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Una sonrisa a la yugular: Las feministas que disparan a matar (pero de la risa)

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En un espacio ganado a pulso estas mujeres de América Latina y Europa reparten hachazos al machismo con una herramienta casi punzopenetrante: el humor. ¿Quiénes son ellas?
Una sonrisa a la yugular: Las feministas que disparan a matar (pero de la risa)

Que no: el feminicidio no da risa, la violencia sexual no da risa, la exclusión no da risa. Entonces, ¿cuál es la búsqueda? Que el humor deje de ofender a los de siempre.

Como herreras, estas comediantes, 'youtubers' y 'standuperas' se han propuesto afilar las oxidadas cuchillas del chiste para devolverle al humor un borde agudo capaz de arrancarle tajos al machismo con frases punzopenetrantes.

¿Quiénes son? ¿De dónde vienen? ¿Por qué sacaron el feminismo de la academia al escenario? ¿Qué polvos levantan a su paso? De Colombia, España y Argentina, ellas cuentan cómo han construido trochas en un mundillo dominado por los hombres para hablar de sus miedos, sus reivindicaciones y sus próximas conquistas en la aparente levedad de una sonrisa que estremece, que hace pensar, que a veces duele.

Arma de construcción masiva

El video es una guía práctica: '¿Cómo insultar a una feminista?' y está protagonizado por Alicia Murillo. En el clip, que no dura mucho más de cinco minutos, los personajes ficticios Concha y Almeja te enseñan estrategias para tratar de "herir" a las mujeres que defienden la igualdad de género y el resultado es desopilante. 

Porque "el humor es un arma de construcción masiva para cualquier asunto", afirma Murillo vía telefónica: "Es una manera de descontextualizar, de mirar las cosas desde un punto de vista que relaja a la persona que está sufriendo algo y hace pasar la pelota a la persona que oprime, es una manera de subvertir los roles que me gusta, me entretiene y me divierte".

Es que Murillo, aunque admite que no podría llegar a fin de mes solo con su trabajo en el teatro, es de las que llena salas enteras cada vez. Sobrevive, dice, porque es ecléctica: "Lo mismo me llaman para trabajar como soprano, para escribir un artículo de teoría política o para dar clases de música". Un poco de aquí y de allá. 

Ella, quien asegura ser la "pesadilla" de los "novios heteroaburridos" de sus amigas y bromea con desayunos de "escroto ibérico a la brasa", no considera que el feminismo sea un movimiento que se ande hoy por lo márgenes, sino que camina en el 'mainstream' y ha cambiado la forma de hacer comedia porque introduce nuevos lenguajes, nuevos temas: "Ha mutado el panorama porque estamos tomando nosotras las riendas".

No hay 'buenas'

Si en el principio fue el 'stand-up', lo feminista vino después, asegura por su parte la actriz y comediante argentina Virgina Godoy, mejor conocida como 'señorita Bimbo' y conductora del programa de radio 'Furia Bebé', transmitido por Futurock junto a Malena Pichot y Martín Rechimuzzi.

Godoy no considera que haga 'humor feminista'. Una definición más justa de su trabajo sería la de una mujer feminista que hace humor; su mirada, obviamente, se cuela con naturalidad en los temas que aborda: "Yo no hago chistes hablando de los varones tal cosa y las mujeres tal cosa. No me pienso sumar a esa anacrónica batalla de los sexos donde se tiran cosas que supuestamente todas hacemos y ellos todos hacen". Eso, para ella, es "binarismo ridículo".

Godoy no es de las que cree que el humor haya cambiado demasiado en su país, sino que el público se ha vuelto menos tolerante a que se rían de él o a que un comediante "los invite a ser cómplices de sus miserias". Defensora a ultranza de la rabia como fuerza movilizadora, la activista tampoco resiente que la señalen de agresiva porque "las feministas buenas no existen".

"Ya ser feminista es un acto de rebeldía, implica oponerse a un montón de cuestiones. No es que haga falta ser rebelde y estar fuera del sistema para ser feminista, pero es una tontería usar un 'furiómetro' para juzgar cuán buenas o malas somos. Agresivo es un sistema que mata una mujer por día, que haya 47 femicidios y tres travesticidios en lo que va de año en Argentina. Eso es violento, no lo que una persona feminista pueda decir en Twitter. Eso no mata a nadie".

El hechizo

La última cosa que haría la columnista colombiana Catalina Ruiz-Navarro sería abstenerse en una elección. Su bisabuela fue una de las más aguerridas activistas por el voto en Colombia, en un tiempo en que las sufragistas eran atacadas con argumentos copiados casi a calco por los actuales detractores del feminismo: amargadas, mal queridas, histéricas. Ese ejemplo no se le borró.

Hasta mediados del año pasado formó parte del proyecto 'Las estereotipas', un espacio en redes sociales que hablaba en clave de "feminismo pop latinoamericano". Actualmente es la editora de la Revista Volcánica y cuenta que lo que la empujó al proyecto fue el hechizo 'ridikkulus', de la saga de Harry Potter.

"Es que cuando se lo lanzas a una cosa que te da miedo, lo ridiculizas y ya después lo puedes manejar", cuenta vía telefónica. Ella, que siempre ha hablado de feminismo desde el ámbito académico, entendió debía buscar otras formas para que el debate trascendiera las aulas "porque son temas muy duros" que todavía no daban el salto. Ahí empezaron las redes sociales.

Pero que conste que no fue fácil. La primera encrucijada fue enfrentar el prejuicio que disparan a quemarropa contra las feministas: "que no tenemos humor, que somos 'rompehuevos', masculinizadas". La segunda, romper con la manera tradicional en la que se hace humor, es decir, "sin violentar a las personas".

Lo primero fue fácil de desmontar y lo segundo, también: "porque demostramos que la risa no debe servir para pegarle al que está debajo de nosotros sino al que está arriba. De eso se trata el humor feminista, o al menos el que usábamos en 'Estereotipas'".

A la yugular

Decía Henri Bergson en su ensayo sobre la risa que la comicidad, para hacer combustión, exigía una suerte de "anestesia momentánea del corazón" porque su mensaje va directo a la cabeza, "a la inteligencia pura".

La española Carmen María Cabeza es aún más precisa para definir los efectos de la risa porque esa misma carcajada que resuena en el estómago toma por asalto a la gente "y cuando está relajada pensando que todo anda bien y que 'solo es humor', es capaz de lanzarle una verdad a la yugular".

Esa bomba de tiempo para las dendritas, que es el humor cargado de feminismo, tiene una caja de resonancia aún mayor en las redes sociales, donde hoy las cómicas se asoman, se quedan y se multiplican: "En mi caso, a pesar de los años de teatro y monólogo, si no fuera por Internet, no me conocería ni seguiría nadie", sostiene Cabeza. Porque cuando hace un tuit para hablar de su marido son al menos 400 mujeres las que responden que el suyo es igual o alguna "cae en cuenta de que aquello no es normal, que si él no lava la loza no está bien".

Ella, con un cuerpo voluptuoso, habla de su condición de "gorda" y hace reír al público con un tema que le ha arrancado lágrimas. Sobrevive "con paciencia, aguantando desplantes y denunciando" cuando no la contratan por ser mujer, cuando la bajan de un cartel por su aspecto físico o cuando la critican por no ser talla 's'.

Este 8 de marzo, la comediante irá a la huelga feminista de España y más allá de las críticas que han surgido dentro del propio movimiento, ella quiere que se note, aunque sea un poco, "qué pasaría si las mujeres faltáramos en todos los ámbitos".

Activismo estético

Desirée Bela-Lobedde aclara, por su lado, que prefiere hablar de "feminismos", así, en plural. Ella es una española afro, racializada, negra, que empezó a abrirse espacio en redes sociales para visibilizar el autocuidado.

Madre de dos hijas y enfrentada desde su infancia al racismo en su país, donde en ocasiones ni siquiera es reconocida como española sino como "inmigrante de segunda generación", alimenta su Instagram, canal de Youtube y página de Facebook con información que pocas veces conseguirá en medios tradicionales: los feminismos negros, el racismo y la descolonización del cuerpo. Todo, claro, sin perder de vista el humor.

"Es que si no le pones un poco de humor, como decía Mary Poppins, la píldora no pasará mejor. El humor ayuda a suavizar discursos que de otra forma se recibirían con más rechazo o agresividad". En buena parte de sus videos, que no comenzaron con un propósito abiertamente feminista, ella muestra cómo peinar las melenas afro sin ceder al mandato occidental de volverlas lacias. 

Porque no es un asunto baladí ni superficial para las mujeres negras, sino "cuestión de empoderarse del cuerpo, de entender que hasta el cabello es político". En sus palabras, lo que se ha dispuesto a hacer es "activismo estético" puro, duro y bello.

"Yo apuesto por el humor porque nos salva la vida. Sé que hablamos de cosas serias, que nos afectan, que tienen mucho de drama, pero la risa las hace más leves y constituye una actitud ante la vida que nos sirve como herramienta empoderante".

Esto es una fiesta

Aunque Alicia critica que al paro del 8 de marzo en España probablemente no asistan las "cenicientas" feministas; Carmen dice que irá por todas y Desirée resalta que todavía se privilegia a las mujeres blancas por encima de las racializadas. 

Sus voces, que entienden la lucha como una tarea de todas, también se atreven a cuestionar y a disentir dentro del mismo feminismo. Si no, ¿para qué?, se pregunta Murillo: "Yo no quiero un movimiento de personas que no tengan autocrítica, no quiero que se parezca al Partido Popular (PP)".

"Yo voy a salir a la calle –agrega Murillo– porque no sé si es necesario, pero es divertido. Es que todo no tiene por qué estar ahí como necesario, solemne, como un sacrificio. ¡Esto tiene que ser una fiesta y yo no me la quiero perder!".

En el resto del mundo, los motivos para la movilización seguirán vigentes no solo para compartir la sonrisa sino también el abrazo, la indignación, la furia y el puño en alto. Porque, como dice Godoy, "está bueno enojarse por las cosas que no están bien, porque nos duela que nos maten. Es un buen inicio". De ahí puede germinar el humor y será entonces una rabia fecunda.

Nazareth Balbás en colaboración con Santiago Mayor y Nuria López.

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