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La "nueva colonización" que pone en peligro la práctica ancestral de la ayahuasca en Perú

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En 2008, la planta con propiedades curativas fue declarada patrimonio cultural del país sudamericano. Sin embargo, cada vez más extranjeros llegan con la intención de consumirla y publicitarla como una simple droga "alucinógena".
La "nueva colonización" que pone en peligro la práctica ancestral de la ayahuasca en Perú

El yagé o la ayahuasca es una mezcla indígena milenaria, propia de las selvas amazónicas de Sudamérica, y hecha con dos hierbas originarias de esas tierras: la Banisteriopsis Caapi y la Chacruna o psychotria viridis, cuya combinación produce un potente psicotrópico que contiene dimetiltriptamina (DMT). Tradicionalmente, su ingesta se realiza en rituales chamánicos, guiados por 'taitas' o líderes de diversos grupos étnicos asentados en la periferia de las grandes ciudades. Sin embargo, esta esencia mística ahora se ha convertido en una 'moda' que atrae a cientos de turistas a países como Perú, Colombia, Brasil y Venezuela, y que amenaza con convertir el rito en un mero negocio comercial.

En 2008, Perú declaró la ayahuasca como patrimonio cultural del país y consideró como "centrales" los rituales para el desarrollo de la medicina tradicional amazónica, tomando distancia de los usos consumistas y propósitos comerciales. Pero a partir de que se legalizaron este tipo de ceremonias, los extranjeros comenzaron a arribar y a instalar sus propios centros de turismo, ofreciendo experiencias diferentes con la ingesta de la planta y, en muchos casos, alejados de lo habitual.

"El 90% de los centros de curación y consumo de ayahuasca en Perú son propiedad de extranjeros, en su mayoría norteamericanos. Hay una nueva 'colonización' de esta práctica ancestral. Vemos que contratan a chamanes o maestros para explotarlos turísticamente y eso no es una practica sana porque tiende a una gran desinformación del verdadero uso", explica Roger Neira, director y fundador de 'Ayahuasca Perú', en diálogo con RT.

Ubicado en un predio de 45 hectáreas de terreno en la Isla del Amor, próxima a la ciudad de Pucallpa —al noroeste del país sudamericano—, 'Ayahuasca Perú' se define como un "centro de Medicina Tradicional y Sabiduría Ancestral". Desde hace más de ocho años, la organización desarrolla diversos proyectos de conservación y reforestación del bosque nativo, de estudio y revaloración respecto a la curación alternativa.

"Al tomar la planta, el efecto que se produce no es 'alucinogeno', como se vende habitualmente al extranjero, sino que es enteógeno. Es decir, durante el ritual, trabajan varias partes a la vez, tanto a nivel corporal como mental. Es como el despertar de una consciencia, un proceso que puede durar días enteros. Muchas veces llegan turistas pidiendo un retiro con drogas para divertirse y no es lo que se debe hacer. No es un entretenimiento", afirma Neira. 

En la organización, además, trabajan varias mujeres nativas de la comunidad Asháninka, una etnia amazónica histórica en la región. Algo que, según Neira, muchos centros similares no hacen: "Es esencial para cada ritual de sanación la presencia de comunidades ancestrales y propias de la zona en donde uno se encuentra. A ellos les enseñaron sus antepasados y hoy, a pesar de la globalización, se puede continuar", destaca.

El peligro del turismo

El precio de los rituales más económicos ronda los 70 dólares para una sola toma y hasta 500 por varias, que se ofrecen en paquetes turísticos que incluyen estadía en una especie de retiro espiritual. La bebida se ingiere, usualmente, por la noche. Sin embargo, en la última década, algunos casos han terminado en tragedia.

En el 2012, un propietario peruano y su ayudante alemán sepultaron de forma clandestina a un estadounidense que murió en su centro de tratamiento; en el 2015, un canadiense mató a un británico exanalista de capitales de la firma Goldman Sachs durante una sesión y, en el 2016, una joven estadounidense, bajo tratamiento médico para el cáncer, falleció tras ingerir el brebaje. El caso más reciente ocurrió en abril pasado, cuando un canadiense fue linchado tras asesinar a una anciana curandera.

Aunque el Gobierno peruano no cuente con un registro oficial de los centros de curación que se encuentren funcionando en las diferentes regiones del país, la demanda por el consumo de la planta ha aumentado notablemente en los últimos años. 

Facundo Lo Duca

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