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Día 13-14. Miramar. 2.124 kilómetros

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Día 13-14. Miramar. 2.124 kilómetros

Yo

Miramar no resultó ese pequeño pueblo con casas de unos ricos lugareños, como lo había imaginado. Este es una ciudad turística de un buen tamaño. Con casas altas y bajas, con hoteles caros y modestos, con tiendas, restaurantes, turistas con piel atezada con los niños en triciclos...

Sin embargo, aquí encontré algo. ¿O perdí algo? Sea como fuere, hace mucho tiempo que he aprendido a aceptar las pérdidas filosóficamente. Si alguien o algo se va, esto solo significa que da paso a algo nuevo, más perfecto: la vida ya ha reafirmado esta ley en repetidas ocasiones.



Anteriormente ya me decían que debería deshacerme de ella. De una sortija con un signo OM que desde la vuelta al mundo me pongo en lugar de un anillo de bodas. Algunos decían que parecía "mequetrefe", otros que "este anillo está ocupando el lugar ajeno"... Pero entonces, durante el "Año de la Primavera", este anillo se convirtió para mí en un símbolo de lo que vendrá, lo apreciaba mucho y seguía llevándolo. Y hoy he ido a correr a lo largo de la costa del océano Atlántico.



Durante esta prolongada carrera yo, por cierto, descubrí muchas cosas importantes e interesantes. Por ejemplo, dónde arreglar el cuerpo de la cámara y el monopie roto. Me enteré de dónde se encuentra casa en la que vivieron Ernesto y Alberto durante su visita a Miramar y que ahora se ha convertido en el hostal FUSER.
 
E incluso encontré la dirección del taller, en el cual los muchachos de nuevo repararon su moto y ¡el nombre de su dueño! Más tarde recorrí todas las partes e hice todo, grabé una entrevista extraordinaria con la dueña del hostal, encontré el taller y el chico que trabajaba allí me contó la historia del encuentro de su jefe con Ernesto, y –cómo no– ¡reparé mis dispositivos para la cámara!

Solo que, al regresar de esta carrera, me di cuenta de que el anillo ya no estaba...

Estas cosas pasan.

Che Guevara

Este es el momento de recordar los afectos.

Ernesto estaba enamorado de una joven llamada Masha. Bueno, o María del Carmen Ferreira, conocida como Chinchina. Se conocieron en Córdoba en la boda de su amiga Carmen González Aguilar. De vez en cuando, cuando tenía 13-14 años de edad, la niña le veía en la casa de su prima Dolores Moyano. Él estaba terminando la escuela secundaria y se sumergió en el estudio y en los viajes, por lo que se comunicaban en el marco del género epistolar.

"Para unos ojos verdes cuya paradójica luz me anuncia el peligro de adormecerme en ellos", escribió Ernesto a María en una de sus cartas.

Dos años después se encontraron de nuevo y todo fue diferente. María ya se convirtió en una joven madura y hermosa, de 16 años de edad. Mientras que Ernesto siempre dejaba asombradas a chicas por su erudición y el aspecto físico.
Así que esta vez, también... La familia de María –una de las más ricas de Córdoba– se horrorizó porque, a pesar de pertenecer a una familia noble, Ernesto se juntaba con 'chicos malos', y cuando aparecía en sus audiencias, le gustaba horrorizar a los esnobs de la localidad con sus pantalones arrugados y chaqueta gastada. ¡Y esto cuando los vástagos de las "mejores" familias cordobesas procuraban conquistar su mano y su corazón!

"¿En qué confiaba el Che? En el amor de Chinchina. Le proponía que abandonase el hogar paterno, se olvidara de su riqueza y se marchase con él al extranjero (eso fue después de regresar de su primer viaje por América del Sur). En Venezuela él pensaba trabajar en un leprosorio y, junto con su amigo Alberto Granados, curar a los leprosos…

Pero Chinchina, muchacha común, amaba al Che con un amor corriente. Estaba dispuesta a ser su esposa, pero siempre que Ernesto se quedara a su lado, es decir, pegado a ella. Su quijotesco proyecto de trasladarse a las espesuras venezolanas y dedicarse a la cura de los leprosos le pareció a ella muy conmovedor y noble, pero absolutamente irreal. Lo sublime y lo corriente, la poesía y la inconciliable. Eso no podía terminar con un compromiso. Ninguno entregaba posiciones".

María estaba loca por él y era imposible hacer nada. Sus padres solo tenían la esperanza de un milagro. Miriam Urrutia, amiga de Chinchina en aquellos años, contó: "Los padres de Chinchina no querían oír nada de Ernesto. Su madre, incluso, prometió solemnemente a la Virgen del Valle que si la relación termina, ella hará una peregrinación a Catamarca para ponerle una vela".

Y ese milagro ocurrió….

 Es lo que escribió Ernesto en su diario cuando llegó a Miramar:

"…En realidad escapa a la intención de estas notas narrar los días de Miramar donde Comeback encontró un nuevo hogar, hacia uno de cuyos integrantes era dirigido el intencionado nombre y el viaje quedó girando en un remanso, indeciso, supeditándolo todo a la palabra que consintiera y amarrara.

Alberto veía el peligro y ya se imaginaba solitario por los caminos de América, pero no levantaba la voz. La puja era entre ella y yo. Por un momento resonaron en mis oídos los versos de Otero Silva, al irme, creía, victorioso:

Yo escuchaba chapotear en el barro
Los pies descalzos
Y presentía los rostros anochecidos de hambre.
Mi corazón fue un péndulo entre ella y la calle.
Y no sé con qué fuerza me libré de sus ojos
Me zafé de sus brazos.
Ella quedó nublando de lágrimas su angustia
Tras de la lluvia y el cristal
Pero incapaz para gritarme: ¡Espérame,
Yo me marcho contigo!

Después dudé que la astilla tenga derecho a decir: vencí, cuando la resaca la arroja a la playa donde ella quería llegar, pero eso fue después. Después no interesa al presente. Los dos días programados se estiraron como goma hasta hacerse ocho, y con el sabor agridulce de la despedida mezclándose a mi inveterada halitosis me sentí llevar definitivamente por aires de aventuras hacia mundos que se me antojaban más extraños de lo que fueron, con situaciones que imaginaba mucho más normales de lo que resultaron.

Recuerdo un día en que el amigo mar decidió salir en mi defensa y sacarme del limbo en que cursaba. La playa estaba solitaria y un viento frío soplaba hacia la tierra. Mi cabeza estaba en el regazo que me sujetaba a esas tierras. Todo el universo flotaba rítmico obedeciendo los impulsos de mi voz interior; mi cabeza era mecida por todo lo circundante. De pronto, un soplo más potente trajo distinta la voz del mar: levanté la cabeza sobresaltado, no era nada, sólo una falsa alarma; apoyé de nuevo mis sueños en el regazo acariciador cuando volvía a oír de nuevo la advertencia del mar. Su enorme disritmia martilleaba mi castillo y amenazaba su imponente serenidad. Sentimos frío y nos fuimos tierra adentro huyendo de la presencia turbadora que se negaba a dejarme. Sobre una corta porción de playa, el mar caracoleaba indiferente a su ley sempiterna y de allí nacía la nota turbadora, el aviso indignado. Pero un hombre enamorado (Alberto aplica un adjetivo más suculento y menos literario), no está en condiciones de escuchar llamados de esta naturaleza; en el enorme vientre del Buick siguió construyéndose mi universo basado en un lado burgués..."
Ernesto Che Guevara. 'Diarios de motocicleta'. Digresión lírica.

Alberto Granado solo podía adivinar lo que estaba pasando por la cabeza de su amigo y estaba pensando en otra cosa:

"Hoy nos bañamos en la playa… nos unimos a un grupo de amigos de Chinchina que pasan sus vacaciones junto con la tía de Ernesto. Algunos de ellos eran estudiantes universitarios. Pronto comenzó una discusión sobre temas políticos y sociales. Se habló de la socialización de la medicina llevada a cabo aquel tiempo por el gobierno laborista en Inglaterra.

Ernesto tomó la palabra y durante casi una hora defendió con fuerza la socialización de la medicina, su abolición como un comercio, la desigualdad en la distribución de médicos entre la ciudad y el campo, el abandono científico en el que son dejados los médicos en el área rural, los cuales casi siempre caen en la comercialización...Esbozó estos temas y otros más.

Estando a pocos metros de los jóvenes envueltos en la conversación, sentí esa ternura y admiración que siempre he experimentado hacia Pelao. En primer lugar, él nació y se crió en el mismo entorno que sus interlocutores, pero su cordialidad no se embotó entre las ideas de su clase. Además, estaba discutiendo por algo que el resto daba por sentado.

Escuchando sus argumentos firmes y frases agudas, con las que avasalló todas sus objeciones débiles, no podía dejar de pensar: "Este Pelao cada vez muestra una faceta nueva. ¡Hala!, cuán bien y completo habla ahora sobre esas cosas que hemos discutido con él muchas veces".

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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