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El doctor Knoche: El momificador de Venezuela que superó a los egipcios

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Su gran invento permitía un proceso que no ameritaba extraer los órganos vitales a los cadáveres.
El doctor Knoche: El momificador de Venezuela que superó a los egipcios

Era la noche vieja del año 1.900 en la hacienda Buena Vista, un caserón construido en el filo de las montañas que bordean el Valle de Caracas. No hubo celebración.

El estado de salud del doctor Gottfried Knoche había venido deteriorándose y él lo sabía. El mismo día en que terminaba el año, repasó con Amalie Weismann, su criada y enfermera, los pasos que debía seguir tras su fallecimiento.

Le pidió ser momificado con la misma fórmula secreta que había inventado y desarrollado en Venezuela. Esa era su última voluntad.

El 2 de enero del año 1901, el cirujano alemán de 88 años dejó de respirar. Unos segundos después, Amalie ingresó al laboratorio ubicado a un lado de la casa, buscó la preparación que Knoche había dejado lista y la inyectó en la yugular.

El cirujano iba ser un ejemplo de sus propias investigaciones científicas, con las que logró descubrir una sustancia que podía dotar con apariencia de vida a los muertos.

Después, el cadáver del doctor Knoche fue colocado en el mismo mausoleo familiar donde ya estaban los cuerpos momificados de su hija, su yerno y su hermano.

Amalie, que tenía entonces 63 años, cumplió así la voluntad del médico, y una vez depositado en mausoleo, miró con resignación un último nicho vacío, que más tarde sería el suyo. Cerca, estaba el envase con la preparación que su padre destinó para que la momificaran también a ella.

Destino: El Caribe

Luego de recibirse de médico en la Universidad de Halle (Alemania) en 1845, Gottfried Knoche es tentado a cruzar los mares para atender a otros alemanes que vivían en las costas del mar Caribe, en una población venezolana conocida como La Guaira, una pequeña franja de tierra entre el mar y la montaña.

Otra especulación afirma que el médico era un exiliado político que buscó refugio en el nuevo mundo.

La única certeza es que tenía 32 años cuando desembarcó en tierras sudamericanas. A partir de allí su vida, como toda leyenda, va estar rodeada de imprecisiones, testimonios sin confirmar y aseveraciones sin registro.

Un buen hombre

Al poco tiempo de instalarse en Venezuela, Knoche –o Canoche, como comenzaron a pronunciar su apellido– trasladó también a su esposa e hijas.

Integrado a la sociedad, y certificado para ejercer la profesión en este país, el cirujano alemán trabajó voluntariamente en los hospitales de Sanidad y Militar de La Guaira.

"Ofrezco servir gratis el destino de Médico Cirujano del Hospital Militar, sin que por esto preste mis servicios a los enfermos con el mismo interés o mayor del que he prestado recibiendo remuneración (...) el sueldo más bien atenúa la satisfacción que se experimenta de salvar la vida de un infeliz o de conservar para la Patria uno de sus baluartes", escribió en una carta dirigida al Gobierno de la época.

La montaña

Cuando no estaba en el hospital, Knoche recorría a caballo la zona montañosa del territorio que hoy se conoce como estado Vargas.

Allí, conoció Galipán, un pueblo de campesinos y sembradores de flores que habitan la montaña, desde la que puede verse al mar Caribe de un lado y a Caracas del otro.

Atraído por el clima y la vegetación, compró una pequeña hacienda a la que llamó Buena Vista. Ese era su refugio los fines de semana, pero en poco tiempo la transformó en su residencia permanente, porque su esposa no pudo lidiar con el calor húmedo de la costa venezolana.

Cargando materiales y muebles a lomos de mulas, Knoche hizo decorar aquella casa al estilo de las que pueden verse aún en la región conocida como Selva Negra, en su Alemania natal, pero también construyó un pequeño laboratorio donde realizaría la gran mayoría de sus experimentos de momificación, lejos de la mirada de la sociedad.

Guerra y experimentos

Entre febrero de 1859 y abril de 1863, las tendencias políticas conservadora y liberal desataron en Venezuela la llamada 'guerra larga' o 'guerra federal', en la que murieron más de 100.000 personas en diferentes combates.

Para ese momento, el doctor Knoche era el cirujano del hospital militar de La Guaira y ya trabajaba con persistencia en la posibilidad de evitar el inexorable proceso de descomposición de los cuerpos tras la muerte.

Así que sus primeros experimentos los realizó con cadáveres producidos por la guerra y que no eran reclamados por nadie.

Cargados como sacos sobre lomos de burros o caballos, Knoche hacía llevar esos cadáveres hasta la hacienda Buena Vista para sus experimentos. Así, un médico que llevaba muertos a la montaña, rápidamente despertó la imaginación del poblado. Llegaron a llamarlo 'el vampiro de Galipán'. Y su estampa de médico generoso se transformó en la de un hombre sombrío para los pobladores.

"A los ojos de la gente tenía una doble vida", relató Paul Gillman, emblemático rockero venezolano que hizo una canción a Knoche en 1.990 y lo encarna en un proyecto de película dedicada al científico alemán.

"En la ciudad era un médico amable, sobre todo con los niños, pero en la montaña lo consideraban casi un monstruo, por sus experimentos con cadáveres", evoca Gillman.

Ese es el origen de uno de los mitos. Según Gilman, la gente de Galipán decía que los muertos que iban a Bella Vista, no terminaban de morir".

El gran invento

Gottfried Knoche inventó una fórmula que, después de inyectada, convertía a los cuerpos sin vida en momias, sin la necesidad de extraer los órganos vitales.

Probó con éxito su método y se sintió feliz al saber que superaba con creces a la momificación de carácter religioso practicada por los egipcios, los más famosos momificadores.

Las leyendas que se sucedieron después de que lograse la momificación y la divulgación de sus hallazgos giraban en torno al mito de que era un vampiro. Se decía que la fórmula, su fórmula, podía ser aplicada a los cadáveres, pero daba mejores resultados si entraba al torrente sanguíneo momentos antes de que la persona muriera, es decir, en los últimos segundos de vida.

Knoche probó el suero momificado con los perros de la hacienda Buena Vista, y ante el buen resultado del proceso en animales, los colocó como guardianes a la entrada del mausoleo familiar.

Momias venezolanas

A pesar de que el suero momificador fue un invento científico sin precedentes, a Knoche le sobrevivió la leyenda del vampiro de Galipán, cosa que pudo haber contribuido a la ausencia de estudios sobre sus hallazgos.

Aunque momificó un número sin determinar de cadáveres, son tres las momias más famosas del científico europeo, además de las de su familia.

Uno de esos cadáveres que nadie reclamó durante la guerra fue el de José Pérez, un soldado que combatió en la batalla de 'Vuelta del Colorado' y que falleció de neumonía.

El cirujano lo momificó y vistió con su uniforme. La momia del soldado estuvo de pie a la entrada del mausoleo junto con los perros-momias.

La ciencia y la fama de Knoche bajaron de las montañas a la capital. Por esa razón, lo buscaron los familiares del influyente periodista y político Tomás Lander, fundador del diario El Venezolano.

Aunque no existen registros gráficos, se ha popularizado la historia de que Lander fue momificado y colocado en el mismo escritorio donde solía trabajar. Se dice, además, que la momia estuvo 39 años en el que fuera su despacho, hasta que fue trasladado al Panteón Nacional.

Una historia similar ocurrió con el expresidente constitucional de Venezuela, Francisco Linares Alcántara, quien también fuera embalsamado por Knoche, y luego llevado al panteón.

Entre médicos famosos

Existe un enfrentamiento 'épico', contó Paul Gillman, entre Knoche y otro importante médico venezolano al que en la actualidad se le considera santo, José Gregorio Hernández.

Ambos doctores, Knoche y Hernández, firmaban las actas de defunción de ciudadanos ingleses y alemanes que tenían un cementerio particular.

"Cierta vez, quizá movido por sus creencias religiosas, José Gregorio le reclamó a Knoche por experimentar su fórmula con pacientes que, aunque estaban muriendo, no estaban muertos del todo", evoca Gillman.

Para el alemán eran solo experimentos, pero para Hernández Knoche estaba retando la voluntad de dios.

La última fórmula

Knoche sería el penúltimo habitante de la hacienda Buena Vista que falleció.

Su esposa, en algún momento del que no se tiene registro, volvió a Alemania sin haberse podido acostumbrar al Caribe. Se supone que allá murió. Escapó así de la vida de la carne después de la muerte, que le habría aguardado en Venezuela.

Tras la muerte de Knoche, Amalie vivió más de 20 años sola en la casa de la montaña, acompañada únicamente por las momias.

Los habitantes de Galipán, atraídos por la fama de los cadáveres con aspectos de seres vivientes, la miraban de lejos y comentaban que la solitaria mujer 'hablaba con los pájaros a la hora del Ángelus', pero también lo hacía con los cadáveres que custodiaba.

Aunque Knoche le reservó una dosis del suero, se cuenta que Amalie propuso al cónsul alemán de la época, Julius Lesse, la redacción de un documento en el que se cumpliera su última voluntad: ser cremada y sus cenizas esparcidas en el Mar Caribe. No quería ser momificada como el resto de sus familiares.

En secreto

Amalie falleció a la misma edad que Knoche (88 años) en 1926, y cuando se supo de su deceso, el consúl Lesse y otro hombre llamado Carlos Enrique Reverón subieron a Bella Vista, pero no la cremaron.

Decidieron inyectarle la dosis preparada para ella, 20 años antes, y la acostaron sobre el nicho disponible en el mausoleo familiar. No hubo acto religioso, ni despedida. Tampoco herederos. Lesse y Reverón cerraron la puerta de Bella Vista y no volvieron más.

Con Amalie se fue también la última posibilidad de conocer el secreto momificador del doctor Knoche.

Poco a poco, Bella Vista fue absorbida por la vegetación. Más tarde saqueada, el mausoleo profanado y destruidas las lápidas.

Fragmentos de las momias terminaron esparcidos por la montaña, sin posibilidad de que pudiesen ser estudiadas para tratar de dar con la fórmula del doctor Knoche.

116 años después de la muerte del cirujano alemán, en Caracas y La Guaira se habla del doctor 'Canoche' y se asegura que en Galipán se oye su voz y que puede vérselo caminar junto a sus familiares, sobre los escombros de la hacienda Bella Vista. Buscan sus cuerpos.

Ernesto J. Navarro

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