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La nueva "batalla" del presidente filipino

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Tras iniciar una polémica guerra contra la drogadicción y los narcotraficantes, Rodrigo Duterte ha decidido centrarse en una nueva contienda.
La nueva "batalla" del presidente filipino

Tras la batalla emprendida contra la drogadicción y los narcotraficantes, el presidente de la República de Filipinas, Rodrigo Duterte, ya está concentrado en una nueva contienda: el tabaquismo. Así lo ha anunciado este martes en el Senado la ministra de Sanidad, Paulyn Ubial, quien espera que el presidente filipino pueda firmar antes de final de mes el borrador de la orden ejecutiva que prohibirá fumar en público en todo el país. 

Tan pronto como esté firmada la propuesta, se pedirá a provincias y municipios de emitan ordenanzas para aplicar el veto, imponiendo penas y multas para los infractores. Antes de ser presidente de Filipinas, Duterte fue alcalde de Davao, una ciudad en la que ya prohibió el tabaco. De hecho, varios medios locales y su propio equipo en aquella época cuentan cómo el actual presidente hizo tragarse una colilla a un turista que se saltó la prohibición, multada con casi 200 euros. 

En los últimos meses el presidente filipino ha ocupado numerosas portadas internacionales debido a sus siempre polémicos comentarios. Recientemente, tras recordar que Hitler mató a millones de judíos, el mandatario dijo: "En Filipinas viven 3 millones de drogadictos. Me encantaría asesinarlos. Si en Alemania tenían a Hitler, en Filipinas tenemos…". En este momento hizo una pausa y se señaló a sí mismo. No era la primera vez que cargaba contra las personas drogodependientes. Poco después de ganar las elecciones, pidió a los ciudadanos que matasen a cualquier drogadicto que conociesen, "ya que sería demasiado doloroso pedir que lo hagan sus padres". 

Desde que el líder filipino asumió el cargo a finales de junio, su particular guerra contra las drogas ha dejado más de 3.600 muertos a manos de la Policía, las fuerzas de seguridad y las milicias ciudadanas que patrullan las calles del país. Sus métodos han provocado fuertes críticas por parte de EE.UU., la Unión Europa, la ONU y las ONG internacionales, que los consideran una clara violación de los derechos humanos. 

A pesar de que sus comentarios siempre son calificados de incendiarios, como cuando llamó "hijo de puta" a Barack Obama, Duterte goza de buena reputación entre los filipinos, que lo valoran como un político cercano y espontáneo, alejado de la elite que ha dominado el país durante décadas.

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