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Las reformas de Alejandro II: todos estamos siguiendo el mismo camino

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Las reformas de Alejandro II:  todos estamos siguiendo el mismo camino

4 de marzo de 2011

Discurso de la conferencia 'Grandes reformas y la modernización de Rusia', pronunciado el 3 de marzo de 2011.

DMITRI MEDVÉDEV: ¡Buenas tardes, queridos amigos!

Les doy la bienvenida a todos los participantes e invitados de la conferencia internacional dedicada a las grandes reformas del siglo XIX en Rusia.

Sería extraño si hoy no calificáramos estas reformas como absolutamente históricas. El estudio de estas reformas es una prioridad incondicional para la ciencia y para todos los que se ocupan de la política práctica, para todos los que creen en el desarrollo de la Rusia actual. Está claro que su estudio detallado es necesario en el proceso de modernización que se está realizando en nuestra economía y en nuestra sociedad en general.

Se sabe que la época de las grandes reformas (precisamente a este tema están dedicados la conferencia, los informes hechos ya y los que están por hacer) empezó con la abolición del régimen de la servidumbre. Hoy y durante todo este año celebramos el 150 aniversario de esta fecha en nuestro país. Alejandro I firmó un manifiesto al respecto en San Petersburgo. Acabo de tenerlo en mis manos. Sin duda, es un documento único según su contenido y la cantidad de esfuerzos que requirió, así como por su importancia para nuestra Patria.

San Petersburgo es una ciudad especial. Esta ciudad fue creada por Pedro I como una ciudad de reformas. Asimismo San Petersburgo se ha convertido en un símbolo del acercamiento de nuestro país a Europa.

En el siglo XIX cuando el país volvió a verse ante la necesidad de elegir, aquí fueron iniciadas las grandes transformaciones y reformas económicas que en aquel período se estaban realizando activamente en los Estados europeos: en algunos ya habían finalizado para aquel momento; en otros, no se habían iniciado todavía. Y era una tendencia de la época.

Rusia también tenía que cambiar y convertirse en un país avanzado, permaneciendo unido a Europa por unos valores comunes. Y este paso decisivo, el paso hacia el desarrollo y la libertad fue dado en aquel período. Antes que nada fue abolido el régimen de servidumbre que durante siglos había despreciado los derechos y humillaba la dignidad de millones de rusos. La obtención de la libertad personal les dio la posibilidad de convertirse en verdaderos súbditos del Imperio Ruso, así como de expresar su propia opinión.

Claro que no hay que idealizar la situación que apareció tras la realización de la reforma. No obstante, el sentido de ese cambio consistía precisamente en esto: la reforma contribuyó a la movilidad social y al aumento de la población urbana, y sirvió de estimulo a la transición a la gestión económica capitalista, lo que finalmente abrió para Rusia el camino hacia el progreso económico, hacia el desarrollo, el desarrollo del mercado y el desarrollo de la industria.

A la reforma agraria (la abolición del régimen de servidumbre), le siguieron las reformas administrativas: la regional y la urbana que cambiaron la estructura de la autogestión local. Todo esto es muy significativo para nuestro país hoy en día.

Asimismo unos cambios profundos se efectuaron en el procedimiento judicial. En Rusia, en sus 1.000 años de historia, por primera vez surgieron los tribunales de jurados, el juzgado de paz y la abogacía. Las reformas de la instrucción pública permitieron que todas las clases sociales tuvieran acceso a la educación. Las universidades en aquel período también obtuvieron un cierto nivel de independencia. Asimismo, hasta cierto punto fue suavizada la censura, que era una de las más fuertes de la Europa de aquella época.

Vasili Kliuchevski decía que antes del 19 de febrero de 1861 durante siglos no habíamos tenido un acto legal que en tal escala pudiera determinar la dirección del desarrollo en los más diversos ámbitos de la vida. Está claro que en aquel momento todo el país estaba esperando esta reforma. La preconizaban las personas más ilustres de Rusia y finalmente la apoyó y realizó el emperador Alejandro II, el Libertador. Las grandes reformas fueron para él un gran desafío y a la vez un paso valiente.

Basta recordar que sobre la abolición del régimen de servidumbre había pensado tanto Catalina la Grande, como Alejandro I. Como es sabido, el emperador Nicolás I creó nueve comités secretos para los problemas de la agricultura, más de una vez reiteró que quería liberar a los campesinos y darles tierras. Pero ninguno de estos monarcas, nada cobardes, se atrevió a una revolución “desde arriba”.

Dar libertad a Rusia estaba destinado a Alejandro II. Como a toda persona que planea inducir cambios radicales, lo intentaron disuadir, muchas veces y con diferentes excusas. Repetían lo que se dice siempre: el país se disolverá, llegará el caos. Curioso cómo suelen decir que el pueblo no está preparado para la libertad, que no la quiere, no la aceptará y no la necesita.

Como a todo reformador, se lo agradecieron poco. Uno de sus contemporáneos señaló: “Cualquier cosa que haga el Zar, tropieza con crítica y demandas impacientes”. Pero siendo un gran reformador, Alejandro II sabía que Rusia debería estar a la misma altura que los demás países europeos. Entendía que la libertad es necesaria, incluso vital, para el país. Se conocen sus palabras (creo que ya las han mencionado aquí, pero me gustaría repetirlas una vez más): “Estoy demasiado seguro del éxito de nuestro asunto para que alguien me pueda detener”.

Así puso fin al régimen de servidumbre en nuestro país. Y por cierto, lo hizo antes que en muchos otros países, incluso que en EE. UU. Está claro que en aquel momento no se trataba de la democracia ni de la formación de una sociedad civil; entonces estos fenómenos ni siquiera se entendían como ahora. Lo importante fue la elección del camino. Quizá por primera vez en la historia de Rusia, la libertad se convirtió en un valor. Y el que nos la trajo, la pagó con su propia vida.

Parece que las discusiones sobre lo que pasó con nuestro país después no terminarán nunca. Es la naturaleza de la búsqueda humana, la idea de las pesquisas históricas. Estos asuntos se quedarán. ¿Cómo resultó que unos años después la aspiración a la libertad se convirtiera en la dictadura de los bolcheviques? ¿Quién tiene la mayor responsabilidad de esa dictadura: los que aplazaban las reformas o al revés, los que actuaron con demasiada prisa, quienes exigieron demasiadas cosas en una situación complicada? ¿Era necesaria la reacción de Alejandro III, el excesivo radicalismo de los primeros parlamentos rusos? Y finalmente, ¿fue inevitable el golpe de Estado de octubre y posteriormente el gulag? Hay quienes creen que la trágica historia de nuestro país en el siglo XX fue consecuencia de la inoportuna inyección de libertad, que tenían razón los escépticos que creían que las reformas no fueron lo conveniente para nuestro país.

Yo soy partidario de otra opinión. Alejando II heredó un país donde la servidumbre y el sistema militar-burocrático eran las dos instituciones políticas principales. Siempre sabíamos echar tierra a los ojos, pero detrás de una aparente potencia del imperio, Alejandro II pudo ver la debilidad y falta de perspectivas de estas instituciones. Una economía ineficaz y una estructura social que no correspondía a los objetivos del desarrollo, amenazaban al país con una quiebra inevitable.

Alejandro II y sus partidarios renunciaron al sistema tradicional aunque fue increíblemente difícil, y marcaron para Rusia un camino hacia el futuro. Es su gran mérito. Este camino resultó muy largo y espinoso. Es evidente que hasta hoy día aún no hemos llegado a la meta. Pero ninguna nación del mundo ha logrado rápido la libertad, justicia, prosperidad económica.

Espero que la Rusia del siglo XXI sea una constancia de la plena razón y sagacidad que tenían los reformadores del siglo XIX.

Ahora intentamos desarrollar nuestras, por ahora nada perfectas, instituciones democráticas, intentamos cambiar nuestra economía, el sistema político. En realidad, todos nosotros continuamos aquel rumbo que fue trazado hace un siglo y medio. Además me gustaría subrayar que no resultaron viables ni las fantasías sobre un camino particular de nuestro país ni el experimento soviético, pero sí el proyecto de un sistema normal y humanitario propuesto por Alejandro II. Finalmente a escala histórica fue precisamente él quien tuvo razón, no Nicolás I ni Stalin.

Para nuestro trabajo práctico la experiencia de aquel tiempo todavía está vigente. Voy a nombrar ahora algunos puntos que considero importantes para el día de hoy. Es, por cierto, la reevaluación de aquella experiencia que fue elaborada hace 150 años.

Primero, no se pude aplazar la libertad para después. Creo que éste camino es un callejón sin salida.

Segundo, las transformaciones políticas y sociales deben ser bien examinadas, racionales, paulatinas, pero a la vez constantes.

Tercero, los enemigos de un desarrollo libre de aquí en adelante siempre serán la intolerancia, el extremismo y su manifestación extrema: el terrorismo. Recuerdo que el terror como fenómeno fue un problema enorme para nuestro país y apareció prácticamente junto con las grandes reformas.

Cuarto, hay que recordar que el Estado no es el objetivo del desarrollo, sino el instrumento de éste. Y tan sólo la integración de toda la sociedad en estos procesos podrá dar un efecto positivo y correcto. Y sólo en este caso tenemos posibilidades de éxito.

Quinto, no debemos olvidar que la nación es un organismo vivo, y no una máquina para la reproducción de las ideas dominantes. No puede sujetarse con tornillos. Al igual es evidente que las órdenes excesivamente estrictas, el exceso de controladores no suele llevar al triunfo del bien; y expresándonos de una forma más contemporánea, no lleva al triunfo sobre la corrupción sino a su acrecentamiento, no al desarrollo del sistema, no a la mejora de la calidad de administración, sino a degradación de la última. Por eso es extremamente importante dar a la sociedad las posibilidades de autoorganización.

¡Estimados colegas! Los autores de las grandes reformas y Alejandro II no sólo pensaban en el futuro, sino que lo creaban. Y esto es lo más difícil: la política práctica es siempre más difícil que las bonitas formaciones estructurales. Pero ellos confiaban en que las transformaciones se podían llevar a cabo sin el caos y la violencia, que se podía transformar la Rusia atrasada, el régimen de servidumbre en un país moderno y libre.

La modernización y el progreso siempre están dirigidos a la ampliación del espacio de la libertad en la sociedad, en las relaciones internacionales, y por supuesto en la vida cotidiana, están dirigidos a que la vida particular sea custodiada por el Estado, para que los principales derechos y libertades sean salvaguardados por este Estado.

Libertad contra el miedo, la humillación, la pobreza, las enfermedades, libertad para todos, así es y sigue siendo para nosotros, según mi opinión, el objetivo de desarrollo. Al mismo tiempo no son sólo palabras bonitas. En realidad es la necesidad de cualquier persona razonable y moderna. Esta idea se puede envolver en cualquier forma verbal, pero precisamente es en lo que pensamos casi cada día.

El año que viene vamos a celebrar el 1.150 aniversario de la estatalidad rusa, mirándolo desde el punto de vista canónico. Me gustaría informarles que he firmado un decreto sobre la organización de los eventos correspondientes.

Nuestro Estado, nuestro país ya lleva más de 11 siglos y siempre ha sido un Estado diferente, muy diferente: han cambiado las formas de gobierno, el régimen político, han cambiado los objetivos estratégicos del desarrollo, por supuesto, también ha cambiado el modo de vida. Nuestra historia ha sido muy agitada y dramática y, por supuesto, podemos comprender mucho al estudiarla. Pero espero que, sin embargo, en los últimos 150 años hayamos entendido lo más importante: hemos entendido que tener libertad es mejor que no tenerla.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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