El aspecto físico es engañoso
La red de medicina y de deporte Nuffield Health realizó una investigación con el fin de averiguar cómo la gente valora el estado de salud según el aspecto físico. En el margen de esta investigación, a más de 2.500 mujeres y hombres les enseñaron fotos de dos personas y preguntaron quién de los dos era más sano.
En una de las fotos aparecía una rubia bronceada y esbelta, en la otra, un hombre totalmente común y corriente. Al margen de que él parecía tener más peso y ser más pálido que la mujer, también llevaba ropa modesta.
Casi dos tercios de las personas encuestadas (más del 62%) opinaron que la mujer era más sana. Después el hombre y la mujer que salían en las fotos fueron examinados por los médicos, les midieron el nivel de azúcar y glucosa, la presión arterial, si tenían vicios o no. Resultó que, en realidad, el hombre estaba más sano.
Muchas celebridades representan la salud ideal: el pelo brillante, la piel clara, cuerpos esbeltos. Sin embargo, los expertos advierten que detrás de esa envoltura puede estar oculta una verdad a medias: presión arterial elevada, alto colesterol y vicios como el fumar.
Al mismo tiempo, 6 de 10 personas interrogadas dijeron que la piel luminosa y el pelo sano eran signos de buena salud; teniendo en cuenta lo anterior eligieron a la mujer. Sin embargo, no es un secreto que los productos caros de tratamientos de belleza pueden hacer milagros con de un pelo deslucido y una piel mal cuidada.
La cirugía plástica puede quitar kilos de sobra acumulados durante el consumo de alimentos no sanos. En las fotos de la mujer no se notaba síntoma alguno de la existencia de enfermedades graves, ya que estas no empiezan a causar molestias hasta que es demasiado tarde.
Los científicos señalan que el enflaquecimiento, que hoy en día se aprecia a menudo como atributo de la belleza, puede ser un signo de desnutrición o de trastornos alimenticios, además puede estar advirtiendo sobre un problema de salud oculto, como por ejemplo, a la tiroides.
La presión arterial alta, por ejemplo, afecta a un tercio de los adultos y duplica el riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebro vasculares.