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Necesitamos a las radicales. A esas a las que denominan intolerantes y feminazis

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Necesitamos a las radicales. Sí, a esas a las que denominan intolerantes y feminazis en las marchas de mujeres en Ciudad de México, León, Torreón, Puebla y Guadalajara cada vez que alguna recuerda públicamente la violencia estructural, el acoso y el machismo cotidiano que vivimos las mujeres en México.
Necesitamos a las radicales. A esas a las que denominan intolerantes y feminazis

El feminicidio de Mara Castilla, la adolescente de 19 años asesinada por un chófer de Cabify, logró sacar a las calles a miles de mujeres para demandar justicia y exigir una alerta de género nacional. México ocupa el tercer lugar mundial por violencia de género. Son siete las mujeres que mueren diariamente. La violencia contra las mujeres es imbatible: el 66,1% de las mujeres mexicanas mayores de 15 años han padecido por lo menos un hecho de violencia en sus vidas, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Seis de cada 10 mujeres son víctimas de algún tipo de agresión en el ámbito laboral, escolar, comunitario, en el espacio familiar o con sus parejas.

Más de 20 entidades han solicitado la alerta de género, pero solo 12 cuentan con ella en algunos municipios: Estado de México, Morelos, Michoacán, Chiapas, Nuevo León, Veracruz, Sinaloa, Colima, San Luis Potosí, Guerrero y Quintana Roo.

¿Sirve? Lo cierto es que no. La herramienta es insuficiente e ineficaz cuando observamos que las muertes de mujeres no se han reducido, que ni siquiera se ha logrado contar con efectividad el número real de feminicidios y que ni mucho menos se cuenta con seguridad de reacción inmediata especializada en género. No sirve porque, en la mayoría de los casos, la declaratoria no va acompañada de presupuesto. Un ejemplo: en el Estado de México las organizaciones de la sociedad civil pidieron la alerta desde el 2011. Finalmente la emitieron cuatro años más tarde para evitar la controversia política que seguía a que la Suprema Corte de Justicia —en un fallo histórico— hubiera obligado a reabrir el expediente del caso de Mariana Lima Buendía y, por primera vez, se obligara a investigar el caso con perspectiva de género y como feminicidio. La investigación arrojó que Mariana no se había suicidado, como se había dicho, sino que su esposo —policía ministerial mexiquense— la había matado. Y, a pesar del aparente logro de contar con la alerta de género, no fue sino hasta marzo de 2017 —dos años después— cuando se aprobó el presupuesto para implementarla.

Así, la alerta de género es una simulación y sólo sirve para administrar la tragedia y no resolverla. Por eso necesitamos a las radicales.

En Puebla, el pasado 7 de julio, la Comisión Nacional para Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim), aún cuando habían sucedido 83 asesinatos de mujeres, negó emitir la alerta de género al considerar que el gobierno estatal había tomado las medidas necesarias y estableció un periodo de evaluación de seis meses más. ¿Cuántas más morirían en esos seis meses sin la marcha por #MaraCastilla?

Pero el problema no es un estado, sino justo el negacionismo de la violencia de género que existe cuando la realidad señala que #NosEstánMatando y no hay una respuesta real del gobierno para resolverlo ni para evitarlo.

De acuerdo con reportes de prensa, la Conavim y la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia Contra las Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra), sufrieron una reducción de recursos significativa en 2017 respecto a 2016. Por ejemplo, el programa 'Promover la atención y prevención de la violencia contra las mujeres' de la Conavim recibió 61 millones de pesos menos en 2017. 

Se requiere a 'las radicales' porque son ellas las que logran abolir el status quo. Por ejemplo, quienes lucharon 'radicalmente' por la abolición de la esclavitud fueron considerados radicales. Hoy todos estamos de acuerdo con ellos y ellas. Lo que 'las radicales' nos permiten es que se normalice un discurso de derechos humanos en una sociedad en la que se ha normalizado la violencia, donde el acoso y el maltrato hacia las mujeres es cuestión de chiste o de no exagerar y quedarse callada.

Sin 'las radicales' es más difícil combatir a los negacionistas de la violencia de genero, que tratan de convertir en casos aislados algo que es una crisis social evidente.

Las llamadas radicales nos obligan a participar en un debate que es indispensable para enfrentar una realidad donde marchar no es suficiente, porque el silencio del gobierno es demasiado largo y mientras llegan las respuestas es necesario crear lazos para ejercer un activismo cotidiano, una nueva solidaridad por la seguridad de todas. Por ello es indispensable que #MiCasaEsTuCasa se convierta en un puente para construir la confianza en el anónimo, para romper esos privilegios que tenemos algunas mujeres y hacernos más responsables unas de otras, sobre todo de las que no los tienen; pasar de ser emocionalmente solidarias a ser prácticamente solidarias.

Magda Coss

@magdacoss

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