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'El pelado de Tilcara': La historia del coordinador de viajes argentino denunciado por abusar de adolescentes

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La denuncia de una joven, que en aquel entonces tenía 17 años, caló hondo y reabrió debates entre quienes conocíamos el caso. "Es reparador", afirma Emilia en entrevista con RT al hablar de otras víctimas que se han acercado a ella.
'El pelado de Tilcara': La historia del coordinador de viajes argentino denunciado por abusar de adolescentes

No hacía falta nombrarlo. Cuando Emilia contó en redes sociales que el coordinador de un viaje de estudios había abusado sexualmente de ella en un refugio en las montañas, cualquiera que lo hubiera conocido podía deducir de quién hablaba: era 'El pelado de Tilcara'. La publicación se viralizó, aparecieron más víctimas y lo que hasta entonces era una denuncia individual se convirtió en algo más grande.

Emilia relató (en Facebook y en la Justicia) que el abuso comenzó en 2008 en la provincia de Jujuy, cuando él tenía más de 40 años y ella, 17. Y que siguió cuando volvieron a Buenos Aires.

Desde que posteó recibe mensajes de otras mujeres que vivieron experiencias similares. Emilia intenta juntarse con cada una. Charlan, se sorprenden ante el modus operandi del Pelado, se acompañan. "Me conmueve mucho encontrarnos, da fuerzas: es no estar solas nunca más", contó Emilia Viacava a RT.

La primera vez que el hombre abusó de Emilia fue durante una noche en la que se dormía en la montaña. La actividad era el capítulo más 'salvaje' de un viaje de estudios a Tilcara al que iban anualmente (durante al menos dos décadas) diez contingentes de unos 90 alumnos y alumnas del Carlos Pellegrini y el Nacional Buenos Aires. Ambos, colegios preuniversitarios, prestigiosos y públicos.

Parte del juego era cenar a la luz de un fogón. Chicos y chicas se reunieron a su alrededor. El Pelado se sentó al lado de Emilia, puso un poncho tapando las piernas de los dos y empezó a tocarla. Fue un rato largo. Emilia se quedó paralizada. Digo más: todavía hoy recuerda la vergüenza que le producía la posibilidad de gritar y que todos se enteraran.

La noche deconstruida

El posteo de Emilia nos estremeció a muchos y muchas de los que habíamos ido a esos viajes. Conocíamos el lugar y también al acusado. Lo peor era que nos sonara todo tan verosímil. Nos preguntábamos –como un péndulo fuera de control entre la culpa y la autoindulgencia– por qué en aquel momento no entendimos lo que estaba pasando. En medio de debates desorganizados y colectivos, fuimos empezando a deconstruir ese recuerdo.

En mi caso, viajé a Tilcara cinco años antes que Emilia. Recuerdo que al Pelado buscaba fascinar. Era evidente. Se le notaba en la sonrisa de costado que ponía cuando algo de lo que decía lograba causar impresión. Estaba dispuesto a exagerar cualquier cosa con ese fin. Nos relataba mitos e historias locales, era histriónico. Para algunos resultaba un poco 'trucho'. Pero ahí estaba, generación tras generación haciéndonos viajar mentalmente a lugares que ni hoy sabemos si existen. A veces también daba miedo. Lo cierto es que no usaba traje, no era serio ni ponía límites: era distinto a muchos de los adultos que conocíamos. Había a quien le causaba gracia. Siempre usaba la misma campera de cuero y un sombrero estilo Indiana Jones.

Se suponía que ese día en la montaña sería genial. Éramos adolescentes, estábamos a más de mil kilómetros de casa, lejos de todo: sin luz, agua, electricidad, teléfono. Nos recuerdo metidos en una bolsa de dormir a la intemperie debatiendo pavadas creyendo que eran temas importantes. Muchas cosas las sentíamos por primera vez. Pasaron estrellas fugaces. En realidad, yo no vi ninguna pero escuché que alguien sí y pedí deseos como quien se copia en un examen de matemática.

De a poco nos fuimos durmiendo. Despertamos cuando la luz del sol todavía era medio azul. Estábamos helados pero encaramos con una sonrisa la tarea de meter el saco de dormir en esas bolsitas del infierno en las que se supone que entran. Estábamos orgullosos de haber pasado la noche, nos sentíamos algo así como valientes. Sabíamos que 'refugio' significa lugar en el que cuidarse de un peligro. Lo que no sabíamos era que el peligro fuese él.

Sola

Emilia recuerda el regreso en bus, las más de veinte horas de viaje entre Jujuy y Buenos Aires. La mayoría dormía, ella no. Estaba como sola. "Sentí que él me había aislado de todos mis compañeros. Me sacó de mi grupo y me puso afuera. A partir de ese momento tenía un secreto que guardar, una humillación que tenía que callar para siempre".

Lorena Vera, trabajadora social del ámbito de la infancia y la adolescencia, explicó a este medio que el secreto es una condición del abuso sexual de niños, niñas y adolescentes. "El abusador va construyendo la confianza y genera una especie de pacto, es un trabajo muy fino", describió.

Emilia Viacava, denunciante
Emilia Viacava, denunciante
"Tenía todo el tiempo una sombra encima (...) Para mí no era un recuerdo, era un presente"

Ya en Buenos Aires, Emilia cuenta que él la invitaba a cursos de antropología que se transformaban en encuentros a solas en un departamento en Capital Federal o en una casa en Lomas de Zamora. El escenario era el mismo: un colchón en el piso.

El abuso sexual adoptaba diferentes formas: le arrancaba la ropa, la mordía, la obligaba, jugaba a ser su tío, le quería sacar fotos y todo lo demás. Todo. Aunque ella hubiera dicho que no.

Cada vez que Emilia lo volvía a ver tenía la ilusión de revertir la situación. Sentía que todo lo que pasaba era su culpa y que debía poder cambiarlo. Pero lo que ella no sabía –y en aquel entonces nosotras tampoco– es que nada parecido al consentimiento podía existir en esa relación. "Es un vínculo asimétrico y el abuso es de poder, de confianza, de autoridad", explicó Vera.

El largo camino hacia denunciar

Al año siguiente del viaje a Tilcara, al grupo de Emilia le tocaba organizar el de egresados. Lo debatían en una cadena de emails en la que ella prácticamente no participó, salvo cuando uno propuso contratar al Pelado. "A mí no me cabe ni un poco ir con este tipo", tipeó ella y apretó 'enviar'.

Mariela Labozzetta, titular de la UFEM
Mariela Labozzetta, titular de la UFEM
"Necesitamos terminar con la impunidad, sabemos que muchas veces el sistema (de Justicia) es expulsivo y revictimizante"

Emilia ya tenía secuelas del abuso (no podía tener relaciones sexuales, sufría sangrados, infecciones urinarias, ataques de pánico, identificaba dificultades en los vínculos) pero todavía no relacionaba una cosa con la otra. Y no estaba lista para denunciar.

El contexto no la acompañaba. En la época en la que fuimos al secundario era común que una revista titulara "sexy a los 12", que la tapa de una publicación recomendara cómo tener sexo con una menor de edad "sin ir preso" o que el conductor más famoso de la televisión argentina le cortara la pollera (con una tijera o con los dientes) en vivo a una bailarina hasta dejarla en bombacha.

Quizá por todo eso no comprendíamos como ahora la gravedad de que hubiera un tipo de 40 aprovechándose de nosotros y nosotras, adolescentes con tantas ansias de comernos el mundo, con tanto esfuerzo por ocultar los miedos. Con la vulnerabilidad de la omnipotencia.

Tampoco era suficiente la educación sexual. "No había un registro de qué podían hacerte y qué no. Yo no había tenido ningún contacto sexual y no lo había aprendido en otro lado. Si bien me sentía mal, no tenía información", dijo Emilia.

Todavía hoy es conflictiva e insuficiente la aplicación de la ley Educación Sexual Integral (ESI). Eso quedó muy de manifiesto durante el intenso debate en torno al aborto legal, seguro y gratuito.

Mirá cómo nos ponemos

En 2018, en Argentina fue 'trending topic' el 'hashtag' #MiráCómoNosPonemos. Fue el lema con el que Thelma Fardín denunció (acompañada por el colectivo de Actrices Argentinas) un abuso por parte del actor Juan Darthés cuando ella tenía 17 años.

Ese mismo año Emilia tocó fondo. Cada vez se sentía más triste. "Llegué a intentar matarme. En la guardia de los hospital decidí que tenía que hacer la denuncia para que nunca más pueda generarle una herida tan fuerte como ésta a nadie", contó.

Primero fue a su colegio (el Nacional Buenos Aires) y después a la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres. Mariela Labozzetta, titular de la UFEM explicó a RT lo importante de acompañar a las mujeres en el proceso: "Necesitamos terminar con la impunidad, sabemos que muchas veces el sistema es expulsivo y revictimizante". La causa ahora se tramita en la Fiscalía 55 y en el Juzgado 56.

Emilia viajó a Jujuy y también denunció ante la Unidad Fiscal Especializada en Violencia Familiar, de género y de delitos contra la integridad sexual. "Las chicas que están allá todavía están en riesgo. Me gustaría poder reunirme con ellas, las siento más desprotegidas, es un lugar muy solitario", contó.

Multiplicarás 

Cuando Emilia decidió hablar se dio cuenta del lugar que ocupaba el abuso en su vida: "Tenía todo el tiempo una sombra encima, como si yo fuese la oscura. No sé cómo explicarlo: para mí no era un recuerdo, era un presente", relató. No sabía que aparecerían otras víctimas, efecto al que Labozzetta describe como 'multiplicación de valentía'.

Tampoco era consciente de que –por suerte– abriría un debate difícil de cerrar para varias generaciones. Que nos haríamos preguntas alumnos, alumnas, docentes, no docentes, autoridades, padres, madres, preceptores, preceptoras, hermanos, hermanas. Y que miraríamos las fotos del refugio intentando encontrar dónde quedaba ese montículo en el que, alguna vez, inventamos estrellas fugaces.

Julia Muriel Dominzain

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