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Lo deportan de EE.UU. a México y desde enero no sabe nada de su hijo

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Diego Miguel María fue expulsado de EE.UU. el 7 de julio del año pasado cuando disfrutaba de la tenencia de su pequeño Sheamus Bennett Whiles, de tan solo cinco años. Lo último que supo de su hijo fue que en enero la hermana de su exesposa se había quedado con él. Desde ese entonces no tiene más noticias de él.
Lo deportan de EE.UU. a México y desde enero no sabe nada de su hijo

"Estuve viviendo 17 años en EE.UU. y cuando me deportaron estaba en pleno proceso de divorcio. Tuve la custodia temporal de mi niño durante un año", relata el mexicano Diego Miguel María, de 35 años, en comunicación exclusiva con RT. Durante su largo período como indocumentado, Diego se instaló en el estado de Georgia y trabajó dirigiendo un montacargas y organizando depósitos de alfombras para distintas compañías, entre otros empleos. No imaginaba el calvario que sufriría posteriormente.

Pese a las adversidades de vivir sin identificación, su vida transcurría sin grandes sobresaltos, pero todo cambió por un descuido un 24 de marzo de 2016: "Un día iba manejando hacia mi casa y antes de llegar hubo un chequeo policial de licencias. Como no tenía, me detuvieron, me llevaron al condado, llamaron a una amiga para que viniera por mi hijo y una vez estando detenido, me dijeron que no podría salir bajo fianza porque Migraciones iba a venir por mí en unos días", explica.

Cinco días después, fue llevado a un centro de detención en Atlanta. "Allí acudí al Consulado mexicano, les expliqué mi caso; pasé como un mes encerrado y dijeron que iban a regresar por mí, que me iban a apoyar", recuerda las promesas estatales. "Estuve otros tres meses y nunca volvieron, no hicieron nada, se olvidaron de mí. Al principio vinieron por puro compromiso", añade a RT. 

Como tantos otros mexicanos defraudados por la representación gubernamental frente a sus deportaciones, se lamenta: "Tenía grandes posibilidades de salir o al menos de recuperar a mi hijo si me hubieran ayudado". "Pero si lograba quedarme, iban a interrogarme durante un año y medio más, y aún así habría chances de ser expulsado. Finalmente, me deportaron en julio y hasta ahorita no he podido comunicarme con mi hijo",explica. Antes de ser expulsado, pasó por tres cortes de migración.

Sin noticias del pequeño Sheamus

"Cuando me deportaron, mi hijo regresó con su mamá, pero ella lo tuvo solo unos meses porque generó problemas con la Policía: la encontraron en posesión de marihuana y metanfetaminas", relata. "Creo que en ese momento le dio nuestro hijo a su hermana; esto fue en enero. Pero eso fue lo último que supe, porque ella no me deja hablar con él, aunque tampoco protege a mi niño, entonces temo que el estado se lo vaya a quitar", admite.

Antes de regresar a México, la Justicia le había otorgado a su progenitor la tenencia de su hijo por considerar que la madre, de origen estadounidense, no estaba en condiciones de poder seguir cuidándolo. "Ahorita mi única información es que estaba con mi excuñada en Alabama, desde ahí no supe nada más. No sé dónde está mi hijo", se indigna. Diego cuenta con un hermano y sobrinos en Carolina del Norte, pero tampoco tienen novedades. "También le mandé emails a su mamá, pero todavía no me contesta", precisa. Entretanto, el chico cumplió años en marzo sin su padre.

"El Consulado debería ofrecerme un abogado en EE.UU."

Al momento de ser entrevistado, el protagonista se encontraba en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Cansado de las evasivas oficiales, se unió a una agrupación llamada Deportados Unidos en la Lucha, que promueven ciudadanos con historias similares expulsados de EE.UU.

Sus recursos son escasos, pero se enorgullece: "Venimos a recibir a otros repatriados, les damos información y nuestros números telefónicos por si necesitan ayuda. Les hacemos saber que no están solos", explica. "Por más folletos que les entregue el Gobierno, somos nosotros los que estamos en el mismo canal", opina. 

Sobre su caso puntual, expresa: "Ahorita nadie me está ayudando". Diego no tiene trabajo estable y tampoco gana dinero por colaborar con sus compatriotas que vuelven al país. Actualmente vive con su hermana, no cuenta con una vivienda propia, y ello es un problema a la hora de hacer un reclamo judicial: "Si quiero pelear por mi hijo, me piden que tenga una casa y un buen sueldo, algo imposible para mí", se frustra.

Cuando estaba en EE.UU. contaba con un abogado, pero cuando fue deportado "todo quedó a medias", detalla. En México no recurrió a ningún profesional "por falta de dinero", pero el Estado tampoco le proporcionó uno. "Necesito un abogado en EE.UU; el Consulado debería ofrecerme alguno", reclama.

Diego es uno de los 3,6 millones de ciudadanos deportados bajo el mandato de Barack Obama, según el Instituto de Investigación y Práctica Social y Cultural (IIPSOCULTA). Para concluir el reportaje, suplica: "Me gustaría recuperar a mi hijo, tener comunicación con él. Ser parte de su vida. Me preocupa, solo quiero que volvamos a estar juntos". 

Leandro Lutzky

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