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Mitologemas de la Cultura mexicana (Tercera parte)

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Mitologemas de la Cultura mexicana (Tercera parte)

Tercera parte. El machismo y la violencia

¡Hola! ¿Qué tal?

El Dr. Kofman piensa que no vale la pena explicar a los latinoamericanos lo que es el machismo. Basta subrayar que este complejo se realiza en todos los niveles: social, colectivo, individual, en el nivel de folclore así como en el nivel de la literatura profesional.

A ver cómo funciona en el nivel de folclore. Pero en primer lugar hay que advertir que el prototipo real y el héroe ideal folclórico son cosas muy diferentes. El último se construye en base a la elección de características definidas y de su exageración. Al macho como personaje folclórico le son propios rasgos como el culto a la fuerza, el carácter agresivo, la autoafirmación, la valentía, el desprecio a la muerte (tanto a la ajena como a la suya). Respecto al carácter machista es curioso notar como cambiaron las coplas españolas en México.

Copla española:

Dicen que me han de matar

Con un puñal valenciano,

Yo te perdono la muerte

Si me matas mano a mano.

Mexicana:

Dicen que me han de matar

Con una daga muy buena

Las heridas que me hagan

Me las curo con arena.

A ver las relaciones del macho con el sexo femenino. Comparemos las variantes de coplas españolas y mexicanas para comprender mejor el carácter de nuestro héroe:

Española:

Si porque te quiero quieres

Que yo la muerte reciba

Cúmplase tu voluntad

Muera yo porque otro viva.

Mexicana:

Si porque te quieres quiero

Que yo la muerte reciba

Muere tú, que yo no quiero

Morir para que tú vivas.

Los ensayistas mexicanos jugaron el papel de intermediarios entre el folclore y la literatura. Son ellos los que desde los 30 empezaron a investigar “la esencia mexicana”. Son ellos los que transformaron los motivos folclóricos en categorías de autoidentificación.

Para el Dr. Kofman esta tendencia surgió en el famoso libro de Samuel Ramos El perfil del hombre y la cultura en México (1934), donde el autor elaboró un enfoque nuevo en la investigación de la imago mundi nacional. Él destacó un pelado (macho), el personaje favorito del folclore mexicano, y lo representó como el etnotipo mexicano. Según Ramos, la esencia del carácter de macho consiste en la autoafirmación, que se junta con una agresividad irracional y la inclinación a la violencia. Así Ramos introduce en la cultura nacional la categoría de violencia, que en esta época se convirtió en el tema central de la novela de la revolución. Sin embargo, según Ramos, el machismo es una máscara que oculta el complejo de inferioridad y el miedo de mostrar la flaqueza. El macho “vive en un continuo temor de ser descubierto, desconfiado de si mismo”. Esta contradicción trágica engendra rasgos del carácter nacional tales como desconfianza, el antirracionalismo, la carencia del sentido de la medida, sin tino en la conducta.


El filósofo del nacionalismo mexicano Samuel Ramos

Luego el ponente dice que pasados quince años Octavio Paz desarrolló las ideas de Ramos en su famoso libro El laberinto de la soledad (1950), que sigue siendo para los mexicanos como una escritura sagrada. Paz describe el carácter nacional a base del mismo modelo etnotípico de macho, investigándolo en el aspecto histórico. Según Paz, ya en la época de la conquista, que fue el “trauma natal” de la cultura mexicana, se formó una imago mundi nacional impregnada de violencia. Es este “trauma natal” se engendraron tales nociones como “chingada” y “chingón”, que en buena parte definen la idiosincrasia de la imago mundi nacional. Según Paz, al complejo machista está ligada la tanatología mexicana.


Octavio Paz, el autor del libro El laberinto de la soledad, una escritura sagrada para los mexicanos

Los escritores mexicanos, claro está, leyeron los mencionados ensayos y otros y ellos mismos participaron en las discusiones sobre “la esencia mexicana”. Entonces, no hay duda de que los numerosos personajes-machos, grandes chingones, vinieron a la literatura mexicana no solamente del folclore, sino también de los ensayos de los culturólogos. De estos personajes los más conocidos son Pedro Páramo de Rulfo, Federico Robles y Artemio Cruz de Fuentes, Guerra Victoria y Epifanio Trujillo de Yañez. La imagen del macho, el agente de la violencia individual, se junta con la imagen del dictador: el último es un macho que tomó el poder estatal.

Cualquier imagen se cambia al transponerse de la esfera del folclore a la esfera de la literatura, ya que se trata del otro sistema artístico. En la esfera de la literatura el personaje macho se hace polifacético y ambiguo: a la vez repugnante y atractivo.


Hernán Cortes, anunciador de la literatura mexicana

La imagen del macho está vinculada con la violencia: otro mitologema de mucha importancia. La violencia como tema literario se manifestó en cartas-relaciones de Hernán Cortés, al que considero anunciador de la futura literatura mexicana.

Hablando de este tema hay que subrayar las diferencias sustanciales de su interpretación artística entre las literaturas europeas y mexicana. En la literatura europea la violencia se interpreta como una de las posibilidades en la estrategia vital, es decir, el héroe puede elegir su ruta y como regla a fin de cuentas llega a la negación de la violencia. Otro es el caso del personaje mexicano el que no tiene tanta libertad de alternativa. Como regla, el destino lo pone ante la elección: matar, ser matado o cobrar fama de cobarde. Claro está, lo tercero se excluye para el personaje que tenga por lo menos una gota de dignidad. Así la violencia fatalmente predetermina el destino del héroe.

Esta ley de la violencia actúa como una fuerza cósmica, siendo inherente al espacio nacional. Otra peculiaridad de la violencia consiste en el hecho de que juega el papel de eslabón de enlace entre el personaje y el medio. Siendo la respuesta al desafío del medio, la violencia sirve para establecer el contacto con el mismo. Vale la pena destacar un rasgo más de la violencia mexicana: su irracionalismo. A menudo la violencia se desencadena sin motivo alguno, espontáneamente.

El tema de la violencia sobrellena a la literatura mexicana desde la novela de la revolución. Más claramente esta interpretación se revela en la obra de Rulfo. Pongamos la pregunta: ¿en qué esfera se realizan los contactos entre sus personajes? Es fácil notar que son fallidos en las esferas de relaciones familiares, en amor o en amistad. Basta constatar que en su obra ni siquiera se encuentran las palabras “amigo” o “amistad”. La palabra como tal tampoco sirve para establecer los contactos entre los seres humanos, lo que se ve en el estilo de los diálogos, que se parecen a una plática entre sordos.

Entonces queda la esfera de lo irracional, donde domina el único tipo de contacto posible: a través de la violencia. Es fácil notar, que casi todos los relatos de Rulfo, así como su novela corta, contienen el asunto de asesinato o la cadena de asesinatos. Los personajes de Rulfo están sumergidos en la atmósfera de la violencia, parece que sólo en esta atmósfera pueden respirar. Es muy importante el hecho de que el asesinato en la obra de Rulfo nunca tiene una motivación mercantil o ideológica. Por lo mismo la violencia está fuera de la esfera de lo pragmático y se realiza en la esfera de lo espiritual, lo ético. Cada homicidio es un eslabón en la cadena de la violencia, la cadena que enlaza los tiempos y los seres humanos.

Terminando su fino ensayo el Doctor Andrey Kofman subraya una vez más que los mitologemas analizados sí tienen raíces en la realidad, pero en su esencia son una máscara o mejor dicho, un espejo donde la cultura mexicana trata de discernir su perfil auténtico.

A mi me parece que esa idea de máscara y espejo es muy atractiva.

Y ustedes, ¿qué opinan?

Vladímir Travkin, e-mail: revistala@mtu-net.ru

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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