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Opinión

El hombre nunca será superado por las máquinas

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El hombre nunca será superado por las máquinas
Ya hace años que la Inteligencia Artificial persigue emular las capacidades del ser humano a través de la tecnología. Esta disciplina ha aportado grandes avances tecnológicos, muy útiles y beneficiosos, en diferentes campos. También estos avances han dado lugar a usos perjudiciales de esas mismas tecnologías.

Pero ahora, algunos expertos en IA, como ya ocurrió en los años 80, auguran que las máquinas llegarán a superar al ser humano. Creen que la construcción de máquinas basadas en un hardware tan sofisticado que pueda efectuar un billón de operaciones por segundo, hará que dichas máquinas estén en condiciones de superar a la inteligencia humana. 

Ante el fracaso de hacer un software equivalente a las capacidades del ser humano, ahora se propugna que es el hardware lo que hará posible que la máquina supere al hombre…, llegando a “evolucionar” y creándose a sí misma su propio software y hardware cada vez más evolucionados, hasta llegar a un punto que escapará a las capacidades de los humanos. Denominan a este hecho “singularidad tecnológica”. Afirman incluso que estas máquinas llegarán a despertar como una entidad autoconsciente. Esto es, desde el punto de vista psicológico, sencillamente ridículo.
 
Y aunque no ponemos en duda los beneficios que puedan tener los avances tecnológicos futuros, que nos continuarán sorprendiendo en los próximos años, son tantos los errores conceptuales sobre el ser humano en estas teorías sobre IA, que daría para escribir un libro.

 

 
No confundir inteligencia con capacidad técnica
 
Un simple análisis de la estructura psicológica del ser humano nos muestra que una máquina nunca podrá superarnos en inteligencia, motivación, altruismo, sentimientos, creatividad, conciencia, es decir, en las cualidades más elevadas del ser humano. En fuerza sí, en velocidad de cálculo sí, en precisión sí, en inteligencia nunca.

Así, dotar a un robot de sensores que detecten su propio bajo nivel de energía, no se puede equiparar con la interocepción humana. A una reacción programada para ejecutarse a un nivel crítico de energía para mantener en funcionamiento el sistema, no se le puede llamar “tener miedo”. A programas para evitar situaciones que puedan dañar al robot no se les puede llamar “dolor” o “sufrimiento físico”. A sistemas complejos de análisis de datos, de fuentes internas o externas, aunque tengan innumerables variables y tipos de respuesta, no se les puede llamar “razonamiento”, y mucho menos “inteligencia”.

Captar datos del entorno a través de sensores no es “percibir la realidad”. Tampoco se puede denominar “toma de decisiones” a una respuesta derivada de un algoritmo matemático en función de unos datos. Ni se puede equiparar la posibilidad de que el sistema mejore su adecuación de respuesta, teniendo en cuenta ensayos y errores previos con el aprendizaje humano. Sin mencionar los aspectos lingüísticos ni el sentido común.

Un robot nunca tendrá sentimientos, ni motivaciones, ni intenciones. Decir esto manifiesta un gran desconocimiento de la naturaleza humana. Dotar de dientes artificiales a un robot y que los muestre, no es lo mismo que sonreír, mucho menos sentir alegría.
 
Imitar el comportamiento humano no es ser un humano
 
Este cúmulo de pretensiones, de distorsiones del lenguaje y de la realidad, ha llevado a estos ilógicos vaticinios. Imitar el comportamiento humano no es ser un humano. Y por muy sofisticada que sea la imitación, no dejara de ser eso, una imitación.

Simplificando, podemos entender claramente que la máquina se basa siempre en capacidad de memoria y velocidad de procesamiento, es decir, procedimientos mecánicos en un sentido amplio. La computación, por compleja que sea, se basa en procesos mecánicos. Por tanto, las máquinas podrán ser más eficientes en todo aquello que precise capacidades mecánicas, como en el caso de una supercomputadora o el vehículo explorador de Marte Curiosity.

Pero el ser humano es mucho más que eso.  Y aunque aún debemos aprender a solucionar nuestros errores psicológicos, como la competencia, el odio, el miedo y todo lo que nos impide colaborar y vivir en paz unos con otros..., eso es parte de nuestra evolución, evolución psicológica principalmente.
 
En este sentido, las actividades más elevadas y fructíferas del ser humano requieren la capacidad de prestar atención, tanto interna como externa, y ésta no consiste en recoger datos. La conciencia humana tiene la capacidad de comprender, inventar, captar, intuir,  percibir, aprender, encontrar soluciones creativas, sentir agradecimiento, bondad, compasión, empatía…, y éstas son cosas que nunca podrá hacer una máquina. 

Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta, escritores. María Ibáñez y Jesús Jiménez.
Twitter: @MariaIyJesusJ
Facebook: María Ibáñez y Jesús Jiménez

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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