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La historia de un indio americano en Rusia: "Ésta es una vida dura, pero preciosa"

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Justin, un indio americano, llegó hace dos años a un pequeño pueblo de la provincia de Moscú, y pese a los 20 grados bajo cero de temperatura de la zona y a su pequeña casa, de poco más de 30 metros cuadrados, él nunca renegó de sus circunstancias. Por el contrario, las dificultades no fueron un
La historia de un indio americano en Rusia: "Ésta es una vida dura, pero preciosa"

Justin, un indio americano, llegó hace dos años a un pequeño pueblo de la provincia de Moscú, y pese a los 20 grados bajo cero de temperatura de la zona y a su pequeña casa, de poco más de 30 metros cuadrados, él nunca renegó de sus circunstancias. Por el contrario, las dificultades no fueron un obstáculo para su adaptación y las convirtió en algo positivo en su vida.

"Cuando llegué a Rusia, quedé impresionado. Todo lo que me había contado mi mujer sobre este lugar se quedaba corto. Rusia es un país precioso y la gente, desde el primer momento, me pareció increíble", comentó Justin a RT.

A estas tierras le trajo Natalia, su mujer. Ambos se conocieron en un foro de Internet. Desde entonces, y a pesar de que los primeros meses mantuvieron su relación a distancia, todo terminó con éxito.

“Al principio dudé de ir a Estados Unidos, pero luego pensé que solo se vive una vez. Muchas veces, la gente toma decisiones de forma convencional. Yo decidí romper las convenciones y lanzarme a la aventura”, dice Natalia, la esposa rusa de este indio americano.

En EE. UU., Natalia conoció la cruda realidad en la que viven estos indios en su propio país. La esperanza de vida de un Lakota es de 44 años, menor de la que tienen los haitianos. Según los propios miembros de la etnia, el 97 % vive por debajo del umbral de pobreza. Con ese panorama, esta pareja no tardó demasiado tiempo en viajar rumbo a Rusia. 

“Por mi experiencia yo solo conocía el egoísmo y el odio. Yo creía que este tipo de mundo que acabo de conocer no existía. En Rusia hay gente que ayuda al resto, en lugar de preocuparse de si mismo. El amor que encuentras aquí es extraordinario…”, dice Justin.

Justin dejó cuatro hijas en Estados Unidos, pero sí que decidió traerse a la más pequeña a Rusia. Le gusta jugar con Diana y enseñarle todas las tradiciones de sus ancestros.

Desde el primer día que llegó a este pueblo, se siente como en casa. “A pesar de que Justin está viviendo en Rusia y se encuentra muy lejos de los suyos, él reconoce que es aquí donde radican sus raíces. Y es que está en medio de la naturaleza, en paz y en armonía”, considera Natalia.

No hay lujos ni grandes planes de futuro en la vida de esta familia. Su rutina es su gran proyecto y la naturaleza es su mejor refugio. Como le gusta decir a Justin: "Ésta es una vida dura, pero preciosa".

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