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Deshacerse de la herencia de la guerra fría

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Una de las prioridades de la política exterior de Rusia es eliminar por completo los arsenales de armas químicas del país en los próximos años. Ya se han destruido en Rusia unas 20.000 toneladas de ellas y aún quedan otras tantas por desmantelar.
Deshacerse de la herencia de la guerra fría

Una de las prioridades de la política exterior de Rusia es eliminar por completo los arsenales de armas químicas del país en los próximos años. Ya se han destruido en Rusia unas 20.000 toneladas de ellas y aún quedan otras tantas por desmantelar.

La ONU califica este tipo de armamento como de destrucción masiva. Para convertir todo su arsenal en inofensivo, se requiere de un proceso delicado y la más alta tecnología.

Vitali Kotsún, jefe de la planta de desmantelamiento de armas químicas, explica: "se añade un reactivo especial dentro del arma química y lo guardamos ahí durante tres meses. Luego sacamos el reactivo y lo quemamos todo en un horno de alta temperatura bajo una considerable presión. Así, en sólo 90 días todo lo que queda dentro del arma es agua".

Precisamente, hace tan sólo unos días se abrió una nueva planta en Rusia destinada a la destrucción de estos armamentos. En total ya son seis las fábricas en todo el país que trabajan con el fin de que Rusia no sea la nación con uno de los arsenales de armas químicas más grandes del mundo. La cooperación internacional junto con la determinación del ejecutivo del país están siendo claves para deshacerse de esta herencia de la guerra fría.

Como subraya el director del departamento para la puesta en práctica de la Convención de Armas Químicas, Víktor Kholstov, su destrucción total es una de las prioridades que está asumiendo Rusia en su política exterior. Busca la eliminación del 100% de todas estas armas y de su producción.

Según la Convención de Armas Químicas, éstas deberían desaparecer de la faz de la tierra en 2012. 188 países han ratificado la ejecución. Sólo Angola, Corea del Norte, Egipto, Somalia y Siria se han negado a participar en el acuerdo. Sin embargo, muchos de los firmantes del tratado, como Estados Unidos o la propia Rusia, reconocen que les será muy difícil llevar a cabo lo planeado.

Víktor Kholstov indica que la crisis económica que estalló en 2008 ha hecho que muchos países no puedan cumplir con los planes de destrucción del arsenal químico. La falta de financiación internacional de estos proyectos ha conllevado a la dilatación de este proceso al menos en dos o tres años más.

En la nueva planta se encuentra el 20% de todas las armas químicas almacenadas en Rusia. Ahora, el objetivo es que antes del 2015 estas armas pasen a la historia del sector armamentístico ruso.

La ciudad de Pochep se encuentra a menos de 30 kilómetros de una fábrica. Hace varios meses, algunos vecinos decidieron emigrar de esta localidad porque se sentían inseguros, hecho que ha generado el debate en las calles de la urbe. Unos se han mudado a otro lugar y otros no sienten temor porque la fábrica sirve para conseguir una buena meta mientras que funcione como es debido.

Los expertos, por su parte, argumentan que el miedo de algunos habitantes se debe a la falta de información y aseguran que tras la apertura de la planta, el riesgo se convierte en mínimo, debido al control exhaustivo. Además, hay que tener en cuenta que estas empresas tienen previsto con el tiempo pasar a la producción civil.

El jefe de la planta de desmantelamiento de armas químicas, Vitaly Kotsun, asegura: "el indicador de que nuestra producción es segura es que nuestros militares tienen su sede a menos de cinco kilómetros de aquí y nuestros trabajadores junto con sus familias y sus niños viven aquí al lado".

La destrucción de armas químicas parece la única salida viable a largo plazo. Al día de hoy, Rusia tiene todavía el reto de desmantelar 20.000 toneladas más. Después de lograr este objetivo desaparecerá un vestigio más del pasado.

'La Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, Producción, Almacenaje y Uso de Armas Químicas y sobre su Destrucción' es un tratado internacional de control de armamento que ilegaliza la producción, almacenamiento y uso de armas químicas. Fue firmado en 1993 y entró en vigencia el 29 de abril de 1997, administrado por la independiente Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPCW, por sus siglas en inglés).

Para el 25 de junio de 2009, 188 de los 195 Estados reconocidos por las Naciones Unidos eran signatarios de la Convención. Sus puntos clave son la prohibición del uso y de la producción de armas químicas, así como la destrucción de todas ellas. Las iniciativas de destrucción están verificadas por la OPCW, que también conduce inspecciones a plantas militares e industriales en todos los países miembros. Para julio de 2010, cerca del 60% de la reserva total declarada de armas químicas ha sido desmantelado.

Rusia, tras la desintegración de la URSS, se convirtió en el propietario de una de las mayores reservas de armas químicas en el mundo: unas 40.000 toneladas. Para el 1 de septiembre de 2010, fue desmantelado el 48,4% del total.

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