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Los efectos de la guerra: objetivo principal para el 'turismo negro'

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Cada año los turistas buscan emociones más y más exóticas. Ni vacaciones “activas” (con actividades deportivas), ni más relajadas (en playas o 'resorts'), ni tampoco visitas a lugares históricos, museos o monumentos les permiten estar satisfechos y sentir que aprovecharon plenamente su tiempo lib
Los efectos de la guerra: objetivo principal para el 'turismo negro'

Cada año los turistas buscan emociones más y más exóticas. Ni vacaciones “activas” (con actividades deportivas), ni más relajadas (en playas o 'resorts'), ni tampoco visitas a lugares históricos, museos o monumentos les permiten estar satisfechos y sentir que aprovecharon plenamente su tiempo libre.

La moda de los últimos años es el 'turismo negro' ('turismo del morbo', o 'turismo macabro'), que sitúa el horror como objetivo de la actividad turística. Los aficionados a este tipo de vacaciones prefieren visitar lugares en donde han sucedido crímenes, raptos, torturas, violaciones y hasta desastres naturales.

Los motivos son bastante diversos. Están los que vienen por mera curiosidad y los que buscan adrenalina, hay turistas 'ocasionales' ("voy porque se lleva") y los hay concienciados; también, a veces, se trata de personas morbosas.

Los destinos que apuestan por esta forma de turismo también son de diferentes tipos.

Lo que parece atraer más la atención de los aficionados al 'turismo negro' son los efectos de la guerra.  Desde hace unos años, el experimento más popular de este estilo es recorrer la extensa red subterránea de los túneles de Cu Chi, utilizada por las fuerzas de resistencia durante la Guerra del Vietnam. Los visitantes tienen la oportunidad de revivir la vida claustrofóbica de los soldados del Viet Cong durante unas horas o ejercitar su puntería con un auténtico AK47.

Sin embargo, la actualidad ofrece, desgraciadamente, posibilidades para revivir acontecimientos mucho más recientes. Así, la Franja de Gaza en Palestina, a finales del año 2008 e inicios de 2009, resultó ser uno de los mayores atractivos para los aficionados a las rutas 'macabras', en especial, durante la operación Plomo Fundido llevada a cabo por el ejército israelí y en la que murieron cerca de 1.500 personas. En aquella época, varias agencias turísticas por todo el mundo ofrecían este circuito a sus clientes.

Otra prueba muy peligrosa, para los que buscan adrenalina, es la visita al desierto post nuclear que rodea la Central de Chernóbyl, en Ucrania, cuyo reactor número 4 explotó en 1986. El área todavía presenta un nivel de radiación que puede perjudicar la salud muy gravemente. Incluso tomando todas las precauciones posibles durante su trabajo, los que ejercen de guías en el territorio, admiten que, pese a de estar su adrenalina siempre muy elevada, lo que debería aumentar su resistencia, no pueden envitar una permanente inquietud psicológica en lo referente a los posibles riesgos.

Un tipo de experiencia muy diferente es visitar unas instalaciones penitenciarias e incluso intentar experimentar  condiciones similares a las que tuvieron que soportar los presos de otras épocas. Existen diferentes programas de este estilo: hay excursiones a antiguas cárceles convertidas en museos actualmente, con exposiciones temáticas y una reconstrucción de la vida cotidiana de un reo, con camas metálicas, sábanas grises y almohadas de paja. Los más famosos en esta sección son el Memorial de Sighet en Rumania, el GULAG (la red de campos de trabajos forzosos de los tiempos soviéticos, en Rusia), o Alcatraz (La Roca, en San Francisco, EE.UU.). Las prisiones vigentes, como, por ejemplo, Sing Sing Correctional Facility en los EE. UU., Vladímir Central (Vladímirsky Central), que está en activo desde finales del siglo XVIII, y Kresty (estas dos últimas en Rusia), también tienen jornadas de puertas abiertas para excursiones.

Unaminúscula isla del Adriático, Goli Otok, convertida por la Yugoslavia de Tito en un centro de represión política con unos 3.000 disidentes encerrados allí hasta 1989, ofrece unas actividades ampliadas.Los turistas tienen la posibilidad de experimentar, aunque sea por unos instantes, algunas de las sensaciones de los antiguos presos, sufriendo en su piel las vivencias de los represaliados.

La primera de las prisiones operativas en ofrecer sus servicios más 'realistas' al 'turismo carcelero' fue un penal masculino de Tailandia, Bang Khwang, en los años noventa, aunque en forma de una estancia corta, de unas horas. La condición básica para participar, a parte de pagar a la agencia turística, es compartir celda con un reo de verdad. Tras el éxito obtenido por esta peculiar oferta turística, las autoridades del país permitieron actividades similares en dos cárceles más.

Una infraestructura más desarrollada existe en Hong Kong: allí las agencias turísticas entregan a los viajeros 'macabros' navajas o pistolas y balas y les denuncian a la policía. Lo principal para cualquier participante es contratar con antelación a un abogado y guardar su contrato con la empresa con todos los detalles de la gira estipulados por escrito para poder probar a las autoridades locales la ausencia de intención criminal. En caso contrario, la aventura puede prolongarse hasta unos años. A los amantes de sensaciones más extremas les pueden ofrecer unos gramos de heroína: la legislación local tiene prevista la pena de muerte por la posesión drogas, aunque sea en cantidades mínimas.  

Sin embargo, existen también otros recorridos aún más intensos: cuando un aficionado al turismo extremo recibe el tratamiento y las condiciones de un reo común por un plazo de tiempo más amplio (semanas o meses) y por precios también bastante elevados. Curiosamente, sólo una persona suficientemente rica puede 'permitirse' una aventura así: el coste es equivalente a el de los mejores hoteles de cinco estrellas, con champán y ostras incluidos. Eso se debe, como uno puede adivinar, no a una infraestructura muy desarrollada, sino a que estas actividades se organizan para cada cliente individualmente o para grupos muy reducidos. Así que, la única solución para un aficionado al 'turismo negro' de la clase media vivir una aventura de este estilo es emplear unos años de su vida ahorrando hasta tener los recursos financieros suficientes o cometer un delito menor para recibir una condena penitenciaria sin gasto alguno. Por el momento, afortunadamente, resulta que la mayoría elige la primera solución.

Mientras tanto, hay países, donde la afición a las aventuras carcelarias se aproxima al cero, como, por ejemplo, en Rusia. Parece que los autóctonos consideran sus posibilidades de acabar en la cárcel con una condena real como bastante probables, lo que se refleja incluso a nivel folclórico, en su 'refranero'. Cuando en español uno dice: “Nunca digas de este agua no beberé o este cura no es mi padre”, un ruso diría: “Nunca digas que no estarás entre rejas o no mendigarás por callejas”. Es una cuestión de mentalidad, interiorizada por una sucesión de legislaciones carentes de cualquier garantía de defensa de los derechos humanos desarrolladas durante la época del zarismo, de los tiempos soviéticos, de los años de incertidumbre durante la Perestroyka, etc.. Lo más asombroso para los organizadores de este tipo de entretenimientos es que los 'turistas morbosos' extranjeros tampoco se atreven a aventurarse hasta tanto. Parece que asistir a una guerra en Israel les parece más seguro que explorar los bosques de Siberia con una cadena en la mano, al lado de los verdaderos reos rusos, aunque fuese sólo por unos días.

Los 'turistas extremos' menos aventureros prefieren experimentar el drama de los problemas fronterizos, tan explotado hoy en día por  la televisión. El destino más popular para vivir una experiencia auténtica es, en primer lugar, la frontera entre México y los EE. UU.: se forman grupos de temerarios y un guía, que hace de jefe del grupo, les acompaña gritando cada cierto tiempo: "¡Corre!, ¡corre!"

Un nivel de adrenalina un poco menos elevado se puede experimentar también en las giras turísticas guiadas que llevan hasta las entrañas de la miseria. Los destinos más famosos son Delhi y las favelas de Río de Janeiro.

Circuitos turísticos de otro tipo recorren zonas desvastadas por desastres naturales, como tsunamis (por ejemplo, Phuket, en el sudeste asiático) o huracanes (como Nueva Orleáns, afectado por el Katrina) para que los visitantes puedan comprobar 'in situ' los efectos del desastre, aunque no queden ya demasiadas huellas del mismo. Parece que, desgraciadamente, el 2010 ha proporcionado a los turistas morbosos otro destino potencialmente muy popular: Haití, que acaba de sufrir uno de los terremotos más “devastadores” que se recuerdan.

Otro atractivo importante son los lugares de crímenes, como el sexto piso de la Plaza Dealey de Dallas, desde el cual  Lee Harvey Oswald asesinó a Kennedy en 1963; el motel de Memphis en el que abatieron a Martin Luther King; el teatro de Ford donde murió Lincoln o el Puente del Alma de París, donde se estrelló el coche de Diana de Gales. Sin embargo, el lugar más popular de la serie es la Zona Cero de Nueva York, que se ha convertido en una de las principales atracciones de la ciudad. Desde luego, por una parte, estos lugares ya son emplazamientos históricos, pero, por otro lado, resulta que entre los visitantes no solamente están los interesados en la historia o los que están conmovidos con la tragedia, sino también aquellos que buscan más adrenalina en esta vida. 

Algunas rutas turísticas pasan por lugares históricos en el sentido más tradicional de la palabra, como, por ejemplo, por las colinas de Culloden, en Escocia, donde las tropas británicas, conducidas por el duque de Cumberland, 'El Carnicero', exterminaron a los jacobitas en 1746; o por el castillo de Velké Losine en la República Checa, famoso por los juicios contra brujos, donde fueron quemados, como mínimo, 56 condenados.

Y las menos morbosas resultan las visitas al 'mundo místico', creado por la tradición literaria y cinematográfica. Por ejemplo, el Castillo de Bran en Transilvania, la residencia de Vlad Tepes que inspiró la figura del Conde Drácula o los itinerarios de Jack el Destripador en Londres, donde intentaron recrear la sórdida atmósfera de la ciudad de Dickens, son visitados por centenares de miles de personas anualmente.

¡Qué aprovechen ustedes sus vacaciones!

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