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Sonia Soberats: La fotógrafa venezolana que ve con las manos y pinta con luz

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Tiene ochenta años, vive en Queens y jamás tomó una cámara antes de perder la visión. Es administradora de profesión y dice que su vida, que fue contada en un galardonado documental, se parece a aquella historia bíblica que habla de siete años buenos y siete malos.

El escritor español Juan José Millás dijo una vez que todo el mundo tiene una cámara de fotos, pero que no todo el mundo tiene mirada. Sonia Soberats es fotógrafa y no ve.

Las fotos que toma empiezan en su cabeza, se trasladan hacia sus manos y se dibujan, finalmente, con luz. La técnica que utiliza son los fisiogramas: como si fuesen pinceles, varias linternas iluminan la escena que arma con modelos, con objetos, con figuras, mientras el obturador permanece abierto varios minutos.

"Pinto con la luz. Es mi visión, es mi memoria, es algo que yo hago desde adentro. Mis fotos me toman más tiempo que una foto convencional porque tengo que montar mi obra, buscar los modelos y la utilería que necesito, luego hay que encuadrar, disparar y alumbrar", explicó la última vez que estuvo en Venezuela, en una entrevista a AVN.

Sonia Soberats nació en Venezuela y vive en Nueva York desde hace más de 30 años. Se mudó cuando uno de sus dos hijos, Leonardo, estudiaba computación. Después que se graduó, al joven le diagnosticaron linfoma de Hodgkin y murió. Era 1991. A los pocos meses, falleció su otra hija, víctima del cáncer.

Ese mismo año, los médicos le dijeron a Sonia que tenía una inflamación en la úvea, que se le había desprendido la retina, que el glaucoma le aceleraría la ceguera. Primero perdió la visión en el ojo derecho y después en el izquierdo. "La intensidad de la luz fue bajando hasta que perdí completamente la vista", le contaría al diario Panorama. Así, como un dímer.

Ver con las manos

Sonia Soberats no tomó antidepresivos, tampoco se volvió adicta a ninguna sustancia. No. Tenía dos nietas, más de 50 años, era administradora de profesión y estaba ciega. Reaprendió su mundo con braile, un bastón, un perro guía y toda clase de cursos hasta que llegó a uno de fotografía que le interesó: se inscribió, tomó una cámara Polaroid y aprendió una técnica para mantener viva la memoria visual que ya no podría renovar con nuevas imágenes. En 2001 se unió al grupo Seeing with photography, al que frecuenta todos los martes.

"La fotografía ha sido un refugio, una terapia, algo que me ayuda a desarrollar la mente. Es como revivir los recuerdos bonitos", diría Soberats a AVN. Por eso entre sus fotos está una que recrea la vez que dañó el blanco armiño de su vestido de primera comunión con una taza de chocolate caliente. Se titula Invocación.

Sus recuerdos son el primer encuadre. Entonces llama a unos modelos, los pone a posar como se los imagina, los dispone a voluntad. Cuando todo está a punto, deja todo a oscuras y abre el obturador: "Luego con una linterna voy pintando con luz todos los elementos", afirma en el documental de Siso llamado El laberinto de los posible. El público ve la copia de la foto, la original está en su mente.

Olvidar la ceguera

En una entrevista publicada por el New York Times, Soberats dijo que a veces, cuando se concentraba en la fotografía, olvidaba su ceguera. En otra ocasión aseguró que siempre le gustó pintar y que por eso disfrutaba tanto su oficio: porque dibujaba con luz.

Hacer una de sus fotografías le puede tomar desde dos minutos hasta una hora. No poder ver la obliga a potenciar el resto de los sentidos, en especial el tacto. A los modelos les pregunta cómo están vestidos, de qué color tienen el cabello, si tienen los ojos cerrados, si sonríen. 

Entonces ocurre: Ella entra en la imagen que está en su cabeza, la reproduce, cuida cada elemento, lo dispone como quiere, lo ilumina, lo registra. ¿Y quién dice que no ve?

"Nuestra mente es vasta. Usted puede ir una y otra vez -le diría al New York Times- y obtener toda la información que necesita". La única diferencia es que la foto primero se revela en su cabeza, luego en la escena y después en el papel. Sonia Soberats simplemente aprendió a retratar de adentro hacia afuera. 

Nazareth Balbás

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