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Comparando la España imperial con EE.UU.: Una historia de dos Historias (Parte II)

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Comparando la España imperial con EE.UU.: Una historia de dos Historias (Parte II)
En su artículo titulado 'Yesterday’s Spain, Today’s America' ('La España de ayer, la América [EE.UU.] de hoy')  el Sr. James P. Pinkerton, autor y analista político que trabajó en el plantel de la Casa Blanca estadounidense bajo las presidencias de Ronald Reagan y George H.W. Bush, pone a la España del periodo en que fue una potencia con dominios ultramarinos (siglos XVI al XIX) como un mal ejemplo a no seguir por EE.UU., exponiendo aquellos aspectos que, según él, han sido prueba de la debilidad y decadencia de los españoles que los estadounidenses no deben repetir.   

Así, Pinkerton expone como una segunda lección para EE.UU. lo que él llama “los peligros del financialismo”, palabra que él define como dar precedencia a las manipulaciones monetarias y a la moneda del Estado sobre la “innovación y productividad” del país. Añade el autor estadounidense que aunque poseía grandes cantidades de oro y plata por sus posesiones americanas, España es un ejemplo de que poseer “riqueza nacional no es lo mismo que [gozar de] bienestar nacional”.

Peso fuerte de plata español con la efigie del Rey Carlos IV como los usados como dólares de plata de EE.UU.:


Sobre el punto de que España en su pasado imperial puso su moneda o sistema monetario o manipulaciones monetarias por encima de la productividad económica del país y de la innovación, que podemos interpretar aquí como técnica, cabe decir que este argumento no puede estar más alejado de la realidad histórica. Primeramente, las grandes cantidades de oro y plata extraídas de las minas que fluían de la América española a España y por ello a Europa constituyeron una fuente de capital –sí, el oro y la plata son fuente de capital, aunque los seguidores de Adam Smith no lo vean así– basado en el poder adquisitivo de los metales preciosos que benefició a Europa y proporcionó, debido a su gran acumulación en la banca europea ya para fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, la financiación necesaria –el capital– para hacer posible la Revolución Industrial. Esto se debe a que antes del Descubrimiento de América por Cristóbal Colón, no había mucho oro ni plata en Europa para el siglo XV.

En aquel entonces la mitad del oro que producía Europa venía de las minas del Reino de Hungría en Transilvania y en los Montes Cárpatos en la Alta Hungría (la actual Eslovaquia). Hungría producía alrededor del 90% del oro europeo. La otra mitad del oro consumido en Europa venía del África Occidental, de sitios como Ghana y Mali, siendo exportado a los italianos desde puertos en Marruecos. La plata europea antes del Descubrimiento de América venía en su mayor parte del Sacro Imperio Romano Germánico, de las regiones alemanas de Sajonia y Turingia y del Reino de Bohemia (actual República Checa). Había así una carestía de metales preciosos en Europa, pero la afluencia de oro y plata americana a través de España cambió todo, oro y plata que no se quedaba en la Península Ibérica al usarse para pagar las guerras del rey de España en el continente europeo o para pagar por las importaciones de manufacturas, exportadas a España por italianos, franceses, flamencos y holandeses, ingleses o alemanes. En última instancia, ese oro y plata que España traía a Europa terminó beneficiando a otros países que los acumulaban, pero constituyó la base del capital que como mencioné, financió la Revolución Industrial, lo cual benefició económica y tecnológicamente al mundo y por ende a la humanidad.


Pero no se le puede acusar a España de estar ella sola interesada en el oro y la plata. Desde los siglos XVI al XVIII todos querían en Europa oro y plata. Los ingleses bajo el reinado de Isabel I Tudor atacaban las posesiones y comercio marítimo español tanto en tiempo de paz como de guerra por la codicia no sólo de la soberana de Inglaterra, pero también de sus piratas/corsarios como Francis Drake, John Hawkins, Richard Hawkins, Cavendish o Walter Raleigh. Un objetivo estratégico de los holandeses durante su larga guerra con España era la captura del oro y la plata españolas, y los ingleses en el siglo XVIII buscaban conseguir plata española de las minas de Potosí en el Alto Perú, la actual Bolivia, a través del contrabando que se hacía en la ilegal colonia portuguesa de Sacramento en el Río de la Plata, en el actual Uruguay, donde a cambio de la plata española se vendían productos ingleses. Estos también tenían acceso al oro y los diamantes del Brasil, habiendo en la práctica Portugal entregado el transporte de sus mercancías que del Brasil iban a Europa a la marina mercante inglesa, convirtiéndose Lisboa no sólo en estrecha aliada de Londres, pero también en una especie de satélite comercial de la Gran Bretaña. Tras la independencia de México y Bolivia, sus Gobiernos dieron concesiones de explotación minera de plata a intereses mineros ingleses, lo que no había logrado conseguir Inglaterra en unos 230 años de guerras con España. Y no hay que olvidar que a comienzos del siglo XX, la Gran Bretaña, ya influenciada por el pensamiento del liberalismo económico y de la doctrina del 'laissez faire', capitalista e industrial, fue a la guerra contra las repúblicas sudafricanas de los bóer (los descendientes de colonos holandeses) de Orange y Transvaal para conquistar y quedarse con sus minas de oro y diamantes. Si España deseaba oro y plata, también lo querían todos los demás.


El Artificio de Juanelo, máquina hidráulica en Toledo, 1568:
 

 


España transformó e influenció el mercado de la plata mundial y una buena parte del sistema monetario europeo. La moneda de plata española se usaba en la China para fines del siglo XVI para comprar mercancías de este país como sedas y porcelanas, las cuales eran transportadas por el galeón de Manila al puerto de Acapulco de la Nueva España, y de allí eventualmente a Europa. Siguiendo la moneda española como patrón y referencia, el franco francés equivalía a 20 reales de vellón en la segunda mitad del siglo XIX. Igualmente, las monedas de varios estados alemanes, incluyendo el tálero, y de ciudades como Hamburgo y Bremen a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX equivalían a reales de vellón (de cobre) o a reales de plata españoles, debiéndose esta equivalencia al comercio que directa o indirectamente tenían con España o sus posesiones americanas (las Islas Vírgenes danesas en el Caribe eran un punto de contrabando a través del cual se exportaban ilegalmente productos alemanes a las islas españolas del Caribe a cambio de plata española). Incluso el símbolo del dólar americano, $, procede de las iniciales escritas en las letras de cambio del término de “pesos fuertes” (la “s” por el plural de fuertes y el palo vertical por una abreviatura de la letra “f” –de peso fuerte- como la escribían en cursiva los notarios españoles) de plata –dato establecido por las investigaciones históricas en archivo del Dr. Ádám Szászdi-, equivaliendo un peso fuerte a ocho reales de plata a comienzos del siglo XIX. Más aún, los primeros dólares de plata estadounidenses eran pesos fuertes españoles acuñados con la efigie del Rey Carlos IV de Borbón en México. Este símbolo del $, inspirado por los españoles, ha servido probablemente para inspirar con sus rayas transversales los símbolos de la libra esterlina inglesa (£), del euro (€) o del yen japonés (¥).  


El argumento de Pinkerton de que las políticas monetarias de la monarquía española se enfatizaban a costa de la productividad económica no se basa en la realidad histórica. Por ejemplo, en el siglo XVI, para cuando el envío anual de oro y plata de América era un hecho consumado, la ciudad de Sevilla, el puerto de comercio con el Nuevo Mundo, tenía en tiempos del soberano Carlos I de España y V de Alemania una industria de seda y tejidos con 16.000 telares empleando hasta 130.000 trabajadores, según Ciriaco Pérez-Bustamante en su 'Compendio de Historia de España'. Sevilla también poseía en el siglo XVI industrias como platerías, cueros, cerámica y producción de jabones. La ciudad de Toledo, que fue capital en tiempos del Rey Carlos I, aparte de sus legendarias fábricas de aceros y espadas toledanas, tenía una floreciente industria de sedas, terciopelos y damascos, empleando a mediados del siglo XVI a 50.000 obreros de la seda y produciendo anualmente 450.000 libras de seda y unos 100.000 pares de medias de seda, según Gervasio de Artíñano y de Galdácano en su obra 'La producción española en la edad moderna'. La ciudad de Segovia, famosa por su acueducto romano y alcázar real, poseía una gran producción de paños de lana, empleando a más de 34.000 trabajadores. Las Vascongadas eran un importante centro de producción de armas de fuego. Ciudades castellanas como Cuenca, Zamora, Salamanca, Ávila, Medina del Campo, eran importante centros de producción de lana y manufacturas ligadas a este sector, Barcelona era importante por su industria de vidrios, Granada por sus sedas y muebles, Valencia por sus sedas, está la fundamental industria de la construcción naval, esencial para mantener las comunicaciones entre España y sus dominios en América y el Océano Pacífico, etc.


El submarino Ictíneo II de 1864:


En cuanto a innovación, se equivoca el autor del artículo de 'The American Conservative' pues para la minería de metales preciosos se introdujo el método de la amalgamación en México en 1555 y en Potosí en 1571. Hubo también obras de ingeniería hidráulica para obras de minería y de suministro de agua, en este caso como el ingenio del italiano Juanelo Turriano para subir agua del río Tajo hasta unos 100 metros de altura para la ciudad de Toledo y el Alcázar Real, usando la fuerza del río para hacer funcionar la obra hidráulica. Llamado el Artificio de Juanelo, el ingenio hidráulico de tiempos del Rey Felipe II ya funcionaba en 1568 suministrando a Toledo 14.100 litros diarios. Están también los inventos del navarro Jerónimo de Ayanz y Beaumont, tema investigado por el Dr. Nicolás García Tapia y sobre el cual ha informado J.M. Travieso. Jerónimo de Ayanz, el 2 de agosto de 1602 y ante un público que incluía al Rey Felipe III de España, se sumergió en aguas del Río Pisuerga, en la ciudad de Valladolid, por más de una hora a tres metros de profundidad usando un tipo de escafandra de su invención conectada a la superficie con tubos alimentados con aire por medio de fuelles, saliendo después a la superficie como si nada. Jerónimo de Ayanz inventó un aparato que usaba la fuerza del vapor para sacar agua de la mina de plata de Guadalcanal en la provincia de Sevilla, y usó este ingenio de vapor para llevar nieve dentro de la mina y refrigerarla como un primitivo sistema de aire acondicionado. También inventó en 1606 una máquina de vapor que registró además de otros 47 inventos. Incluso, la máquina de vapor que inventó el inglés Thomas Savery y que éste patentó en 1698, al parecer se basó en los trabajos realizados por Jerónimo de Ayanz. Otros de los inventos del navarro registrados en 1606 incluían una bomba para sacar agua de los barcos, un primitivo submarino de madera en forma de barca con sistema para renovar el aire de su interior y un sistema para inmersión y ascensión a la superficie a base de contrapesos, bombas para el regadío de los cultivos, un horno para la destilación de agua de mar en los barcos para suministrar agua potable a las tripulaciones que hacían el recorrido entre América y España, etc.


Donde la producción y la innovación se combinaban fue en la construcción de galeones y navíos en los astilleros españoles de la costa del Pacífico americana en Panamá, El Realejo en Nicaragua, en Guayaquil en el Reino de Quito y en El Callao en el Perú. Se construían desde el siglo XVI y durante el siglo XVII no sólo navíos mercantes pero también galeones de guerra que dotaban la Armada de la Mar del Sur española, dedicada a proteger las costas americanas del Pacífico y su tráfico marítimo ante los ataques de los enemigos de España, especialmente los ingleses y holandeses. La innovación radicaba en los cascos de los galeones construidos en El Realejo o Guayaquil, por ejemplo, que eran en forma de “V” para poder navegar bien a la bolina, o sea, en contra del viento. No se sabe quién inventó este diseño que apareció en el siglo XVI, pero se sabe que los galeones y naves construidas en España, Inglaterra, Holanda y Francia tenían un diseño de casco clásico ancho, lo que los hacía más lentos con buen viento y no les permitía navegar a la bolina. La industria naval se completaba al ir dotados los galeones de guerra construidos en Guayaquil y en El Callao (con maderas guayaquileñas) con cañones de bronce fundidos en El Callao y hechos con cobre chileno y estaño del Alto Perú (boliviano), empleando pólvora fabricada en Latacunga en la actual sierra ecuatoriana, según las investigaciones de la Dra. Dora León Borja de Szászdi. España también desarrolló e introdujo como buque de guerra la fragata, usándose cinco fragatas en las operaciones de aviso, reconocimiento y defensa contra el ataque inglés de Francis Drake contra San Juan de Puerto Rico de 1595. Ya en el siglo XIX el español catalán Narciso Monturiol inventó el submarino Ictíneo I, que entre 1860 y 1861 realizó 69 inmersiones de prueba, siendo seguido dicho submarino en 1864 por el más grande Ictíneo II propulsado por vapor. En 1890 fue comisionado en la Armada Española el submarino Peral, inventado por el teniente Isaac Peral y que tenía un avanzado diseño hidrodinámico, propulsado por baterías eléctricas y dotado de un tubo lanzatorpedos y tres torpedos, etc.


El problema con la postura crítica hacia España de Pinkerton es que no expone los problemas de EE.UU. en cuanto a aplicar el concepto de "financialismo" que usa en su artículo. En vez de enfocarse en España, que usaba dinero contante y sonante hecho a base de monedas de oro y plata y reservas a base de lingotes de estos metales nobles, debería de ver las manipulaciones monetarias del Gobierno federal norteamericano y las especulaciones financieras de la bolsa de valores de Nueva York en Wall Street. Siguiendo el pensamiento económico liberal y más recientemente neoliberal, la bolsa de Wall Street y su mercado de valores han caído en crisis en que se han desplomado en 1873, en1929 dando lugar a la Gran Depresión o más recientemente en 2008, creando la ruina para miles de inversionistas y el desastre económico para millones de empleados y trabajadores. Y como el
Gobierno no debe de intervenir para impedir estos desastres, pues va en contra del liberalismo y neoliberalismo económicos, el peligro de más desplomes de la bolsa seguirá presente, ante las presiones especulativas que afectan a los mercados bursátiles de todo el mundo y por la política monetaria de manipulación del dólar seguida por Washington. Al menos desde la Presidencia de George W. Bush el Gobierno federal está imprimiendo de manera excesiva dólares como una forma no solo de tener dinero, sino sobre todo para abaratar las exportaciones estadounidenses y hacer más costosas las importaciones. Esta política la ha seguido y sigue el presidente Barack Obama con entusiasmo, creando una situación de guerra monetaria con otros países, que en respuesta a la impresión en masa de dólares han aumentado su impresión de papel moneda como el Reino Unido con la libra o devaluado su moneda de manera dramática como Venezuela. Así, se ha dicho que el dólar ha perdido más del 50% de su valor desde los años 80 del siglo pasado, corriendo el riesgo de un día valer tanto como el dinero de juguete del juego Monopoly.


Con todo, Washington sigue acumulando deuda, tanto privada como nacional, y su solución es vender bonos de la deuda a inversionistas nacionales y extranjeros, privados y estatales, pero este 'arreglo' es como una especie de 'pirámide' que funciona siempre que haya nuevos compradores de deuda americana cada año. La deuda en vez de terminarse un día se perpetúa para siempre. ¿Hasta cuándo durará esto? La China ha estado adquiriendo oro en grandes cantidades, aumentando sus reservas -¿quizás para reemplazar las grandes reservas en dólares que tiene, en caso de que estas pierdan un día su valor en una catástrofe financiera que podría arrastrar al resto del mundo?-. España no andaba en manipulaciones monetarias y especulaciones bursátiles con su oro y plata, dinero palpable. Lo mismo no se puede decir de la política monetaria de Washington bajando artificialmente el valor del dólar y creando guerras monetarias con otros países, de su creación de nueva deuda con los bonos que vende para seguir financiándose o de las especulaciones con dinero electrónico tanto en Wall Street como en los principales mercados bursátiles del mundo según la receta económica neoliberal.

El Dr. Lajos Szászdi es analista de asuntos de defensa, seguridad y relaciones internacionales, autor,  conferenciante y comentador en la televisión y la radio 

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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