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El enigma salvadoreño de la civilización prehispánica

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Arqueólogos de todo el mundo viajan a El Salvador para desvelar los secretos que guardan las ruinas de los pueblos prehispánicos. Uno de los investigadores, Akira Ichikawa, decidió cuando tenía seis años que su destino era ir desde Japón hasta El Salvador para estudiar los sitios arqueológicos y lo

Arqueólogos de todo el mundo viajan a El Salvador para desvelar los secretos que guardan las ruinas de los pueblos prehispánicos. Uno de los investigadores, Akira Ichikawa, decidió cuando tenía seis años que su destino era ir desde Japón hasta El Salvador para estudiar los sitios arqueológicos y los misterios de aquellas civilizaciones que poblaron estas tierras en la antigüedad. Y ahora gracias a su profesor, que le dio trabajo en El Salvador, el arqueólogo trabaja en el país centroamericano y junto con los salvadoeños "para fortalecer y para desarrollar sus conocimientos".

Hoy estos silenciosos vestigios petrificados son el testimonio de los habitantes de otro tiempo. Y aunque muchas de estas estructuras aún permanecen enterradas, lo que se ha logrado catalogar en sitios como San Andrés y Joya del Cerén sugieren una riqueza inmensa para el investigador y para el patrimonio de la humanidad.

Salvador Quintanilla, curador del sitio de Joya del Cerén y uno de los pioneros en las excavaciones de los años 70, afirma que el entendimiento de la vida cotidiana de los habitantes de este sitio y estructuras es esencial para dar origen a una teoría unificada sobre las culturas e historia mesoamericanas.

Al igual que las ciudades romanas de Pompeya y Herculano, la comunidad agrícola prehispánica de Joya de Cerén fue repentinamente sepultada por una erupción del volcán Laguna Caldera hacia el año 600. Gracias a su perfecto estado de conservación, los vestigios de este sitio aportan un testimonio excepcional sobre la vida de los agricultores mesoamericanos de esa época.

San Andrés, por otra parte, es un sitio prehispánico cuya larga ocupación se inició alrededor del año 900 como un pueblo agrícola en el valle de Zapotitán, del departamento de La Libertad. Este asentamiento temprano fue desocupado cerca del año 250 a causa de la enorme erupción de la caldera del Lago de Ilopango, hacia el siglo V, y fue nuevamente ocupado junto con muchos otros sitios del valle de Zapotitán.

En opinión de los investigadores, San Andrés es, junto a Cihuatan y Tazumal, sitio de culto y los tres forman las capitales de los señoríos reales con supremacía sobre los demás asentamientos del Valle de Zapotitán.

Por su parte, Shione Shibata, coordinador del Museo de Antropología de San Salvador, explica que todos estos descubrimientos conforman un complejo mosaico de la vida y las interacciones sociales en lo que fue el período pre-hispánico.

Estos edificios, ruinas que impresionan al espectador por su belleza, energía y solidez, no sólo son un recordatorio histórico de las culturas que habitaron estos espacios, sino que también son un permanente orgullo para la herencia cultural del pueblo salvadoreño.

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