Los niños discapacitados han encontrado una casa en el Salvador
El 'Hogar Padre Vito Guarato' en San Salvador es un albergue especializado en el tratamiento y cuidado de niños que sufren distintas disfunciones físicas y mentales, abandonados por sus familiares y desprotegidos. Actualmente alberga a casi 195 personas, cuyas edades oscilan entre los 1 y 50 años y, que por sus discapacidades físicas y mentales, no pueden llegar a tener una vida independiente.
A ellos se les brinda seguridad y protección en un ambiente lleno de amor, cariño y calor de familia. Además, el hogar proporciona los medios para que estas personas puedan llevar una vida adecuada a sus múltiples necesidades. El hogar también provee un programa de atención integral en lo relacionado a salud, educación especial, cuidados y atenciones personales y recreación. Sin embargo, a pesar de que se les brinda de por vida cuidado constante, todavía faltan muchos recursos para que estos menores estén seguros.
En los últimos 23 años, en total 194 niños -casi todos abandonados por sus familiares- han pasado por el hogar; 129 de ellos aun se encuentran internados y, aunque en la mayor parte de los albergues del mundo la mayoría de edad significa el término del cuidado del paciente, aquí el compromiso es de por vida.
En cuanto a la historia del albergue, en el año 1987 el Padre Vito Guarato constituyó la Fundación Hermano Pedro y fundó el Hogar del Niño Minusválido Abandonado -hoy Hogar Padre Vito Guarato-, con la convicción de transformar el sufrimiento en esperanza y el ideal de conducir a los niños minusválidos abandonados a una situación de vida digna.
Un ejemplo de la ocupación que llena el corazón de esperanza y dignidad lo enseña la doctora Wendy López. Directora de Centro Médico, ella explicó al periodista de RT: “Pienso sinceramente, de corazón le digo, que fue Dios quien me puso en aquel lugar. Es que cuando lo vine a conocer me encariñé mucho con los niños y veo que sí se necesita mucha ayuda y muchos médicos”.
Santos Erasmo Guzmán fue el primer niño acogido en el Hogar en 1987. Nació con parálisis cerebral y necesita atención constante por su condición. Sin embargo, él recuerda con alegría y nostalgia el día en que alguien le tendió la mano para cuidarle.
Lo mismo sucede con Sonia, de tres años y con microcefalia, una niña cuya alegría no consiste en juguetes, posesiones o viajes al extranjero, sino en tener alguien que la cuide y respete.
De acuerdo a los informes de las Naciones Unidas, actualmente hay aproximadamente 650 millones de personas con discapacidades en el mundo. La mayor parte vive en países en desarrollo. Pero lejos de ser una estadística más, estas cifras significan, en El Salvador, una realidad llena de incertidumbre: la falta de acceso a servicios básicos y salud establecen una clara y desalentadora relación entre pobreza y discapacidad. De hecho, la expectativa de vida de alguien que nace con parálisis cerebral en Centroamérica es insignificante, a tal punto que muchos niños no llegarán a celebrar su décimo cumpleaños.
Ahí es donde entran figuras como la hermana María de Jesús, la Consejera Espiritual que decidió marcar una diferencia perdurable en la vida de sus 'hijos', como ella misma los llama: “los niños están bien cuidados, las personas que trabajan aquí tienen amor para los niños, aman estos niños y trabajan con amor. Porque aquí en el hogar necesitamos mucho amor y mucha paciencia para trabajar con ellos.”
Pero el sacrificio tiene su recompensa: al final del día algunos de los residentes del hogar logran integrarse a la sociedad y buscar un futuro. Por ejemplo Iván, quien está postrado en una silla de ruedas desde su nacimiento, tiene la intención de ser un ingeniero informático y la está haciendo realidad, con el curso de tecnología y computación del instituto.