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De la bala al voto: ¿Qué pasará en Colombia con el nuevo partido de las FARC?

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A partir de hoy, las siglas ya no tendrán el mismo significado aunque el estigma, después de una guerra de medio siglo, no se borra con un cambio de nombre: las FARC se convertirán en un partido político pero la duda es si tendrán la capacidad de conseguir votos para avanzar en su propuesta de país.
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"Va a ser un día histórico", dice el cantante y compositor colombiano César López sin ánimos de sonar original. 

Él es uno de los hombres que está detrás del concierto que se ofrecerá este viernes en la Plaza de Bolívar de Bogotá, Colombia, para celebrar un paso gigantesco para la historia del país suramericano que arrastró la guerra por más de medio siglo: la conversión de la guerrilla de las FARC en partido político.

"Hay que dar este paso -dice López, sentado en el piso, cerca de una gigantesca tarima ubicada justo al frente del Palacio de Justicia. Tenemos que jugarnos la vida y no hay que ser ingenuos porque la mayoría de los medios sigue empeñado en alimentar la lógica de 'los buenos y los malos', en estigmatizar a una parte o la otra, y la sociedad se ha convertido en una suerte de víctima de un dispositivo cultural para la guerra". 

A partir de este 1 de septiembre, las siglas de las FARC dejarán de usarse para denominar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y ahora aludirán a la naciente tolda Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, un nombre elegido la tarde del jueves, tras las deliberaciones de la agrupación política que apenas da sus primeros pasos en la vida civil después de medio siglo de bala, fusil y trocha. ¿Qué significa ese hecho para Colombia?

Vencer el estigma

"Es mucho mejor tener a las FARC echando verbo que disparando bala en el monte y eso es una cosa que cualquier colombiano entiende, independientemente de que esté o no de acuerdo con el proceso de paz. Pero, sin duda, será un paso difícil porque va a costar ver ejerciendo la política a quienes estaban haciendo mucho daño al país", alega el abogado y activista Daniel Duque, quien reside en Medellín.

Es mucho mejor tener a las FARC echando verbo que disparando bala en el monte

Tan difícil resulta que apenas horas después de se anunciara el cambio de nombre, un grupo de abogados aseguró que demandaría  al partido por supuesta "apología al delito" en la nueva nomenclatura: "Hemos considerado que no es legal que se use la sigla de las Farc porque estamos violentando los derechos de las víctimas y sean revictimizados, por respeto a las mismas víctimas que recordarían cuando se haga algún tipo de alusión política a esa sigla de quienes fungieron como sus verdugos en el pasado", afirmó este jueves el jurista Hollman Ibáñez, entrevistado por La FM.

El rechazo a la guerrilla más antigua de Latinoamérica tiene orígenes diversos pero está tan arraigado en algunos sectores que, por ejemplo, a Paola, una de las jóvenes que trabajó con López en la organización del concierto de este viernes le costó horrores escribir en su libreta, durante todo el período de producción, la palabra de cuatro letras devenida en mácula: Farc.

Nos toca en adelante desaprender y desactivar el establecimiento perverso que nos educó a todos para la guerra

El mismo evento musical no ha estado exento de polémica. Un grupo de artistas rechazaron la invitación a participar cuando se enteraron que se trataba de un concierto para celebrar la extinción definitiva de la guerrilla y su paso a un movimiento que apuesta a la democracia como vía para conquistar el poder. Aunque eso a López no lo desanima: "Es la primera vez que siento tan cercano en a piel el costo de haber optado por defender este papel del arte en la paz. Gente muy cercana a la que le he contado que voy a estar aquí les genera resistencia, pero nos toca en adelante desaprender y desactivar el establecimiento perverso que nos educó a todos para la guerra".

¿Lecciones aprendidas?

Los intentos y amagos de los gobiernos en Colombia por desescalar un conflicto que tiene sus orígenes en la tenencia de la tierra han sido, hasta ahora, siete. Seis de ellos han fallado y las consecuencias se han pagado con sangre. El presidente Juan Manuel Santos ha sorteado las dificultades del séptimo proceso y, en este, las Farc ha querido demostrar su compromiso con la paz para no retroceder a las armas.

En 1982, Belisario Betancur dio el primer paso a la pacificación pero se derrumbó cuando el M-19 tomó el Palacio de Justicia y el ejército irrumpió a fuego en el recinto, causando la muerte de 11 magistrados de la Corte Suprema y 65 funcionarios y visitantes. En ese contexto se conformó la Unión Patriótica (UP), un movimiento fundado por miembros de las Farc y el Partido Comunista.

En 1988, el ex mandatario Virgilio Barco hizo la segunda apuesta para ponerle punto final a la guerra, pero fracasó tras el genocidio perpetrado contra los miembros de la UP: 4.000 líderes de la tolda fueron asesinados.

César Gaviria, como Jefe de Estado, emprendió en 1991 el tercer intento mediante los diálogos con la extinta Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, pero el proceso se truncó al año siguiente tras el asesinato de un ministro en medio de un complicado escenario que coincidió con los años más violentos de la guerra contra Pablo Escobar, la apertura económica y una reforma constitucional, refiere El Tiempo.

En 1999, fue presidente Andrés Pastrana quien inició una negociación con las Farc en el Caguán en medio de arduas confrontaciones que finalmente culminaron sin éxito en 2002, cuando su sucesor, Álvaro Uribe, lanzó una ofensiva contra la guerrilla con apoyo de EE.UU. 

Uribe también sentó a las Farc a negociar luego de debilitarla por la vía de las armas, pero su discurso excesivamente beligerante con la guerrilla y la desconfianza mutua condenó ese proceso al fracaso. En cambio, los diálogos del ex mandatario con otros actores armados como los grupos paramilitares -que surgieron para combatir a la insurgencia- sí avanzaron, pero lograron una controvertida desmovilización que agudizó aún más el conflicto.

"Yo siento -comenta López- que si esto llega a salir mal, si vuelve a ocurrir un exterminio con las FARC como el que pasó con la UP, será muy difícil volver a empezar una negociación de paz. El país no se puede permitir eso y sería la demostración muy contundente de cómo opera ese establecimiento oscuro que promueve ciertos privilegios para un grupo en detrimento de otros, pero soy optimista porque pienso que hay una juventud más despierta, mejor informada, más crítica y con acceso a las historias de verdad, no a las que nos tienen acostumbrados los medios. Eso me da la esperanza de que afrontarán este proceso con menos miedo y más creatividad que la que tuvimos en el pasado".

De nombres y partidos

Colombia está a un año de las próximas elecciones presidenciales y eso representa, sin duda, un reto para un partido en ciernes. Aunque, según Duque, las Farc entran al juego con la desventaja de un rechazo macerado por años de conflicto, no todas son malas noticias.

La más reciente encuesta de la firma Gallup muestra que los colombianos tienen una opinión favorable de las Farc del 12%, dos puntos por encima del apoyo que tienen para los partidos políticos, cuya credibilidad se ha desmoronado en medio de escándalos de corrupción, lo que plantea una severa crisis de representatividad que es afrontada con el surgimiento de otras formas de participación desde la ciudadanía.

Por eso, para la activista de DDHH y miembro de la comisión que participó en el proceso de desmovilización de las Farc, Andrea Salazar, el reto que tiene el movimiento para consolidarse como fuerza política es doble: "por el nombre desafortunado" que eligieron y porque "los partidos no están generando la cohesión que se quisiera".

"Por un lado, ellos decidieron conservar las siglas de la guerrilla y creo que no fue una movida inteligente, justamente porque esas siglas generan un rechazo que está totalmente ligado a la guerra y a los hechos violentos que han cometido a lo largo de este conflicto y eso implica que la tarea de ganar adeptos será aún más grande. Por otro, se están convirtiendo en partido político en un momento en que esas organizaciones atraviesan su mayor crisis. De hecho, algunos candidatos presidenciales han optado por lanzarse con firmas y no con el apoyo de un partido".

La última oportunidad

Julián Conrado, conocido como el cantante de las Farc, no puede evitar la marea revuelta de emociones cuando ensaya en la tarima dispuesta en la plaza de Bolívar. Detrás de él está el Palacio de Justicia, al frente, el Congreso. En ese espacio de 13.903 metros cuadrados donde pululan vendedores de obleas con arequipe, estatuas vivas que alegran a los niños por 200 pesos, vendedores de cigarrillos y tinto (café negro), y un ejército de palomas blanquinegras, el artista cantó con sus compañeros en 1985 y hoy, recuerda, casi todos ellos están muertos.

"Nosotros fuimos barridos a sangre y fuego del escenario político de este país y lo que espero es que no se repita la masacre de la UP. Aunque yo soy optimista y creo en el amor, yo canto una gota de amor, que es una canción muy bonita, porque creo que no hay nada más revolucionario que eso", comenta Conrado mientras se tercia su morral tejido y ajusta la bufanda azul a la boca para espantar la brisa fría de Bogotá.

Los nervios están allí. López no piensa demasiado en el éxito del concierto de esta tarde sino en el triunfo de lo que se celebra, el tránsito de las Farc a partido político: "que no se diga que no lo intentamos, que nadie escriba la historia por nosotros". Y también admite que el país no está preparado para asumir la magnitud de ese paso.

Lo mismo dice Salazar: "Yo creo que en general la sociedad colombiana no está como muy dada hacia la transición de las Farc como partido político y eso quedó en parte demostrado con los resultados del 2 e octubre de 2016 (plebiscito por la paz), porque tenían más bien un deseo de acabar con la guerrilla con una política de fortalecimiento de la parte militar. Esto es algo nuevo y creo que aún nos estamos acomodando. Hay que ver qué es lo que finalmente pasa".

Yo se lo dedico al pueblo colombiano todo porque ha sufrido mucho, ha padecido mucho

Duque insiste en que los rechazos y resentimientos sobre un grupo armado, después de un proceso de pacificación, son normales pero destaca que la única manera de superarlos es que las Farc "cumplan con lo pactado, que se sepa toda la verdad, que entreguen todos sus bienes" y que el gobierno haga su parte "brindando seguridad personal, social y política a quienes se desmovilicen".

Para Conrado, "esta es la última oportunidad que el pueblo colombiano le está dando a los gobernantes de este país" y cuando alguien le pregunta a quién le dedica el concierto de hoy, no busca un nombre en particular.

"Yo se lo dedico al pueblo colombiano todo porque ha sufrido mucho, ha padecido mucho. Al final, los soldados son del pueblo, los policías son del pueblo, los paramilitares son del pueblo y, por supuesto, los guerrilleros son del pueblo. Ojalá nos reconciliemos, nos unamos y paremos de una buena vez este derramamiento de sangre", dice antes de pedirle a un policía que le abra la barrera que separa la tarima de la plaza. El ex guerrillero camina y se pierde entre el tumulto, como uno más. Como cualquiera.

Nazareth Balbás

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