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El mundo que vemos a través de la amenaza norcoreana

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El mundo que vemos a través de la amenaza norcoreana
Es posible que la actual crisis internacional, que se disparó a partir de la amenaza de Corea del Norte de responder militarmente a las sanciones que le impuso la comunidad internacional, no llegue a umbrales mayores, es decir, al abierto estado de guerra en la península. No obstante, este resultado esperado podría significar nada más que un paréntesis en relación a una crisis mayor que puede tener lugar en cualquier parte del mundo, como consecuencia de 'fisuras y nuevas situaciones' que pueden ser visualizadas a través de la crisis provocada por Corea del Norte. La amenaza norcoreana representa no cualquier amenaza, sino la posibilidad de trastornar el nivel mayor de la seguridad internacional, es decir, el que concentra las armas de exterminio masivo. Una eventual utilización del instrumento nuclear por parte de Pyongyang sobre Seúl, la superpoblada capital que se encuentra a pocos kilómetros de la militarizada frontera, o sobre cualquier otro centro poblado, implicaría una catástrofe incalculable de vidas humanas, descontando las consecuencias de la segura retaliación.

 


Esto básicamente significa que el Tratado de No Proliferación (TNP, 1968), es decir, el régimen internacional central cuyo propósito fue evitar la dispersión de armamento nuclear, ha fracasado en todos los sentidos: en efecto, ha fracasado puesto que actores como Corea del Norte lo han abandonado para desarrollar el arma nuclear. Pero también ha fracasado porque no evitó que aquellos actores no signatarios: Israel, India y Pakistán, marcharan hacia la posesión del artefacto; y ello, en buena medida, se debió a que los intereses de los actores preeminentes responsables de velar por la no proliferación  acabaron promoviendo la proliferación. 
El abandono del TNP por parte de Corea del Norte, en 2003, y la posterior posesión del arma nuclear (en 2006 realizó su primera prueba) confirma la relevancia que implica el arma nuclear para algunos países en relación a lo que sin duda representa un activo mayúsculo en materia de autoayuda en las relaciones interestatales. En otros términos, confirma un temible como contundente corolario: 'si tienes armas nucleares, nadie te amenazará ni, mucho menos, te atacará' (en rigor, el corolario tradicional reza 'si tienes armas nucleares, Estados Unidos no luchará contra ti').

  
Los acontecimientos relativos a los cambios de regímenes durante los últimos tiempos ha reforzado la percepción de actores en relación a la posesión de armamento nuclear. En este sentido, como advierte Ted Galen Carpenter del influyente Cato Institute, los casos de Irak y (más recientemente) Libia afianzaron las desconfianzas de algunos países en relación a las políticas de Estados Unidos y, por tanto, en cuanto a su decisión de asegurarse más que nunca del activo nuclear. En palabras del experto: "La salida de Gaddafi y su ejecución enviaron el mensaje de que un gobernante que renunciaba a sus ambiciones nucleares no podía esperar ningún beneficio duradero por parte de Occidente. De hecho, permanecer sin armas nucleares hizo que sea más fácil y más probable el esfuerzo para cambiar de régimen".

Considerando lo anterior, Corea del Norte ha alcanzado un nivel de credibilidad nuclear, una baza de poder que, independientemente de las serias restricciones del país a escala doméstica como asimismo en otros segmentos de poder internacional, le permite al régimen totalitario estimar que sus poderosos interlocutores acabarán negociando.

Parecidas reflexiones en relación a alcanzar el estatus nuclear son aplicables a Irán, país signatario del TNP. Aunque en este caso se trata de un país que ha construido poder, por cuanto es un actor con influencia y capacidad de proyectarse; por tanto, reclama reconocimiento. No obstante, su condición de eventual 'nuevo actor nuclear' es incompatible con sus explícitos propósitos de 'acabar con el Estado de Israel'; sin embargo, a menos de que se llegue a una riesgosa intervención preventiva israelo-estadounidense en Irán, se tornará muy difícil mantener de modo indefinido un conflicto y una exclusión con un actor que, guste o no, ha adquirido rango geoestratégico y, con base a la experiencia, difícilmente sea disuadido (vía sanciones) para que abandone su curso hacia el escalafón nuclear.

Cabe recordar que a principios de los años 70 China había alcanzado un rango sensible como actor del orden interestatal; a pesar de representar una amenaza para Occidente, puesto que se trataba de un 'actor ideológico o revolucionario', Estados Unidos concluyó que no podía continuar manteniendo con China un conflicto y una exclusión; por consiguiente, no solamente procedió a reconocerla, sino que la incluyó en el diseño de balance o 'directorio' de poder que por entonces impulsaba Henry Kissinger.

La lógica que explica la inclusión de China y la exclusión de Irán reside en lo que puede definirse como 'cultura estratégica', es decir, la previsibilidad de actores que siempre acatarán los términos de la cultura de disuasión en la que han construido su poder, por ejemplo, China; contrariamente de aquellos cuya 'irracionalidad e insensatez estratégica' los puede llevar a 'sacudir el tablero'desatendiendo las consecuencias, por caso, Irán.

En su excelente trabajo 'El retorno a la barbarie en el siglo XXI' (2006), Thérêse Delpech se pregunta si el peligro nuclear está detrás o delante de nosotros. Los que han vivido la era de la Guerra Fría sostienen que atrás, puesto que las armas nucleares nunca más tendrán un papel tan crucial como entre 1949 y 1989; los que sostienen que está delante, advierten que en el mundo post 1989 los nuevos actores como asimismo la dispersión del poder tornan prácticamente imposible el desarme.

Desde estos últimos términos acaso se puedan explicar posturas que bien podrían ser consideradas como una suerte de 'post disuasión', es decir, la convivencia con nuevos protagonistas nucleares carentes de 'cultura estratégica'a través de una activa 'nueva contención', esto es, una 'paciente vigilancia' por parte de los actores nucleares 'ecuánimes o experimentados'.

Desde estos términos, Kenneth Waltz, un experto insospechado de idealismo alguno, sostiene que un Irán nuclear restablecería el hoy afectado equilibrio en la región; es decir, se mantendría lo que puede ser considerada una 'regularidad' del mundo post 1945: los Estados nucleares no se hacen la guerra entre sí, en tanto consideran sobremanera el resultado de la ecuación de terror que ello podría implicar: 'si ataco, me suicido'. Y ello lo saben muy bien los 'actores irracionales' o, para expresarlo en la terminología oficial,  'Estados canallas'.

Planteando lo anterior en términos de pregunta: ¿coadyuva a la seguridad internacional el mantener un orden nuclear restringido, con inevitables fisuras y tolerante del chantaje nuclear, o es más 'favorable' al mismo el 'pluralismo' nuclear altamente custodiado?

Por otra parte, la perforación del TNP en sentido horizontal nunca hubiera sido posible sin el involucramiento de los 'actores elite' del tratado, es decir, aquellos que hasta 1967 habían explosionado artefactos nucleares y, por consiguiente, quedaron habilitados para conservarlos pero comprometidos a no transferir tecnología nuclear a terceros (compromiso que se pretendió reasegurar con la creación del Grupo de Proveedores Nucleares, en 1974). Sin embargo, los intereses de los 'garantes nucleares' prevalecieron por sobre los propósitos del régimen nuclear internacional.

Pakistán, por caso, nunca hubiera accedido al armamento atómico de no haber contado con la asistencia de China, que rivalizaba con la India, y con la asistencia (indirecta) de Estados Unidos, que rivalizaba con la entonces Unión Soviética.

Siguiendo una práctica o técnica de poder protohistórica consistente en 'apoyar al enemigo de mi enemigo', China proporcionó a Pakistán no solamente uranio altamente enriquecido y otros minerales, sino también recursos humanos calificados. Por su parte, durante los años ochenta, cuando los intereses exigieron que Pakistán fuera un 'pivote geopolítico' clave en el suministro de armas y equipos que la Central de Inteligencia Americana hacía llegar a la insurgencia afgana que combatía al invasor soviético, Washington 'soslayó'el programa nuclear del país surasiático, que en 1998 detonó seis artefactos nucleares (si bien disponía de la bomba desde antes).

En términos de pregunta, ¿hay razones para considerar que los actores preeminentes sacrificarán o dejarán de lado sus intereses para defender las salvaguardas de la humanidad en relación a la proliferación?

Concluyendo, la crisis coreana tiene lugar en un marco de deterioro constante en el segmento más sensible de la seguridad internacional: el de las armas de exterminio masivo; solamente consideremos que en los últimos quince años, India, Pakistán (no signatarios del TNP) y Corea del Norte (retirado del TNP) llevaron a cabo catorce ensayos nucleares, al tiempo que desarrollaron (sobre todo los dos primeros) sistemas misilísticos con el fin de 'rentabilizar' geopolíticamente sus capacidades nucleares.

Pero el régimen nuclear internacional no solamente se ha fisurado horizontalmente, sino también verticalmente, puesto que los poderes preeminentes han reducido sus arsenales siguiendo compromisos asumidos en el TNP, pero la capacidad exterminadora de los cientos con los que cuentan torna casi irrelevante cualquier reducción.

Por otra parte, la autoayuda sigue siendo una necesidad de los Estados, los principales actores de un sistema internacional carente de centro o autoridad. Cabe agregar (en relación a esto último) que una de las principales tendencias del orden por venir es la profundización de la irrelevancia de la ONU como entidad garante de la paz y la seguridad internacional.

Finalmente, las políticas de doble rasero por caso, la asistencia o los acuerdos que las potencias responsables de evitar la proliferación alcanzan con actores nucleares no signatarios del TNP como Israel e India, como asimismo acontecimientos internacionales que implicaron forzosos cambios de regímenes en Irak y Libia en los últimos años, no solamente no coadyuvan a frenar la proliferación, sino incitan al desarrollo de activos nucleares como baza para eventuales negociaciones y como instrumento de reaseguro nacional y de capacidad de deferencia internacional.
 

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