Dos víctimas más se suman a las ya 122.000 bajas civiles en Irak
Un conductor iraquí y un funcionario municipal se sumaron en estos últimos días de noviembre a la innumerable lista de las víctimas fatales del atronado exterminio de civiles por parte de los soldados estadounidenses. Supuestamente, ambos casos integrarán un día la impresionante base de datos sobre los delitos de guerra recolectada por el sitio WikiLeaks.
El resultado de la filtración masiva del vídeo clasificado del Pentágono y los servicios secretos de Washington publicado por el conocido sitio web el pasado día 28 ofrecerá a muchos de los familiares de aquellas víctimas, buena oportunidad para emprender una serie de causas judiciales contra los crímenes de guerra, así como se lo han entregado a Javier Couso, hermano del cámara del canal español Telecinco, José Couso, fallecido en Bagdad el 8 de abril de 2003. Según se ha revelado, aquel accidente ocurrió por culpa del mando militar estadounidense y ahora el hermano está decidido a exigir la justicia apoyándose en estos nuevos recursos.
En el propio territorio estadounidense se alzan cada vez más las voces de protesta por las bajas civiles que ocurrieron durante las guerras en Irak y Afganistán y siguen sucediendo en estos días, cuando la Casa Blanca pretende dar por restringido el carácter de operativos que lleva a cabo el cupo de este país en el Oriente Próximo. Muchos coinciden en que estas muertes son consecuencia de la militarización extrema de la sociedad norteamericana: un fenómeno no solo político, sino también social y psicológico.
Según testimonia un veterano de la campaña iraquí, Josh Steiber, que actualmente es un apasionado activista del movimiento por la paz en el mundo, durante el entrenamiento los soldados suelen cantar y memorizar unas canciones que promueven la brutalidad. Su lema es 'acabar con todos'. Y si uno piensa que fuese sólo para el entrenamiento y no toma en serio lo que cantaba, en el campo de batalla toda esa filosofía y 'lírica' de matanza resulta transformándose en una realidad oscura. Las tropas matan siempre que se acuerden de las instrucciones dadas, conforme a las cuales la prioridad es cuidarse la espalda y no preservar de los riesgos a la población civil, explica el ex militar.
“Lamentablemente la política es de la militarización y del fomento al crimen. El aspecto más importante es que hay una preocupación por controlar el país, en vez de un legítimo interés por los derechos humanos de los ciudadanos”, dice una de las expertas de RT sobre el tema, Julia Ackerman de la Universidad Duke (Miami, Florida).
El propio 'comadrón de la verdad' sobre la guerra, Julian Assange, al investigar los documentos a su alcance enumeró en 122.000 las bajas civiles a lo largo de la campaña mesopotámica, mientras los documentos recientemente expuestos aportan unos 15.000 casos adicionales a esa terrible cuenta. El secreto de la divergencia de los datos oficiales con los reales, Assange, entrevé en la cierta tendencia a ignorar las denuncias recibidas. Hasta todo un complejo de torturas se emplea en Irak para que las propias personas contra las cuales dispararon los militares estadounidenses, sus familiares o testigos de cada incidente, se difamen a sí mismos como acólitos del terrorismo, opina el fundador de WikiLeaks.
Y el mencionado 'caso Couso' revela el otro remedio que usa EE. UU. para impedir que la matanza de los civiles menoscabe la imagen del 'Policía Mundial': es presionar a las autoridades de otros países para que frenen o boicoteen las causas judiciales abiertas, como en este caso particular se presiona el Gobierno español. Gracias a la efectividad de aquella presión, hasta el momento queda incumplida la orden de detención promulgada por la Justicia española contra los tres militares estadounidenses implicados al asesinato del periodista José Couso.