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Mexicanos deportados de EE.UU. se organizan para tener trabajo y volver a ver a sus familias

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Imprimen camisetas para obtener fondos y regresar a un país que nunca les dio opciones.
Mexicanos deportados de EE.UU. se organizan para tener trabajo y volver a ver a sus familias

Diego, originario de Hidalgo (México), pasó 17 años de su vida, la mitad, entre Carolina del Norte y Georgia (EE.UU.). Trabajó todo ese tiempo manejando transporte de carga, pero no tenía papeles que hicieran legal su residencia en el país. Un buen día, cuando iba con su hijo pequeño en un auto, un retén de revisión de licencias para conducir lo descubrió y su vida cambió por completo: Fue deportado. "No traía licencia y fui detenido, fue la última vez que vi a mi hijo", explica. 

Esta es una de las historias que se pueden conocer en 'Deportados Unidos en la Lucha', un espacio que surge a comienzos de 2017 para responder a la necesidad de organización y trabajo, en donde confluyeron decisivamente cinco mexicanos que fueron repatriados entre 2016 y 2017; Diego forma parte de este grupo: "Todos los que estamos en este colectivo somos deportados (...) Nos conocimos en un evento por parte de la Secretaría del Trabajo que fue para el desempleo y citaron a muchos migrantes". 

A pesar de que la mala fama la carga mayoritariamente Donald Trump, fueron los gobiernos de Barack Obama los que reportaron un aumento en las cifras de deportaciones. Según el Departamento de Seguridad Nacional y la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE), entre los años 2009 y 2016 el número de personas expulsadas de EE.UU. llegó hasta los 2.768.357. El gobierno de Trump no ha cambiado la tendencia y, por el contrario, ha anunciado la necesidad de deportar a más personas, en particular a originarios de El Salvador. 

Para el hidalguense, los principales problemas que comparten los deportados son "la reunificación familiar, el trabajo y tramitar nuestros documentos aquí, en México". El Gobierno rara vez les ayuda, por lo que se ven en la necesidad de buscar soluciones a sus problemáticas. Una de ellas es la impresión de camisetas en serigrafía ('playeras', como se les llaman en México) y con esto tener dinero para vivir.

"No podíamos tener un trabajo estable porque casi todos los días teníamos que estar en reuniones con gente de instancias de gobierno, y decidimos vender dulces en la calle, para sacar fondos y seguir nosotros en el movimiento. Después mandamos a hacer unas playeras del grupo y la gente en vez de comprarnos dulces querían playeras como las de nosotros".

Mucha gente como nosotros

"Nos dimos cuenta –continúa Diego– de que había mucha gente igual, con estos problemas, y decidimos empezar a ir al aeropuerto (...) a recibir a la gente que llegaba deportada. Hacía falta mucha ayuda".

Al recibir a las personas que son deportadas les explican lo básico para que no se sientan perdidas y les cambian los costales en los que guardan sus cosas por unas mochilas distintas, quieren que estas personas se sienten mejor. "Te humillan allá y no es justo que te humillen aquí", explica Diego mientras prepara la maquinaria para seguir imprimiendo camisetas.

Efrén, el 'Tío Buki' –como le dicen desde su etapa de reclusión en una cárcel en donde estuvo antes de ser deportado–, es originario de San Luis Potosí (México) y ha pasado 27 años en EE.UU. Acaba de llegar a México hace menos de tres meses. Ahora está haciendo lo necesario para regresar de la mejor forma posible; su familia está 'del otro lado'.

"Tenemos que regresar, nomás estoy esperando algunos trámites a ver si puedo pelear mi caso, solo me dieron cinco años de probatoria [la restricción para entrar a territorio estadounidense]", afirma el 'Tío Buki' con mucha seguridad. En México no tiene familia ya.

Miles de historias se cuentan en los aeropuertos, en las garitas migratorias, en lugares como el local de 'Deportados Unidos en la Lucha'. La mayoría tienen denominadores comunes y coinciden en la necesidad de generar mecanismos para ayudarse y lograr de nuevo ya no el sueño americano, sino el sueño de volver a ver a su familia y tener trabajo.

"Hay personas que no tienen familia ni un lugar a dónde llegar a dormir y andan batallando muchísimo. Necesitan un albergue, un lugar dónde quedarse, y aquí en la Ciudad de México hemos oído que hay albergues, pero hasta ahorita no hemos conocido uno. Hay para indigentes pero no son adecuados para esta gente", señala Diego.

Para Tío Buki, integrarse a la organización de deportados resultó su mejor opción, incluso le significó un lugar para vivir mientras se acopla a su país, el cual no había pisado en 27 años. "Fue una impresión muy grande cuando me recibieron en el aeropuerto, yo no sabía qué hacer y por eso me integré a Deportados Unidos, porque así puedo seguir luchando para volver a mi casa".

La deportación

Diego relata la manera en la que los servicios migratorios hacen las deportaciones desde EE.UU. hacia México: esposado de los pies, la cintura y las manos; sin posibilidad de moverte. "Los guardian vienen cuidando en el pasillo. "20 minutos o media hora antes de llegar a México, te quitan las esposas y te echan tus cosas en un costal", añade.

Cada martes Deportados Unidos en la Lucha espera a que ingresen al país hombres y mujeres deportados, con algunos meses o semanas de reclusión previas. Las condiciones de llegada a México no son cordiales, así que se agradece que un grupo de personas les de la bienvenida y les facilite información.

Afortunadamente, al igual que Deportados Unidos en la Lucha, varias organizaciones como la Asamblea Popular de Familias Migrantes (APOFAM) y la Casa Refugio Citlaltepetl también atienden las necesidades de los deportados, tanto de ciudadanos del país como de personas originarias de Centroamérica que se encuentran en México.

Heriberto Paredes

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