Sobrevivir a la miseria después de haber sobrevivido a los nazis

En una localidad de las afueras de Moscú, una anciana vive en una casa que ni siquiera tiene luz. La mujer, que sobrevivió a los campos de concentración nazis, no se queja y su única petición es que le ayuden a reparar el techo para que no haya goteras.

La casa de Nadezhda Lysenko, de 83 años, por fuera parece inhabitable. No tiene luz, ni agua, ni calefacción.

Nadezhda Lysenko, o Baba Nadia, como la llaman los vecinos de la localidad, habita aquí en condiciones completamente infrahumanas. A veces pasa días sin comer. La temperatura dentro de su vivienda no supera los 5 grados. Para dormir, la anciana se arrincona al lado de una rudimentaria estufa de carbón. “Me envuelvo en unos trapos y me acuesto”, cuenta la mujer.

Al lado de su casa tiene un pozo pero no está en condiciones de recoger agua de él y no le queda otra que derretir la nieve en invierno y recoger el agua de la lluvia en verano.Tiene miedo de salir de su casa porque no hace mucho fue víctima de un robo y los criminales casi la matan.

Pese a todas sus desgracias, Baba Nadia, que sobrevivió a los campos de concentración nazis en la Segunda Guerra Mundial y trabajó en un koljós durante 50 años, se las arregla sola. Lo único que pide de la administración local es que le ayuden un poco con la reparación de su vivienda. Dos rollos de cartón que ella adquirió el año pasado para poder realizar las reformas, se llenan de polvo en uno de los rincones de su casa.

Los representantes de la administración local afirman que en varias ocasiones han intentado ayudarla, pero la veterana ha rechazado su colaboración. Y la razón es clara: la anciana no quiere morir en un asilo pues tiene su propia casa. La incomprensión de la administración hace su vida aún más dura según los vecinos.

Nadezhda tampoco quiere trasladarse a casa de su hija que vive en una ciudad en la costa del mar Negro, porque su yerno es inválido y la hija tiene suficiente con los problemas de su marido. Como sea, trata de arreglárselas sola.

Pese a que vive en un pueblo donde hay una tienda que queda a tres kilómetros de su casa, el único contacto de Baba Nadia con el mundo exterior es la cartera, que le trae también un poco de pan. Y ésta es la comida de la veterana: pan mojado en agua. No se queja y tampoco pide nada más, sólo que le ayuden a reparar su casa, ya que los expertos aseguran que el tejado de la edificación construida hace 100 años puede venirse abajo en cualquier momento.

Lo único que le queda ahora es esperar a que la administración local cumpla su promesa de echarle una mano con la reparación de su vivienda. Según ellos, los harán en primavera.