Déficit habitacional en Argentina deja a millones sin un techo digno

El déficit habitacional en Argentina está generando una situación alarmante: millones de personas carecen de una vivienda. El Gobierno del país intenta paliar esta necesidad elaborando diversos programas especiales, pero el problema todavía está lejos de ser resuelto.

En el año 2007 Romina Alemán fue desalojada de la casa en la que vivía junto con su esposo y dos hijos pequeños, quedaron en la calle. Ella acudió a la oficina del distrito y allí le informaron de que el Gobierno nacional finalizaría en breve la construcción de un nuevo barrio al que ellos podrían acceder pagando una pequeña cuota. Entonces, una amiga le permitió instalarse de forma provisional en una pequeña casa de dos habitaciones y un baño.

Pero las obras del barrio fueron solo una promesa de campaña electoral, que se detuvieron poco después de realizados los comicios locales. “Yo duermo en la noche con mi marido y dos chicos. Y acá la cocina la usamos como pieza, y duerme mi amiga con dos chicos. Estamos pendientes de las viviendas para vivir porque estamos en la calle. Si ahora me piden esta vivienda no tengo dónde ir”, lamenta Romina.

Este caso es típico para millones de argentinos. Se estima que en el país hay un déficit habitacional de dos millones de unidades que se incrementa a un ritmo de 120.000 viviendas por año. La crisis estalló a fines del año pasado cuando miles de vecinos salieron a ocupar terrenos públicos en la ciudad de Buenos Aires; se instalaron con carpas y tiendas precarias durante varias semanas hasta recibir una promesa de solución. El Gobierno nacional lanzó entonces un importante plan de viviendas que prevé en un plazo de 24 meses finalizar las 17.771 viviendas para familias que tienen un alto riesgo ambiental y social.

Pero este fenómeno de la falta de viviendas es común en varios países de Latinoamérica. Según un estudio de la Conferencia Económica para América Latina, la CEPAL, “entre 1990 y el 2000, el déficit habitacional aumentó de 38 a 52 millones de casas”. En este sentido, los analistas consideran que esta situación está relacionada con las políticas neoliberales de los años 90. En esos años se verificó un incremento de la brecha entre ricos y pobres y el Estado dejó de edificar para los sectores de menores ingresos dejando todo en manos privadas.

“Por lo que fue la situación económica y los buenos precios se dio este boom que uno puede ver en las calles de la ciudad, con torres, edificios, los grandes comercios. También se vivió un boom de otro tipo en los sectores más pobres, que es en las villas. Las villas miserias, las casas tomadas, los conventillos e inquilinatos en la ciudad han aumentado con el mismo furor que este boom inmobiliario”, comenta Ana Cutis, la directora de la ONG "Hábitat para la Humanidad".

Según los expertos, un agravante de esta realidad es la creciente migración del campo a la ciudad. Para el Estado es mucho más sencillo construir en áreas rurales o despobladas que encarar la erradicación de favelas o barrios pobres enclavados en las áreas urbanas. En los últimos años los gobiernos de la región han comenzado a tomar consciencia del tiempo perdido en cuanto a la construcción de viviendas populares y la situación comenzó a revertirse, pero aún hay mucho por recorrer.