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¿Padece Europa el síndrome del lacayo?

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¿Padece Europa el síndrome del lacayo?

Uno de los más insignes valores de la humanidad ha sido su tendencia permanente a no dejarse avasallar por ninguna fuerza exterior o interna que pretenda someter a su arbitrio la independencia de un pensamiento o su desarrollo autónomo.

América Latina confirma la existencia de una tendencia autónoma cuya gobernanza no se arrodilla ante las presiones de potencias que intentan todavía ordenar su "patio trasero"

Esta actitud encomiable ha persistido durante miles de años y hoy día se hace patente la contradicción existente entre naciones que postulan su soberanía como incalificable y, a su vez, otras que de modo servil entregan su territorio y decisión a las agendas extranjeras. Lo anterior es sintomático en el caso de dos continentes: el americano y el europeo.

Latinoamérica, después de pasar una larga noche de golpes de Estado, masacres, expoliación de sus riquezas y sometimiento a la pobreza  de cientos de millones de personas, ha comenzado el despertar de tal suerte que se prevé un presente con hidalguía y desenvolvimiento integralmente concebido, donde lo popular o ciudadano juega un papel decisivo.

Cuba ha obligado a Estados Unidos (considerado la principal amenaza para el continente por vastos sectores de la población que han sufrido los rigores de su actuar descarnado), a reconocer que ha sido derrotado por una nación pequeña, inerme, bloqueada, la cual ha demostrado la significación de un pensamiento altivo. Los procesos iniciados por Venezuela bajo la dirección de Hugo Chávez y por Argentina con Néstor Kirchner, continuados por Bolivia y Ecuador, y solidificados por Ignacio "Lula" da Silva en Brasil, entre otros, demuestran que la época de los sables y noches de cuchillos fríos no pueden ser jamás aceptadas, por lo cual la memoria histórica es su principal recordatorio.

En este sentido, América Latina confirma la existencia de una tendencia autónoma cuya gobernanza no se arrodilla ante las presiones de potencias que intentan todavía ordenar su "patio trasero", pese a que ahora es un jardín que florece aunque se fumigue con productos nocivos como la desestabilización, guerra económica y mediática, entre otros no menos lesivos instrumentos de colonialismo.

Por el contrario, Europa, símbolo de la resistencia al nazismo e históricamente fuente de la Revolución Francesa que marcó la fraternidad e igualdad como sus referentes, padece actualmente de una enfermedad grave sintomáticamente parecida a un cáncer: es el síndrome del lacayo o hábito de inclinar la espalda ante la voz que ordena, sin mirar hacia su interlocutor y aceptando las vejaciones que le sucedan.

Esta es la tendencia en el continente europeo, con mínimas excepciones como Grecia que se encuentra en una situación de coacción en máximo grado. El resto está siendo dirigido por una poderosa organización denominada Corporatocracia, la cual emite órdenes que deben ser cumplidas por sus empleados.

El síndrome se caracteriza porque quien lo sufre vive en una constante agonía y resurgimiento: obedece sin levantar la mirada en un signo de humillación y, a su vez, castiga a todo aquel considerado aún más inferior cuando posee alguna opción de sentirse superior. François Hollande es el modelo perfecto, especialmente al arrogarse la guerra contra el Estado Islámico… pero desde el aire y violando la soberanía de Siria, aprovechando la inestabilidad de dicha nación. En otras condiciones no lo hubiera realizado.

Varios ejemplos corroboran esta triste realidad que desdice de la cultura liberal europea. Alemania es uno de los símbolos pues ha sido espiada por el Pentágono, ante lo cual la reacción digna debiera haber sido un rompimiento de relaciones inmediato, lo que no ha ocurrido. Por el contrario, se aceptó y no hubo ninguna respuesta altiva, lo que constituye una alta traición a esa nación y su pueblo. Francia fue llamada al orden y se "sugirió" no vender navíos a Rusia, ante lo que rápidamente inclinó la espalda reverentemente dañando la economía gala, lo que constituye un atentado a la patria. Bulgaria en estos días ha sido llamado al orden lacayo impidiendo poner su territorio a disposición de vuelos humanitarios, lo que indica una perversa acción de un súbdito inconsciente.

Si se vincula a la situación grave que causa el desplazamiento forzado, el egoísmo europeo, otra fase de la enfermedad que antecede los efectos, es sintomático. Por el contrario, países latinoamericanos han puesto su grano de arena para recibirlos mientras que allí se plantea crear muros físicos, como es el caso de Hungría, deportar, o simplemente dejar a la deriva en el mar para que el niño Aylan sirva de disuasivo.

Definitivamente, la primera afirmación es que Europa ya no es el símbolo del desarrollo de los valores más preclaros de la humanidad. Por el contrario, sus naciones y gobiernos han enfermado con el síndrome del lacayo, tendencia a la reverencia o la inclinación dorsal permanente en una actitud encorvada propia de los débiles o temerosos que, asustadizos, corren presurosos a realizar lo que el amo les indica, sin poder alguno para levantar su mirada y enfrentar con dignidad dicha situación.

El mundo se debate como mínimo entre dos visiones: aquella solidaria, gregaria y generosa, que ve al ser humano como respetable y comprensible en su propia situación social, al cual hay que proteger como parte de la especie, y aquella que, de modo servil sirve a los intereses del egoísmo y la guerra como sus valores más evidentes. No obstante, parece ser que el mundo avanza sin dilación hacia la equicracia, aunque los tiempos no sean tan rápidos como desea la gente decente en este planeta. 

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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