentes venezolanos

El proyecto de un empresario venezolano permite volver al buen camino a los que de otra forma terminarían en prisión o asesinados en la calle. Más de 300 delincuentes han pasado por su programa social y han logrado una vida con la cual ni siquiera podían soñar.

José cometió un delito serio y fue detenido igual que su compinche. Pero ninguno de ellos está en la cárcel. Trabajan en la hacienda Santa Teresa, la misma que atracaron. Ahora tienen hogar, familia, amigos y futuro.

¿Cómo se convierte un asalto en un cuento con final feliz?  

"Agarraron al compañero mío y el presidente de la empresa le puso dos cosas a cambio: o ir a la cárcel o tres meses de trabajo, sin pago y sin nada", confiesa José.

"El primero que agarramos lo entregamos a la policía y la policía lo quería matar. Y al final tuvimos que pagar para que no lo mataran", ha informado Alberto Vollmer, el presidente de la compañía Santa Teresa, conocida por su producción de los rones añejos, una de las de mayor tradición y prestigio en Venezuela.

En el año 2003, cuando asaltaron su hacienda, entendió: tenía que dar una respuesta a los delincuentes y dejarles claro que su empresa no era vulnerable.  "Le dije: te perdono, pero vas a tener que pagar. Yo te doy de comer, te doy el techo, pero tú vas a trabajar gratis 3 meses. Si te escapas, ya sabes que te conseguimos y te entregamos a la policía. Si faltas a las reglas nuestras internas te entregamos a la policía", cuenta Alberto.

Así nació el proyecto Alcatraz que aún sigue generando cambios en el Municipio de Revenga. Pero no sólo fueron esos jóvenes los que aceptaron la propuesta de trabajar, sino que pidieron que se incorporara toda la banda, que consistía en 22 miembros.

Juan, miembro de una banda: “Vives enfocado en el problema y no en la solución”.

El principio no era fácil. "Cuando me metieron aquí la gente guardaba cosas de mí. Les dije que si no hay confianza, yo no puedo confiar de ellos. Trabajaba en la cocina y no me querían dar el cuchillo", comenta Wiliam, uno de los jóvenes de la banda.

Los chicos se comprometieron al cambio. Además de trabajar, cursaron estudios, obtuvieron asistencia psicológica y asesoramiento profesional. Les enseñaron a jugar al rugby, generaron confianza entre ellos. Les hicieron reaprender a vivir. Pero este fue sólo el primer paso.

Las bandas locales llevaban 10 años matándose entre ellas. Detrás de cada una se escondía una leyenda de un homicida o un delincuente peligroso. "Es un problema de oscuridad, lo que pasa es que vives enfocado en el problema y no en la solución", confiesa uno de los jóvenes. 

Gracias al proyecto el índice de homicidios en la región bajó significativamente

La organización decidió reclutar a la segunda banda. Cuentan que lo más difícil fue lograr la paz entre ellos. Pero poco a poco lo consiguieron, y la voz sobre esta misión corrió por toda la región. Santa Teresa empezó a recibir solicitudes de otras que querían entrar al proyecto. Ahora están trabajando con la sexta. El índice de homicidios en la región bajó drásticamente.

Sin disparar un tiro, con educación y confianza, a través de la práctica de rugby o el trabajo comunitario, este proyecto, aunque parece utópico, ha logrado alejar de la delincuencia a más de 300 jóvenes.

Agradecidos por esta oportunidad de conocer otra cara de la vida, 8 años después, muchos siguen trabajando en la hacienda. Ya tienen un proyecto de vida, y saben que esto se logra solo con constancia, cambiando la forma de vida.

"Pues sí que he cambiado, tengo dos chamos, mi esposa, mi hogar demasiado excelente. No sabía ni leer ni nada, todo me lo han enseñado aquí", asegura uno de los participantes del proyecto.

A parte del Proyecto Alcatraz, la fundación Santa Teresa ha puesto en marcha un programa de prevención. Allí ya hay 800 chavales que juegan al rugby porque el deporte canaliza bien la agresividad, ya que en la calle no existen finales felices.

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