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Los diamantes son eternos

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Nacido de tormentas, furias subterrestres, Del fuego infernal y el cosmos procedente, Diamante natural, que eres tan silvestre, Empiezas a brillar en manos del maestro. Igual a una gota de rocío en el encaje de la telaraña, cobras vida de repente El mundo gris y frío lo encierras
Los diamantes son eternos

Nacido de tormentas, furias subterrestres,
Del fuego infernal y el cosmos procedente,
Diamante natural, que eres tan silvestre,
Empiezas a brillar en manos del maestro.
 
Igual a una gota de rocío en el encaje
de la telaraña, cobras vida de repente
El mundo gris y frío lo encierras dentro
Y lo devuelves jubiloso y brillante.

El mineral más respetado, más mítico, más divinizado, más fascinante, más bello. Cualquier epíteto que se le aplique al diamante puede ir en grado superlativo.

Químicamente es una variante de la estructura cristalina del carbono. Es la sustancia más dura, más resistente y más eterna en la naturaleza. Lo conocían, divinizaban y admiraban nuestros antepasados. Hasta el día de hoy sigue siendo anhelado por los hombres.

Pero a veces un diamante es mucho más que un adorno. En algunas ocasiones sirve como un instrumento diplomático.

El mundialmente famoso diamante "Sah", que se expone en el Fondo de Diamantes de Moscú, marcó una triste página en la historia rusa. Fue entregado a Rusia tras el asesinato del embajador, diplomático y escritor ruso Griboiedov ocurrido en Teherán en 1829. El Gobierno ruso exigió detener y castigar a los culpables, entonces, con el fin de paliar el conflicto y no agudizar las relaciones con Rusia, el hijo del sah de Persia llevó a San Petersburgo el diamante "Sah" como compensación por la muerte del diplomático.

Foto: el diamante "Sah". 

El diamante de tono amarillento pesa 88,7 quilates y es de 3 centímetros de largo. Sus tres facetas llevan inscripciones en persa y cuentan su historia y sus propietarios. Fue encontrado en la actual India aproximadamente en el año 1450 y primero perteneció a magnates indios y después pasó a manos de los reyes persas.

Ahora el diamante está a la vista del público en el Fondo de Diamantes estatal de Rusia junto con otras muchas joyas, frutos de obra de muchísimos maestros famosos y desconocidos.
 

Más: La historia del Fondo de Diamantes

El Fondo de Diamantes de Rusia es una colección de obras de orfebrería de los siglos XVIII–XX, uno de los pocos tesoros del mundo que guarda las joyas únicas de la corona. La colección se expone permanentemente en la muestra homónima en el Kremlin de Moscú.

El Fondo de Diamantes debe su origen a Pedro Primero. En el reinado de este zar las regalías de coronación se consideraban como “piezas pertenecientes al Estado” y se guardaban en la Tesorería de Petersburgo dentro de un cofre con tres candados. Más tarde otras joyas decorativas empezaron a intergrarse al tesoro.

Al empezar la Primera Guerra Mundial en 1914, San Petersburgo se vio en peligro y los valores fueron trasladados rápidamente a Moscú. Allí las joyas fueron denominadas como el Fondo de Diamantes de Rusia en 1922 y fueron descritas y estudiadas minuciosamente por los especialistas.

Foto: El broche "El Gran Ramo de Flores" (oro, plata, brillantes, esmeraldas), aproximadamente de 1760. RIA Novosti / Serguéi Piatakov

En 1927 y 1933 la mayor parte de las joyas de la corona fue vendida en subastas extrajeras según la decision del Consejo de Comisarios del Pueblo. El resto, como las de mayor importancia histórica y artística, en 1967 integraron una exposición permanente que gozó de un éxito tremendo. Desde aquel entonces la exposición se completó con muchos objetos nuevos, entre ellos diamantes extraídos de yacimientos propios, muestras de pepitas de oro y platino y más de cien maravillosas obras modernas creadas por especialistas rusos.

Foto: Un broche moderno en forma de rosa (platino, brillantes), 1970. RIA Novosti / Serguéi Piatakov
 

Más: La Gran Corona Imperial

La corona mide 27,5 centímetros de alto y pesa casi 2 kilos. Está decorada con cerca de 5.000 brillantes y la corona una enorme espinela roja. La espinela, proveniente de la provincia Badajshán de Pamir, conservó su forma y tamaño históricos ya que en la antigüedad no fue tallada, sino tan sólo pulida un poco.

Fue hecha para la coronación de Catalina II en 1762 y se usó para la coronación de  todos los monarcas consecutivos. Subiendo al trono, la futura emperatriz deseó tener una corona que superara en lujo y majestuosidad a las coronas de otros monarcas europeos. Los maestros crearon una verdadera obra maestra de orfebrería sólo en dos meses: una corona que asombra por su majestuosidad, belleza excepcional, riqueza y perfección.

Foto: La Gran Corona Imperial (oro, plata, brillantes, perlas, espinela), 1762. RIA Novosti / Serguéi Piatakov

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