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Cuando El País formaba parte de la 'maquinaria rusa'… El bulo de la injerencia se desinfla

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Varios medios españoles critican la manipulación de información sobre el papel de Rusia en supuestas campañas digitales de desinformación.
Cuando El País formaba parte de la 'maquinaria rusa'… El bulo de la injerencia se desinfla

Si tenemos en cuenta la intensidad con la que el diario El País ha denunciado la supuesta existencia de una trama de injerencias rusas en España, resulta como mínimo muy sorprendente leer en la prensa este martes que "el Kremlin pagó a El País y a otros medios por difundir propaganda rusa hasta 2016". 

Se trata de un artículo de eldiario.es que rastrea el origen de los ingresos que recibía el diario El País por la publicación semanal de unos encartes del suplemento "Russia Beyond The Headlines", cuyo contenido, de acuerdo con el periódico digital español, eran "informaciones favorables a los intereses comerciales y políticos del Kremlin". Otras cabeceras de todo el mundo, como The New York Times, The Wall Street Journal, The Washington Post y Le Figaro publicaron también este suplemento entre sus páginas. 

Es sumamente curioso -por no decir incomprensible- que El País considere que RT es un "agente del Kremlin" y critique su supuesta intención de injerir en asuntos españoles o europeos con intenciones desestabilizantes, cuando hasta 2016 ellos mismos estaban difundiendo contenidos que provenían de la misma empresa editora, TV Novosti.

Al parecer, tal como explica eldiario.es, un desacuerdo sobre las tarifas que El País exigía para continuar publicando el suplemento fue el motivo de que este medio dejara de actuar como un "órgano de propaganda a favor del Kremlin", parafraseando a su director adjunto, David Alandete. ¿Hubieran dejado de serlo si los rusos hubieran abonado las tarifas exigidas? 

Voces críticas en España

La insistencia de El País en presentar el bulo de la injerencia rusa como una realidad contrastada empieza por fin, después de dos meses de hostigamiento injustificado hacia RT y otros medios, a llamar la atención. Y lo hace por la desproporción que existe entre las pretensiones acusatorias de sus autores y la asombrosa debilidad de sus bases argumentales. 

Eso ha hecho que otros medios de comunicación españoles se hayan dedicado a explicar en sus páginas el verdadero funcionamiento de las redes cibernéticas globales y del marketing digital, que tanto El País como parte de la clase política española confunde –o quiere confundir– con una trama maliciosa de contaminación ideológica orquestada desde Rusia, incluso con el apoyo de Venezuela, contra España y ejecutada por "ejércitos de hackers". El diario Público se refiere al asunto como una "novelesca conspiranoia', y eldiario.es lo aclara desde otro titular: "No son bots rusos. Es capitalismo 3.0". 

El director adjunto de El País, David Alandete, firma la mayoría de los artículos que fomentan el bulo de la injerencia rusa en su periódico. Por ello, varios usuarios de Twitter –algunos de ellos compañeros de profesión– cuestionan gravemente su desempeño y critican la calidad de su trabajo, señalando especialmente la escasa solidez de sus argumentos. En muchas ocasiones, Alandete trata de defenderse de esas críticas, con un grado de acierto y elegancia que dejamos a criterio del lector. 

En otras ocasiones, las respuestas de algunos de sus interlocutores no dejan demasiado margen de réplica: 

Tal vez por eso, en otra ocasión el director adjunto de El País renuncia directamente a defender su postura para interesarse en aspectos más personales de la confrontación (conviene leer todo el hilo):

  

Lo cierto es que esta campaña rusofóbica trasciende el ámbito de los medios de comunicación. Si solo se tratase de "mal periodismo", no sería tan grave; el problema, como señalábamos recientemente en RT, es que este tipo de manipulación produce efectos en el ámbito de la política y de las relaciones internacionales, y su potencial conflictivo no es una cuestión menor. 

Credulidad interesada

Un reflejo de este problema lo encontramos en la ya célebre reacción de la Ministra de Defensa española, Maria Dolores de Cospedal, a la broma telefónica que le gastaron dos humoristas rusos, que le hicieron creer que hablaba con su homólogo de Letonia. 

La facilidad con la que consideró verosímil que el 50% de los turistas rusos que visitan Barcelona sean agentes que trabajaban para el Gobierno de Rusia o que el propio Carles Puigdemont sea un espía al servicio de la inteligencia rusa pone de manifiesto una receptividad al bulo que solo puede estar fundada en dos posibilidades: que al menos una parte del Gobierno español crea realmente que la injerencia rusa existe y puede alcanzar ese grado hiperbólico... o que exista un intenso deseo de creerlo. 

Esta segunda hipótesis es la que maneja con gracia el tuitero y articulista Gerardo Tecé en un escrito publicado en Ctxt, en el que sugiere que Cospedal fue "muy torpe dejándose llevar por las ganas de ver confirmada esa teoría de la conspiración ruso-catalana".

Los peligros de la irresponsabilidad informativa

Esto podría estar revelando un preocupante panorama en el que existiese, por un lado, un interés mediático en producir una ficción según la cual "hay un ejército de hackers rusos, apoyados por Vladimir Putin y con una rama venezolana, esforzándose mucho para lograr la independencia de Catalunya" –como describe irónicamente el periodista Carlos del Castillo en su artículo en Público–; y por otra parte, un interés político en utilizar esa ficción para enmascarar el fracaso en la gestión de la crisis catalana.  

Lo que sí revela en cualquier caso, una vez más, es que la esfera política es muy permeable a este tipo de intoxicación informativa, lo cual impone la obligación de obrar con responsabilidad en el manejo de la información. La clara determinación que muestra la ministra Cospedal durante su conversación con los bromistas a la hora de prohibir el trabajo de RT o "paralizar" su funcionamiento en las redes sociales no es más que un reflejo del tipo de actitudes que se fomentan y se activan en el ámbito político cuando el clima se enrarece en exceso.

Estos son los indeseables resultados de las teorías conspirativas y de su irresponsable difusión mediática. Y en si mismos son un motivo de enorme peso para regresar cuanto antes a la cordura y al sentido común, antes de que los daños políticos y diplomáticos sean irreparables. 

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