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Indocumentados de EE.UU. denuncian condiciones laborales inhumanas

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Miles de campesinos indocumentados denuncian en el sur de EE.UU. las condiciones inhumanas que sufren en el trabajo, donde a veces incluso se intoxican por el uso indebido de los pesticidas que esparcen los propietarios de los terrenos.
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"Si estuviera lloviendo un americano no iría a 'piscar' y nosotros lo hacemos como si nada. Una persona americana no va: no va por la lluvia, por las espinas… Nosotros sí soportamos, pero ellos no van. Un americano no duraría ni una hora, ni diez minutos en el campo", dice Abraham Paz, uno de los más de 20.000 campesinos, la gran mayoría inmigrantes indocumentados, que trabajan de sol a sol en los campos de cultivo. 

Abraham trabaja en la localidad de Homestead, en el sur del estado de Florida, famosa por sus frutas y verduras recogidas a diario por miles de trabajadores, en su gran mayoría indocumentados. Las condiciones laborales son tan duras que nadie más quiere realizar este tipo de trabajo. 

Hay jornadas en las que Abraham gana unos 40 dólares al día. En Florida el salario mínimo son casi 8 dólares por hora, muy por encima de los 5 dólares por hora que se les paga a los trabajadores como Abraham, al que apenas le da para vivir dignamente: "Dicen que trabajando duro puedes tener lo que quieras, pero en el campo trabajo bien duro y no consigo lo que quiero. Por ejemplo, en estos días hay comprar para las clases de los niños: los uniformes, los zapatos… todo bien caro, y uno no gana suficiente y trabajo casi el doble de duro", cuenta Abraham.
Yo sentía mareo, temblor en los pies, dolor de cabeza, ardor en la nariz. La garganta me ardía, vomitaba, mi lengua se estaba adormeciendo... era como si yo me hubiera drogado 

Los propios campesinos tienen que costearse guantes, gorros y en ocasiones incluso tienen que cargar con sus propias botellas de agua.  

Los trabajadores llevan a sus espaldas enormes cubos de plástico que van cargando con las verduras. Cada cubo equivale más menos a tres cajas de ocra. No cobran por horas, sino en función de la cantidad de verdura que recojan. Trabajan lo más rápido que pueden para poder llenar el máximo número de cajas y, en consecuencia, llevarse más dinero. Y lo hacen bajo un calor insoportable. 

Pero no solo las duras condiciones hacen de este trabajo una pesadilla. En muchas ocasiones los propietarios utilizan pesticidas sin aplicar las normas de seguridad. Esto pone en grave peligro a trabajadores como Ofelia, que ya ha sufrido las consecuencias.

"Yo sentía mareo, temblor en los pies, dolor de cabeza, ardor en la nariz. La garganta me ardía, vomitaba, mi lengua se estaba adormeciendo... era como si yo me hubiera drogado", dice Ofelia Aguilera. Las asociaciones de campesinos denuncian que los propietarios de las tierras solo piensan en su propio beneficio y no en la salud de sus trabajadores, a los que amenazan con dejar sin empleo. Sin embargo Ofelia superó sus miedos y viajó a Washington para entrevistarse con miembros del Departamento de Agricultura. 

"Yo llevé principalmente el mensaje de que en los trabajos del campo no están respetando las regulaciones para aplicar los pesticidas. La gente tiene miedo, como si los fueran a matar, pero yo ahora me doy cuenta de que no hay que tener miedo", dijo a RT.

Durante su viaje a la capital, miembros del departamento le explicaron a Ofelia que, pese a su condición de indocumentada, tiene derechos, y que puede denunciar las irregularidades que observe. Ahora intenta instruir a sus compañeras en el campo para que sigan su ejemplo y para que logren algo que a veces es más difícil que sobrevivir... hacerse respetar.
 

 
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