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La amenaza de los incendios sigue presente en Rusia

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Ya ha comenzado la cuenta atrás. El blanco desapareció del paisaje de la Federación de Rusia hace tan solo unas semanas y el color verde ya se ha apropiado de gran parte del país. Un verde que, sin demorarse mucho tiempo, podría tornarse en el negro de las cenizas.
La amenaza de los incendios sigue presente en Rusia

Ya ha comenzado la cuenta atrás. El blanco desapareció del paisaje de la Federación de Rusia hace tan solo unas semanas y el color verde ya se ha apropiado de gran parte del país. Un verde que, sin demorarse mucho tiempo, podría tornarse en el negro de las cenizas.

Desde el inicio de la temporada de incendios forestales, en Rusia se han registrado más de 8.000 focos de incendios. En total, han ardido ya unas 300.000 hectáreas, o lo que es lo mismo: una extensión similar a 300.000 campos de fútbol. Si se compara con el año pasado, significa casi el doble del terreno devastado por estas mismas fechas.

Grigori Kuksin, director del proyecto contra incendios de Greenpeace en Rusia, comenta: "Como no se haga nada durante las próximas semanas, la situación estará fuera de control. Ya no se podrá luchar contra estos incendios de forma adecuada, y pasará lo mismo que ocurrió en 2010".

La voluntaria Dina Jitrova, que desde hace varios meses trabaja en Greenpeace para prevenir nuevas catástrofes, recuerda con frustración el desastre natural del año anterior.

En el 2010, unas 60 personas murieron a causa de los fuegos y miles de ciudadanos se quedaron sin hogar. La tesitura fue tan compleja que el Gobierno se vio obligado a declarar la situación de emergencia total en siete regiones y en seis parcialmente.

En la actualidad, el factor principal de una gran parte de los incendios en Rusia es la turba, un combustible fósil que se sitúa debajo de la tierra. Cuando parece que el fuego ha sido sofocado, en realidad la turba continúa ardiendo a temperaturas de más de 100 grados centígrados.

Los incendios de turba hay que apagarlos lo más pronto posible, comenta Dina Jitrova. "Se necesita muchísima agua para ello. Cuando empieza a arder la hierba seca, se expande rápidamente a más territorios debido a la fuerza del viento".

La turba es tan difícil de apagar que durante el crudo invierno en algunos bosques rusos, paradójicamente, seguían activos algunos focos de incendios del verano pasado.

Durante todo el periodo invernal, el Gobierno ruso ha modernizado sus equipos para luchar este verano contra los incendios. El número de profesionales, que ya están actuando para sofocar las llamas ha aumentado respecto al año anterior, llegando a más de 10.000 personas, y más de 100 aeronaves están preparadas para llevar a cabo la vigilancia aérea y monitorear la situación.

Sin embargo, grupos medioambientales como Greenpeace piden a las autoridades rusas que focalicen sus esfuerzos en prevenir los incendios y no en gastar sumas astronómicas una vez que las llamas asolan los bosques.

La Federación de Rusia posee más del 20% de la superficie boscosa de todo el mundo, un inmenso pulmón de oxígeno que este año puede volver a estar en peligro. La superficie afectada por los incendios forestales este año es reducida en Rusia de momento. Aun deben pasar varios meses para que la sequía y la ola de calor, dos de los principales factores de estos desastres naturales, hagan acto de presencia por estas tierras. Por lo que todavía hay margen de maniobra.

Sin embargo, los restos activos de estos fuegos son señales de humo que las instituciones y el Gobierno deben interpretar correctamente para que la historia no se repita nuevamente.

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