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Ejemplo para la sociedad: Un penal de Brasil está a la vanguardia de la inclusión de transgéneros

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Este país latinoamericano ostenta el récord del mundo de crímenes contra la comunidad LGBT.
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Brasil fue el país con más asesinatos de personas transgénero en 2018: allí se dieron casi la mitad de los homicidios de este tipo registrados en todo el mundo, según indican diversas organizaciones de derechos humanos.

Las instituciones penitenciarias brasileñas realizan distintas iniciativas para reducir esa estadística. En una se encuentra Shyka, quien cayó presa por prostitución durante la dictadura y da cuenta de un verdadero cambio de época.

"Antes era imposible para una transexual vivir con su pareja en la cárcel. Hoy, hasta comparten la misma cama, duermen juntos. Es fantástico", explica esta reclusa transgénero del penal Pinheiros II (Sao Paulo).

Sociedad en pequeño 

Con un indice de violencia generalizado que dejó más de 63.000 asesinatos en 2017, Brasil también ostenta el récord de crímenes contra la comunidad LGBT: 900 entre 2008 y 2016 mientras que en 2017 fueron 445 víctimas, de las cuales 191 eran transexuales.

El sistema penitenciario no es una excepción. Allí caen muchas personas socialmente marginadas que terminaron prostituyéndose o cometiendo otros delitos. Las violaciones y abusos a quienes se perciben como mujeres entre presos hombres son moneda corriente.

"Son personas extremadamente vulnerables, porque son víctimas de la exclusión en sus propias familias. Ellas vienen extremadamente violentadas de todas las formas psicológicas y físicas posibles", comenta Eliana de Souza, doctora técnica de salud de Pinherios II.

Prisión ejemplar 

Para modificar esa condena sin delito, la dirección de esa prisión implementó por primera vez medidas inclusivas que buscan ser ejemplo para otras instituciones. Por ejemplo, a las reclusas las llaman por su nombre femenino, les dejan ponerse prendas íntimas de mujer y llevar el pelo largo.

Asimismo, hay cursos de oficios y artesanías e incluso un concurso de belleza anual. "Tenemos el Día de Princesas. Está el 'Interaio', que es una competición de voleibol de los cuatro pabellones, como si fueran unos Juegos Olímpicos. Son eventos geniales", cuenta la rea Greisi.

Leia, se refugia en la lectura. Sueña con salir para conseguir un trabajo que le permita volcar lo aprendido en estos años de reclusión y quisiera sentirse tan respetada como en prisión: "Si en la cárcel, que siempre dicen que es un lugar horrible, somos tratadas dignamente, ¿porque no podemos serlo en sociedad?".

Del otro lado de las rejas 

A pocos kilómetros de este penal masculino, Jill Moraes es la contracara en una cárcel de mujeres, donde este hombre trans trabaja como agente de seguridad penitenciaria: "He vivido 50 años con mi alma en ese cuerpo, no puedo cambiar de cuerpo en una hora. Tardó mucho en salir de mí", relata.

Desde que se asumió como hombre, se dedica a tareas administrativas para no tener contacto directo con las reclusas, pero reivindica que un sistema penal al que califica como "machista" cuente con personas que, con su propia historia, ayuden a humanizar el trato a quienes tengan identidades diversas.

"Quizás haya un montón de 'trans' que vayan a llegar en el futuro y el sistema se está preparando. Tendrán que aprender a convivir con eso", asegura Moraes.

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