En Moscú refugio ambulante salva a vagabundos del frío de la calle

Noche tras noche, en las calles moscovitas está circulando un autobús en el cual se acogen a aquellos que carecen de hogar y calor familiar. Para entrar en él no es necesario pagar pasaje.

Las estaciones de tren y de metro son donde más trabajo tiene, ya que estos son los sitios que más frecuentan los sin techo. Cada noche en este vehículo, que fue donado a la organización humanitaria ortodoxa Misericordia, empieza con una oración por la salvación de los que están pasando penurias en la calle. El servicio ayudó a reducir cinco veces el número de muertos por el frío; antes de que apareciera la organización cada año morían 400 personas.

Serguéi Yulin, el médico de Misericordia, cuenta que el servicio se financia a través de donaciones. “Nuestra organización ayuda a la gente sin pensar en su religión, nacionalidad, edad, sexo, y eso es lo que nos distingue de las organizaciones estatales”, dice.

Todos aquellos que forman la larga fila ante el bus esperan a que éste abra sus puertas para ayudarles a sobrevivir una noche más. Este “hogar sobre ruedas” tiene todo lo que necesitan: medicamentos, comida y calor, y ayuda a los desposeídos a ver un nuevo día. 

Los voluntarios de esta organización llevan ya 6 años ayudando a los vagabundos en todo aquello que pueden. Nikita Danov, el líder de Misericordia, cuenta que hace todo lo que está a su alcance: “No creo que ninguno de nosotros pueda tener garantías de que en el futuro no se encontrará en una situación como esta. Ni yo ni nadie. No puedo vivir tranquilo si alguien se está muriendo en la calle”.

Es difícil calcular cuántos indigentes transitan por Moscú, pero se estima la cifra en unos cien mil; el bus sólo puede acoger como máximo a 30. Cuando el invierno se endurece, los integrantes de Misericordia envían más autobuses a la calle. Pero aún así no caben todos los que necesitan de sus servicios y los voluntarios tienen que hacer una elección dura y poco agradable: en las estaciones más concurridas, el equipo tiene que decir "no" a muchos que solicitan albergue nocturno. Ellos acogen solo a los más débiles.

Después de abrigar a los vagabundos y darles de comer, los voluntarios se marchan con la esperanza de que la próxima vez que trabajen, ojalá, no vuelvan a encontrarse con esas mismas caras.