Anti terror

Gracias a Dios, a los agentes de seguridad aeroportuaria o a los inventores de los rayos X, la ola de actos terroristas con usurpación de aviones y tomas de rehenes parece haber quedado en el pasado. No es un pasado tan lejano, pero es pasado al fin y al cabo. Pero mucho tuvo que cambiar en los últimos diez-quince años para que hoy nosotros podamos disfrutar del lujo de estar tranquilos abordo de un avión. Indudablemente fueron los hechos del 11 de septiembre los que hicieron cambiar completamente el sistema de seguridad de la aviación civil.

Que los aeropuertos están llenos de controles sofisticados y que sea imposible insertar un arma, una bomba o hasta una tijerita de manicura dentro de un avión, eso ya lo sabemos. Ahora bien, supongamos que por alguna razón el sistema de seguridad no pudo detectar a un terrorista que embarca a un avión para cometer un acto de piratería: ¿Qué tiene que hacer la tripulación entonces?

Una de las primeras normas fundamentales es que siempre que haya algún pasajero abordo, la puerta de la cabina tiene que estar cerrada. Durante el embarque puede que no este cerrada bajo llave (bueno, no es justamente una llave, es una cerradura electrónica), pero sí hay que bloquearla antes del despegue. Para acceder a la cabina las azafatas tienen que insertar un código de cifras que hace sonar una campanita en la cabina. Si el piloto ve que el que esta ‘tocando el timbre’ es un miembro de la tripulación (en algunos aviones hasta hay cámaras que muestran quien esta detrás de la puerta) desbloquea la cerradura. Si no es la azafata, el piloto simplemente no abre y, por si acaso, se comunica con el controlador para informarle que alguien quiere meterse en la cabina.

Todo eso se hace para que supuestos terroristas no tengan contacto con los pilotos. Y no solo para que no se hagan con los mandos y se estrellen contra una torre, sino para que siempre haya alguien que pueda pilotar y aterrizar el avión, ya que lo raro es un terrorista se haya licenciado en alguna escuela de aviación. Por eso son las azafatas quienes tienen que dialogar con el terrorista, no los pilotos. Eso requiere la aplicación de ciertos recursos psicológicos para evitar que cunda el pánico entre los pasajeros y, obviamente, para hacer lo posible para calmar al terrorista lo mas largo posible.

Puede parecer un poco injusto: pobres señoritas combatiendo el mal y los hombres escondidos en la cabina... Por más caballeros que sean los pilotos tenemos prohibido salir de la cabina, pues mucho mayor es el daño que puede causar un avión cayendo descontroladamente a 850 kilómetros por hora. De todos modos, nosotros tampoco dormimos. En caso de usurpación tenemos que insertar un código internacional de cuatro dígitos (‘7600’) en el transpondedor que a su vez manda una señal al radar del controlador para que los servicios de tráfico aéreo y de seguridad puedan tomar las medidas necesarias.  

  Puede que también sea necesario engañar al terrorista diciéndole que el avión esta volando rumbo a algún país de Oriente Medio, cuando en realidad ya esta descendiendo hacia otro lugar. Eso requiere no solo la toma de una decisión arriesgada (¿y si el terrorista se da cuenta y hace estallar una bomba?), sino también un pilotaje muy suave para que sea difícil de entender que el avión esta maniobrando para aterrizar. En fin, cualquier buena idea puede salvar vidas, así que tenemos que actuar en función de lo que esté pasando abordo: no se pueden dictar instrucciones comunes para todos los casos posibles.

Y la pregunta del millón… No, no puede un árabe sin experiencia chocarse contra una torre de 65 metros de ancho a los mandos de un 767 a cientos de kilómetros por hora. Menos aún podrá otro árabe con un 757 y encima contra en Pentágono. Pero ese tema lo dejamos para otra vez…